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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
01 JULIO 2001








 BUENA MONEDA
Por Alfredo Zaiat


Autismo en el Politburó

Estuvieron los economistas de FIEL presentando su proyecto de país para pocos. También los de CEMA exponiendo una estructura tributaria sólo pensada para que los ricos paguen menos. Fueron invitados, además, los de la Fundación Mediterránea para no ser descorteses con el ministro. Participó un ex funcionario cavallista, Juan José Llach, ahora en la Universidad Austral. En esa convocatoria lo llamativo no fueron las presencias sino la ausencia. Los hacedores de política económica de los últimos diez años, que manejaron en ese período el Palacio de Hacienda, fueron reunidos por los banqueros en su fiesta anual. Esa invitación no tuvo como destinatario sólo a uno. El equipo económico que no se dio una vuelta por el Hotel Hilton fue el liderado por José Luis Machinea. Esa omisión permite entender un poco más lo que pasó en estos años recientes. Por ejemplo las dificultades que enfrentó durante su gestión el ex ministro para ganarse la simpatía de los banqueros, pese a las sucesivas muestras de subordinación a las recetas económicas reclamadas por el mercado. Pero los financistas sólo quieren escuchar lo que ellos quieren oír pero no de cualquiera, sino de aquellos liberales de pura cepa. En ese autismo ideológico no desentonó el discurso del presidente de ABA, Eduardo Escasany, que en forma transparente reflejó los miedos del establishment a la entronización de “la anarquía”. Y propuso la ruta sin cortes para terminar con los temores de los dueños del dinero. El silencio de Fernando de la Rúa en el cierre de ese mítin al reclamo de los banqueros hay que evaluarlo como una convalidación de ese pensamiento más que como un desaire o falta de autoridad presidencial.
El gasto primario consolidado (antes del pago de los intereses de la deuda) disminuyó el año pasado unos 1000 millones de pesos, y en éste sigue bajo la prensa. La economía igual siguió en recesión. Sin embargo, los banqueros pidieron en el encuentro ampliado de su Politburó “una disminución significativa” puesto que la “principal causa de la recesión fue la dificultad para ajustar el gasto público”.
En un interesante seminario realizado días pasados, el especialista en temas fiscales, Jorge Gaggero, señaló como una idea a explorar que, en oposición al discurso económico dominante, Argentina no enfrenta un desequilibrio fiscal, sino que por el contrario está en equilibrio o hasta en superávit fiscal estructural. Si al actual déficit de las cuentas públicas se le restara el dinero desviado a las cajas de las AFJP, los fondos perdidos por la baja de aportes patronales –restituidos en parte con las últimas medidas– y la merma temporal por los efectos de la recesión, el saldo tornaría en positivo incluso con el pago de más de 12 mil millones de dólares de intereses de la deuda. El pedido de bajar más el gasto, entonces, sólo busca consolidar espacios de rentas extraordinarias a favor de los sectores más concentrados de la economía, entre ellos el financiero. Todos aquellos economistas, incluso liberales, con honestidad intelectual dicen que no hay que bajar el gasto –algunos sostienen que se debe aumentar–, sino que tendría que mejorar su eficiencia. Y por el lado de los ingresos cobrar más y mejor los impuestos, disminuyendo la evasión y eliminando privilegios. Respecto a esto último, resulta una burla al sentido común que los mismos que reclaman con severidad el recorte del gasto no paguen el Impuesto a las Ganancias por los dividendos obtenidos de la tenencia de acciones de sus bancos. Y aplaudan con fervor la propuesta de FIEL de dejar en la calle a 30 mil empleados públicos en un contexto de desempleo creciente, combustible al clima de violencia cotidiana que tanto los inquieta.