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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
08 JULIO 2001








 BUENA MONEDA
Por Alfredo Zaiat


Crisis 1989-Crisis 2001

Tres años se cumplen de recesión y once meses de tener cerrado el acceso fluido al mercado internacional de crédito. Esa desoladora celebración notifica que la economía no deja de caer en un pozo que parece sin fondo y que bancos e inversores no brindan asistencia financiera porque están convencidos de que Argentina no podrá cumplir con su deuda. Con apenas describir los efectos devastadores de esos dos escollos económicos, quedarían ridiculizados todos aquellos que, por ignorancia o por intereses oscuros, sostienen que el problema hoy es político. Pese a Tinelli y a la poca seductora forma de ejercer el poder de Fernando de la Rúa, la raíz de la presente crisis es económica, que luego adquiere obviamente su dimensión política. El fracaso de las recetas tradicionales de política económica acompañada por pujas en el núcleo del poder económico pretende ser travestida en crisis política. Así sólo se favorece a la confusión.
El actual escenario económico es similar al vivido durante la hiperinflación del ‘89, asumiendo cada una de esas crisis expresiones con características propias, pero exponiendo ambas el agotamiento de una etapa de un modelo inaugurado en 1975-1976. Para facilitar el entendimiento se presenta aparte un cuadro-resumen:

Crisis 1989
Hiperinflación
Saqueos
Desocupación
Moratoria de la deuda
Devaluación de la moneda
Quiebra del Estado
Acreedores vs. Grupos
Renuncia de Sourrouille
Inestabilidad política
Crisis 2001
Recesión
Piqueteros
Hiperdesocupación
Default
Riesgo país
Quiebra del Estado
Dolarización vs. Devaluación
Renuncia de Machinea
Inestabilidad política

Cada una de esas manifestaciones detalladas en ese cuadro-resumen, que ponían y ponen a la sociedad ante la sensación del abismo, tienen sus particularidades, pero todas se reúnen en el denominador común de un final de ciclo. Falta en la actual crisis que el Banco Mundial y el Fondo Monetario tire de la alfombra roja de los pies de la Convertibilidad, del mismo modo que lo hicieron con los planes económicos del ‘89 ante la inminencia del derrumbe.
De todas esas variables vale detenerse en una, que puede iluminar un poco ante tanta oscuridad: la puja en el núcleo del poder económico. Grupos económicos locales, conglomerados extranjeros y bancos acreedores han empezado a divergir en sus intereses luego de una década de alianzas estratégicas, integradas para adueñarse del proceso de privatización de empresas públicas. En esta misma columna se escribió, el 19 de agosto de 1999, que “Esa etapa concluyó. Y ya comenzó otra inaugurada formalmente por el titular del Grupo Techint, Roberto Rocca, el industrial más poderoso de Argentina, al plantear la devaluación como una alternativa que no puede descartarse. La experiencia histórica en Argentina indica que cuando se genera una fragmentación en la cúpula del poder empresario irrumpen conflictos económicos”.
Los grupos locales y la banca acreedora disputaban por los recursos del Estado durante los 80. Esa puja concluyó en la quiebra del Estado y en la híper del ‘89, a la que le sucedió la etapa inaugurada por Carlos Menem de apertura y privatización. Esta derivó en una alianza Grupos-Acreedores a la que se le sumó las operadoras internacionales de las compañías que se privatizaron. Terminado el negocio, cada una de las partes asumió su propia estrategia. Los grupos locales vendieron sus participaciones en las privatizadas con una ganancia financiera espectacular, además de desprenderse de muchas de sus empresas a multinacionales. Lo mismo hicieron los bancos acreedores. Y los operadores se quedaron con las privatizadas que, en mercados monopólicos, les brindan tasas de retorno muy superiores a las que consiguen en sus países de origen.
Esa separación abrió el debate al interior del poder económico de ¿cómo se sigue? Y el tipo de cambio pasó a ser central en esa discusión. A multinacionales y operadoras de privatizadas una devaluación les significaría una pérdida importante luego de las millonarias inversiones realizadas en activos fijos. Son, entonces, los principales impulsores de la dolarización para, de ese modo, anular el riesgo cambiario. Por lo contrario, los grupos locales han registrado un importante incremento de sus cuentas en dólares en el exterior luego de la venta de sus empresas, lo que una devaluación significaría una fuerte ganancia de capital.
Si se entiende esa dinámica, la crisis política y de autoridad presidencial viene después.