Crisis 1989-Crisis 2001
Tres años
se cumplen de recesión y once meses de tener cerrado el acceso
fluido al mercado internacional de crédito. Esa desoladora
celebración notifica que la economía no deja de caer
en un pozo que parece sin fondo y que bancos e inversores no brindan
asistencia financiera porque están convencidos de que Argentina
no podrá cumplir con su deuda. Con apenas describir los efectos
devastadores de esos dos escollos económicos, quedarían
ridiculizados todos aquellos que, por ignorancia o por intereses
oscuros, sostienen que el problema hoy es político. Pese
a Tinelli y a la poca seductora forma de ejercer el poder de Fernando
de la Rúa, la raíz de la presente crisis es económica,
que luego adquiere obviamente su dimensión política.
El fracaso de las recetas tradicionales de política económica
acompañada por pujas en el núcleo del poder económico
pretende ser travestida en crisis política. Así sólo
se favorece a la confusión.
El actual escenario económico es similar al vivido durante
la hiperinflación del 89, asumiendo cada una de esas
crisis expresiones con características propias, pero exponiendo
ambas el agotamiento de una etapa de un modelo inaugurado en 1975-1976.
Para facilitar el entendimiento se presenta aparte un cuadro-resumen:
Crisis
1989
Hiperinflación
Saqueos
Desocupación
Moratoria de la deuda
Devaluación de la moneda
Quiebra del Estado
Acreedores vs. Grupos
Renuncia de Sourrouille
Inestabilidad política |
Crisis
2001
Recesión
Piqueteros
Hiperdesocupación
Default
Riesgo país
Quiebra del Estado
Dolarización vs. Devaluación
Renuncia de Machinea
Inestabilidad política |
Cada una
de esas manifestaciones detalladas en ese cuadro-resumen, que ponían
y ponen a la sociedad ante la sensación del abismo, tienen
sus particularidades, pero todas se reúnen en el denominador
común de un final de ciclo. Falta en la actual crisis que
el Banco Mundial y el Fondo Monetario tire de la alfombra roja de
los pies de la Convertibilidad, del mismo modo que lo hicieron con
los planes económicos del 89 ante la inminencia del
derrumbe.
De todas esas variables vale detenerse en una, que puede iluminar
un poco ante tanta oscuridad: la puja en el núcleo del poder
económico. Grupos económicos locales, conglomerados
extranjeros y bancos acreedores han empezado a divergir en sus intereses
luego de una década de alianzas estratégicas, integradas
para adueñarse del proceso de privatización de empresas
públicas. En esta misma columna se escribió, el 19
de agosto de 1999, que Esa etapa concluyó. Y ya comenzó
otra inaugurada formalmente por el titular del Grupo Techint, Roberto
Rocca, el industrial más poderoso de Argentina, al plantear
la devaluación como una alternativa que no puede descartarse.
La experiencia histórica en Argentina indica que cuando se
genera una fragmentación en la cúpula del poder empresario
irrumpen conflictos económicos.
Los grupos locales y la banca acreedora disputaban por los recursos
del Estado durante los 80. Esa puja concluyó en la quiebra
del Estado y en la híper del 89, a la que le sucedió
la etapa inaugurada por Carlos Menem de apertura y privatización.
Esta derivó en una alianza Grupos-Acreedores a la que se
le sumó las operadoras internacionales de las compañías
que se privatizaron. Terminado el negocio, cada una de las partes
asumió su propia estrategia. Los grupos locales vendieron
sus participaciones en las privatizadas con una ganancia financiera
espectacular, además de desprenderse de muchas de sus empresas
a multinacionales. Lo mismo hicieron los bancos acreedores. Y los
operadores se quedaron con las privatizadas que, en mercados monopólicos,
les brindan tasas de retorno muy superiores a las que consiguen
en sus países de origen.
Esa separación abrió el debate al interior del poder
económico de ¿cómo se sigue? Y el tipo de cambio
pasó a ser central en esa discusión. A multinacionales
y operadoras de privatizadas una devaluación les significaría
una pérdida importante luego de las millonarias inversiones
realizadas en activos fijos. Son, entonces, los principales impulsores
de la dolarización para, de ese modo, anular el riesgo cambiario.
Por lo contrario, los grupos locales han registrado un importante
incremento de sus cuentas en dólares en el exterior luego
de la venta de sus empresas, lo que una devaluación significaría
una fuerte ganancia de capital.
Si se entiende esa dinámica, la crisis política y
de autoridad presidencial viene después.
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