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DESECONOMIAS |
por
Julio Nudler
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Economistas abstenerse
Hasta
hace muy poco, uno telefoneaba periódicamente a los economistas
(o mejor dicho, a algunos de ellos) con la expectativa de que
le ofrecieran una lectura personal de la crisis y le revelaran
la manera de superarla. Pero en las últimas semanas, la
languidez desplazó a la curiosidad y la intuición
de que ya no hay mucho por descubrir fue ahogando el impulso necesario
para conseguir línea, marcar el número y esperar
alguna respuesta reveladora.
La última vez en que la expectación pudo palparse
en el aire ocurrió cuando Domingo Cavallo aterrizó
de nuevo como salvatore. Para el 15 de junio, al lanzar el factor
de empalme, el mago ya tenía la varita sin pilas. Pero
el desinterés no atañe sólo al mediterráneo:
los demás economistas también perdieron sex appeal.
No interesa mayormente lo que puedan mostrar. Ya no ejercen la
seducción de antaño: demasiados fracasos los devaluaron.
Ahora, cada vez que un equipo económico deja el gobierno,
todos se dicen éstos no vuelven más.
Capillas enteras se quemaron en pocos meses, como los economistas
del CEMA (Roque Fernández, etc.) o los de FADE (José
Luis Machinea, etc.), o bastaron días, como sucedió
con FIEL (Ricardo López Murphy, etc.).
Otros, todavía no escaldados porque sus ideas no fueron
sometidas al test de la realidad, no evitaron sin embargo la erosión
de todo el gremio.
La sensación es que ningún economista tiene nada
importante que ofrecer, y aunque llegase a tenerlo, bastaría
ponerlo a cargo para que la crisis lo fagocitara. Machinea buscó
infructuosamente, a lo largo de 15 meses, la reactivación,
y se fue para no hundirse en la cesación de pagos. A Cavallo
el riesgo país se le burla en la cara y demuele su prestigio.
Pero sus tribulaciones no desvían el interés hacia
otros proveedores de programas. Todas sus opiniones son tomadas
a beneficio de inventario. La impresión es que la crisis
económica argentina les queda grande a todos.
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