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DESECONOMIAS |
por
Julio Nudler
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Maldito
tango
La culpa
fue de aquel maldito tango..., cantaba Libertad Lamarque
aquellos malos versos de Luis Roldán con la orquesta de
Mario Maurano, en una acusación que hoy reproducen los
tenedores de bonos argentinos. Es curioso que cuando México,
Rusia y Brasil proyectaron la sombra ominosa de sus crisis financieras
sobre el resto del mundo, al contagio que indujeron se lo denominara
efecto tequila, vodka o caipirinha, bebidas de alta gradación
alcohólica, intoxicantes y perturbadoras, y que en cambio
al mal propagado por la Argentina se lo identifique con un género
musical entrañable, nacido de una vasta fusión cultural,
y en principio inofensivo, salvo para personas con una sensibilidad
estética que no es propia de operadores y brokers.
También es verdad que, empezando por el plano moral y concluyendo
por el económico, el tango fue visto por los propios porteños
en las primeras décadas del siglo XX como una fuente de
perdición cuando atraía a criaturas inocentes, generalmente
avecindadas en los suburbios, hacia la disipación, la lujuria,
los alcaloides. Era la danza maligna, como verseó
Carlos Atwell Ocantos. Y ya lo vaticinó Enrique Cadícamo
en La reina del tango, sin especificar a qué
banca ni administradora de fondos se refería: Algún
día tendrás que bailar / el tango grotesco del juicio
final.
En cualquier caso, el tango no puede escabullirse, extraviándose
en los meandros electrónicos de la globalización,
porque es un naipe marcado, como ya explicara Angel Greco: ¿Dónde
te fuiste, tango, / que te busco siempre / y no te puedo hallar.
/ Te juro por mi vieja / que si no te encuentro / me pongo a llorar.
/ Fui por Florida ayer / y por Corrientes hoy. / Me han informao
/ que te habías piantao / con tu bandoneón. / Pero
yo sé que vos / no aguantarás el tren. / Naipe marcao
/ cuando ya es junao / tiene que rajar. Y cuanto más lo
rajen, más subirá el riesgo país. Por eso
es mejor que vuelva, cierre el bandoneón y apechugue, guardado
en su humilde caja.
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