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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
15 JULIO 2001








 DESECONOMIAS
 por Julio Nudler


Maldito tango

La culpa fue de aquel maldito tango...”, cantaba Libertad Lamarque aquellos malos versos de Luis Roldán con la orquesta de Mario Maurano, en una acusación que hoy reproducen los tenedores de bonos argentinos. Es curioso que cuando México, Rusia y Brasil proyectaron la sombra ominosa de sus crisis financieras sobre el resto del mundo, al contagio que indujeron se lo denominara efecto tequila, vodka o caipirinha, bebidas de alta gradación alcohólica, intoxicantes y perturbadoras, y que en cambio al mal propagado por la Argentina se lo identifique con un género musical entrañable, nacido de una vasta fusión cultural, y en principio inofensivo, salvo para personas con una sensibilidad estética que no es propia de operadores y brokers.
También es verdad que, empezando por el plano moral y concluyendo por el económico, el tango fue visto por los propios porteños en las primeras décadas del siglo XX como una fuente de perdición cuando atraía a criaturas inocentes, generalmente avecindadas en los suburbios, hacia la disipación, la lujuria, los alcaloides. Era la “danza maligna”, como verseó Carlos Atwell Ocantos. Y ya lo vaticinó Enrique Cadícamo en “La reina del tango”, sin especificar a qué banca ni administradora de fondos se refería: Algún día tendrás que bailar / el tango grotesco del juicio final.
En cualquier caso, el tango no puede escabullirse, extraviándose en los meandros electrónicos de la globalización, porque es un naipe marcado, como ya explicara Angel Greco: ¿Dónde te fuiste, tango, / que te busco siempre / y no te puedo hallar. / Te juro por mi vieja / que si no te encuentro / me pongo a llorar. / Fui por Florida ayer / y por Corrientes hoy. / Me han informao / que te habías piantao / con tu bandoneón. / Pero yo sé que vos / no aguantarás el tren. / Naipe marcao / cuando ya es junao / tiene que rajar. Y cuanto más lo rajen, más subirá el riesgo país. Por eso es mejor que vuelva, cierre el bandoneón y apechugue, guardado en su humilde caja.