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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
22 JULIO 2001








 BUENA MONEDA
Por Alfredo Zaiat


El Tío Rico

Ahora es común escuchar entre los que intentan explicar la urgencia del mega ajuste fiscal que las cuentas del país deben ser administradas como las de un presupuesto familiar. No se puede gastar más de lo que ingresa. En general, en un hogar “bien constituido”, como lo definirían aquellos que festejan el déficit cero, cada uno de sus integrantes hace su aporte para sostener la buena convivencia entre la parentela. Si no es así, se desata una comprensible batalla entre los miembros de esa misma morada. En ese análisis se omite mencionar que en el presupuesto de ese hogar también existe el rubro deuda e intereses a pagar. Y si esa partida es excluida del ajuste genera una insoportable carga en el resto de la familia, que en forma previsible se quejará. El recorte de Cavallo deja afuera a Tío Rico, dueños de los bonos de la deuda, precisamente para cumplir con los compromisos asumidos con él. Sin embargo, en un hogar cuando hay problemas en las finanzas, además de podar gastos también se involucra en la crisis al banco acreedor: se pacta una renegociación, usualmente con una quita y extensión en los plazos, que es la contribución de la entidad financiera para salir de un atolladero que involucra a las dos partes. En caso contrario, el deudor directamente se declara en quiebra. Instancia ésta última que los bancos tratan de evitar a toda costa porque saben que de esa forma cobrarían poco o nada, situación traumática que es, justamente, la fortaleza del deudor desde su posición de debilidad en la negociación.
Aunque la idea dominante es que en esa familia, que todavía se llama Argentina, el gasto es excesivo con cuentas desequilibradas, lo cierto es que el presupuesto es austero. Excesivamente austero. Y el desequilibrio se explica, en gran parte, por el crecimiento desproporcionado de transferencias de recursos al Tío Rico y a sus socios, entre los que se destacan las AFJP. Las cifras son contundentes: si se excluye el gasto por los pagos de intereses, el aumento del gasto alcanza a apenas 269 millones de pesos en los ¡últimos cinco años! (Informe sobre el Presupuesto Nacional 2001, Grupo Sophia-CIPPEC). Y en el último año las erogaciones disminuyeron en 117 millones.
Se argumenta que hubo despilfarros, corrupción, mala asignación e ineficiencia en el gasto público. Y que ahora hay que pagar esa irresponsabilidad recortando salarios públicos y jubilaciones para tener déficit cero y no tener necesidad de pedir prestado. Si hubo irresponsabilidad en el manejo de los recursos que llevaron a desequilibrios crecientes que ya nadie quiere financiar, también la hubo de aquellos que entregaron esos fondos a manos de administradores poco fiables. Y también ellos deberían pagar, entonces, por ese pecado.
En esta familia, sin embargo, se está salvando al Tío Rico que alentó, financió y se llenó los bolsillos con esa supuesta irresponsabilidad. Para equilibrar las cuentas en una forma más equitativa y, fundamentalmente, más consistente para el mediano plazo, los dueños de la deuda instrumentada en títulos públicos tendrán que aceptar, tarde o temprano, una quita a ese capital. Esa poda podrá ser ordenada o traumática, forma del desenlace que será clave para definir la evolución futura de la economía. En los hechos, Argentina está cerca de la moratoria o default. Está pagando la deuda mediante vías alternativas, que algunas se van agotando y otras son insuficientes: con ahorro previsional de los trabajadores (bonos que compran las AFJP), con créditos de organismos multilaterales, reservas y salvatajes financieros locales. De esa forma, los inversores extranjeros tienen cada vez menos exposición en deuda argentina, lo que facilita una renegociación global con quita. Recorte que no debe ser dramatizado como el fin de la Argentina y el derrumbe de la economía a un pozo que llevará décadas resurgir, como difunden con picardía los bancos y sus economista-voceros. Hace no mucho, Argentina también estaba en una situación fiscal y financiera parecida a la actual. Con una moratoria parcial en el pago de los intereses y sin acceso al crédito internacional. Se estructuró el Plan Brady, con quitas en la deuda, y no fue el fin del mundo. Fue una poda consensuada luego de un largo padecimiento. Como se sabe, en este tipo de familias, el Tío Rico refunfuña pero al final deja caer algunas monedas para sus sobrinos para preservar, fundamentalmente, el resto de su fortuna.