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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
29 JULIO 2001








 BUENA MONEDA


¿Déficit cero o cero ideas?

Por Federico I. Poli
y Miguel G. Peirano *

Hay toda una corriente de economistas que apoyaron y dieron sustento intelectual durante los ‘90 a un enfoque de política económica que trajo a nuestro país una de las crisis más profundas de su historia contemporánea. Estos economistas tienen una visión unilateral del problema económico argentino, demonizando al gasto público y planteando como la panacea su necesario ajuste.
La realidad de la economía argentina es más compleja y abarcativa. Nuestro país enfrenta numerosos desequilibrios, entre ellos el fiscal, el externo y del mercado de trabajo. En la actual coyuntura, no es aconsejable ningún tipo de medida de política económica que intente atacar alguno de estos desequilibrios a costa de profundizar algún otro.
La actual crisis fiscal se intenta superar mediante la estrategia del déficit cero que implica un nuevo ajuste (de magnitud variable e incierta) sobre los ingresos de los asalariados estatales y jubilados. Independientemente de la discusión entre ortodoxos y “keynesianos” sobre la problemática de la demanda efectiva que conlleva el ajuste fiscal, lo cierto es que la historia reciente de los últimos años muestra lo estéril que resulta esta estrategia del ajuste permanente que no resuelve el problema del déficit fiscal, generando, por el contrario, permanentes caídas del PBI que obligan a nuevos ajustes.
Es obvio que una mayor recesión significa ahondar el desequilibrio del mercado de trabajo, que actualmente muestra los niveles elevadísimos de desempleo y subempleo junto a una importante pobreza.
Finalmente, el aspecto olvidado por la mayoría de los economistas en sus análisis es el impacto de las medidas de política económica sobre el sector externo, punto sobre el que nos interesa detenernos por su relevancia en la dinámica de la actual crisis económica. Haciendo historia, nuestro país entre 1991 y 1999 observó un déficit en la cuenta corriente del balance de pagos (balance comercial, gastos en turismo, intereses de la deuda externa y remesa de utilidades de las filiales de las multinacionales) de U$S 75 mil millones y una variación de reservas internacionales por más de U$S 20 mil millones.
Mientras esto ocurría los economistas oficiales decían que el déficit en cuenta corriente no interesaba porque, desde una visión contable, se financiaba con ingreso de capitales y que cuando dejaran de ingresar fondos del exterior, ese déficit se revertiría inmediata y automáticamente. Lo que preferían ignorar es que el mencionado déficit y la acumulación de reservas necesarias para el funcionamiento de la convertibilidad implicaban un aumento en el stock de deuda externa y, en el mejor caso (cuando se tratara de Inversión Externa Directa), compromisos futuros en divisas por las regalías que estas empresas envían al exterior. De este modo, si nuestra economía no generaba una fuerte corriente inversora hacia los sectores transables que permitieran sustituir importaciones e incrementar las exportaciones, en algún momento, los acreedores dejarían de prestarnos y nos veríamos sin los dólares comerciales necesarios para hacer frente a nuestros compromisos externos. Así, nuestra relación deuda externa/PBI saltó del 28,5 por ciento en 1993 a 50,5 por ciento en 1999, en tanto la ratio intereses/exportaciones pasó del 22 al 40 por ciento.
El otro dato relevante que prefieren desconocer aquellos economistas es que fue el sector público con su endeudamiento el que cubrió las necesidades de divisas que tuvo la economía argentina en su conjunto durante los ‘90. Actualmente, el mercado internacional de deuda se encuentra cerrado para nuestro sector público y los organismos internacionales, luego del blindaje restringieron el financiamiento no voluntario hacia nuestra economía. Si a esto se agrega un importante proceso de fuga de divisas que se verifica desde el mes de marzo, que seha agudizado en el último mes (con una caída de las reservas de U$S 3 mil millones entre fines de junio y el 20 del corriente) e importantes vencimientos de deuda que se deben afrontar el próximo año, vemos que la restricción externa es determinante y no se resuelve con ajustes fiscales. Es hora de comenzar a mirar los problemas alejados de simplificaciones y atendiendo la complejidad de la situación tanto a nivel social como macroeconómico.

* Economistas.