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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
05 AGOSTO 2001








 BUENA MONEDA

Vacas sagradas

Hay sociedades que asumen sacrificios o privaciones por convicción religiosa o de otro tipo que para algunos son incomprensibles. Uno de los casos que usualmente se menciona es el de la India, con una porción importante de su población en la pobreza, con carencias varias, pero donde las vacas son sagradas. La mayoría de los habitantes de ese país cree en la reencarnación, uno de los principales postulados de la religión hindú. No se puede matar, según esa fe, a ningún ser vivo, puesto que creen que las almas se reencarnan en animales o en otros seres humanos. El andar libre de vacas, activo alimentario y de valor de exportación, por las polvorientas calles de ciudades de la India entre muchedumbre de humildes e indigentes no resulta fácil de entender para el resto que no conoce la profundidad espiritual de ese culto. Pero la India no es el único país que eleva al altar de lo sagrado lo que para otros les parece una necedad o terquedad mayúscula. En Argentina se ha dispuesto a la convertibilidad con su paridad 1 a 1 y el respeto de los compromisos externos al nivel de lo sagrado. Cualquier sacrificio es válido para cuidar esas “vacas”. La diferencia con las de la India es que en ese país existe una verdadera e intensa fe religiosa para venerarlas. En cambio, aquí la adoración tiene otros intereses menos espirituales.
Para ciertos financistas y analistas de bancos de inversión internacionales el esfuerzo de Argentina para defender la identidad del peso con el dólar les resulta tan incomprensibles como las vacas sagradas en India. Lo cierto es que, más allá de las apuestas especulativas de esos operadores, la sociedad argentina asume con esa política cambiaria un costo elevadísimo, de pobreza, destrucción de lo poco que queda del parque industrial, de desocupación y marginación. Poco importaría lo que piensen afuera sobre la defensa de la sagrada paridad del 1 a 1 si los costos asociados a esa política cambiaria se distribuyeran de otra forma, involucrando a los sectores de mayores ingresos y a nichos de privilegios impositivos en el objetivo de sostener esa fantasía. Cada sociedad es libre de optar por sus sacrificios, al menos si es consciente de ellos. Por lo pronto, una reciente encuesta de Gallup indica que apenas el 16 por ciento de la población está a favor de salir de la convertibilidad. Pero los costos del último ajuste alcanzaron niveles impensados, como el del recorte de jubilaciones. Puede ser que esa poda, que en los próximos meses superaría al 13 por ciento tal como viene la recaudación impositiva, sea el límite del respeto a la bendita convertibilidad. O no.
Sin importar la fe cambiaria de los argentinos, en el exterior se la observa como un bicho raro en el actual contexto de monedas fluctuando libremente. Y no acompañan ese dogma al momento de hacer negocios. Se sabe que el país tiene vedado el acceso al crédito internacional y al local sólo lo consigue a tasas “ruinosas”. También las empresas tienen dificultades crecientes para emitir títulos de deuda, incluso para los grupos más poderosos. Estos sólo consiguen colocar bonos con originales cláusulas que liberan a los inversores de quedar atrapados de la “vaca” sagrada argentina. Uno de esos casos fue revelado en el último informe del Departamento de Renta Fija del Banco Río: Pecom Energía, una de las principales empresas del Grupo Pérez Companc, emitió un papel por 220 millones con un seguro para el inversor. En caso de “no convertibilidad”, precisaron en el documento del Río, los tenedores de ese bono distribuido por el Deutsche Bank cobrarán en petróleo. Pérez Companc consiguió así esos recursos a una tasa del 9,3 por ciento anual, imposible para el Gobierno y muchas otras grandes empresas a través de colocaciones tradicionales. Ese es el beneficio de la herejía cambiaria.