El
capital capitaliza mejor
Una vieja
conocida, la capitalización de deuda externa, está
de regreso. Ahora los activos públicos a entregar a cambio
de esos bonos depreciados serían acreencias de Impositiva,
que los contribuyentes podrían cancelar con títulos,
corriendo con la ventaja del desagio. La idea es generar así
cierta demanda de papeles argentinos y frenar su caída.
Obviamente, mucho más prolijo y conveniente sería
para el fisco reabsorber él mismo esos bonos, con la quita
vigente en el mercado, pero no cuenta con el dinero para hacerlo.
Con el retorno de este mecanismo de autofagia resurgen los viejos
espectros de la capitalización, tan cargados de prácticas
corruptas. Hay escándalos que aún se arrastran en
la Justicia, como los que protagonizó el extinto Banco
Nacional de Desarrollo e involucran, entre otros, al Citibank.
Y privatizaciones fangosas como la de ENTel, pagada en gran parte
con esas láminas. En muchos casos, la enorme distancia
entre el valor nominal o facial de los títulos y su precio
en el mercado, que llegó a ser de apenas un octavo, más
la conversión entre dólares y la moneda nacional
a una paridad generalmente arbitraria, dieron lugar a sospechosos
manejos nunca investigados ni punidos.
La idea de reflotar de algún modo la capitalización
surgió también en torno de los patacones bonaerenses,
aunque por ahora también para la cancelación de
deudas tributarias, con lo cual el activo a adquirir
es menos tangible que las ex empresas del Estado. Pero en la medida
en que los bonos provinciales sean transados por debajo de su
valor de paridad aparecerá un margen para el negocio de
arbitraje de terceros, cuya clave serán los contactos que
manejen dentro de los aparatos administrativos públicos.
La experiencia del pasado es que los papeles van y vienen, y al
final la deuda estatal queda y se acrecienta, mientras en el camino
alguien se apropia de rentas oscuras. ¿Por qué no
pensar que esta vez podría ocurrir lo mismo?