Conservadores
Nuestro drama es realizar
un proyecto alcanzar objetivos dentro de nuestro tiempo
de vida, una restricción incierta pero fatal, a la que se
suman otras casi tan inexorables: los ingresos familiares y los
precios de los bienes. Uno no puede fijar su propio ingreso, porque
uno solo no se da empleo ni fija su salario; ni puede fijar el precio
de los bienes, porque el consumo de uno es una parte insignificante
de toda la demanda. Los ingresos y los precios son magnitudes supraindividuales:
resultan de millones de decisiones de familias, de empresas privadas,
del gobierno y del exterior. Uno puede gastar su ingreso o ahorrarlo
y eso no cambia el mundo. Pero, si muchos consumen más, pueden
incrementar el gasto global y con ello inducir a las empresas a
ofrecer más empleo; o consumir menos, reducir el gasto global
y desanimar a las empresas, que darán menos empleo. El gobierno
puede influir en las decisiones por innumerables caminos que sólo
él puede usar, tales como elegir a quiénes favorecer
con subsidios o gravar con impuestos. Pero no puede mantener a la
vez y para siempre ocupación plena y nivel de precios estable.
Ya Hume, en 1752, notó que a medida que el empleo crecía,
tendían a subir salarios y precios. ¿Qué objetivo
elige un gobierno? Ello depende de su signo político y por
tanto a qué valores se subordina. Lo que en EE.UU. son partidos
demócratas o republicanos aquí son populares o conservadores.
Un gobierno popular busca que todos tengan ingreso y ello se consigue
creando empleo. Un gobierno conservador busca que no pierdan valor
las divisas de los ricos ni bajen las ganancias de las empresas,
y esto se consigue con precios estables y salarios bajos. La estabilidad
en sentido popular ve el pleno empleo como fin y el gasto público
como medio. La estabilidad en sentido conservador ve
como meta inflación cero y salarios bajos, y como instrumento
al empleo. En el segundo caso, mantener en desempleo como
potencial reemplazante de quienes reclamen más salarios y
mejores condiciones de labor apenas a un 10 por ciento de
la fuerza de trabajo, disciplina y silencia quejas del otro 90.
David Vines, experto en política macroeconómica, dijo:
[los economistas conservadores] aseguran frenar la inflación
con políticas recesivas, que usan la amenaza de desempleo
potencial como ayuda para contener el alza salarial (Royal
Bank of Scotland Review, 1986).
Jíbaros
Los
primeros en clasificar el capital y en examinar los rasgos característicos
de sus componentes fueron los fisiócratas. Adam Smith no
sabía nada de ello antes de conocer a los fisiócratas
en París, pero después superó notoriamente
a sus maestros. Entre otras cosas, analizó la dinámica
de las inversiones, o destinos que va teniendo el capital según
un país avanza: en sus inicios, el capital se invierte en
la agricultura, luego en la industria y luego en el comercio internacional.
Vieytes, al leer esto, dijo: tenemos tanta tierra y tan poco capital,
que todos los capitales que aparezcan irán a parar al fondo
de la tierra, y eso por seis siglos por lo menos. Una década
después, al ocurrir el descenso de la tasa de ganancia del
capital en Inglaterra, atribuido a invertirlo en tierras marginales,
Ricardo propuso evitar la caída de la tasa de ganancia invirtiendo
el capital en tierras fértiles extranjeras, e importar sus
producciones. Por primera vez aparecía la inversión
en el extranjero como medio para sostener y aun acrecentar las utilidades
del capital. Inglaterra tardó treinta años en llevar
a la práctica el mensaje ricardiano. Pero cuando lo hizo,
desde 1846, se fijó en la Argentina como una jugosa naranja
por exprimir. Inglaterra escribió J. H. Williams
en 1929 halló conveniente producir trigo y carne (y
para tal fin exportar capital) en la Argentina. Williams no
aludía a la radicación de labradores extranjeros en
las pampas, acaso por no considerar al trabajo,y sí al capital,
como factor limitativo (dadas las grandes migraciones de ultramar
entre 1850 y 1930). El resultado fue un sistema mundial de producción
e intercambio, en el que a la Argentina se le asignó el papel
de exportadora de materia prima e importadora de manufacturas. Raúl
Prebisch descubrió que en ese esquema los países industriales,
a través del comercio, captaban todo el fruto del avance
tecnológico, sin compartirlo con sus socios comerciales,
los agroexportadores. Con todo, ese tipo de capital producía
bienes comerciables por otros bienes. En cambio, el capital al que
hoy se seduce eximiéndolo de impuestos, dándole seguro
de cambio mediante el régimen 1 dólar 1 peso, y garantizando
sus ganancias con la recaudación tributaria, no produce un
solo gramo de materia. O peor aun: impide producir y jibariza al
país, su salud pública, su educación popular
y su cultura nacional.
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