Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Las 12

ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
12 AGOSTO 2001








 BUENA MONEDA


Plan premio

En la literatura sobre economía es frecuente el tratamiento de las crisis financieras. El exceso especulativo, que se resume en manía, y la reversión de ese exceso en crisis, crac o pánico demuestra ser históricamente común. Pero para conocer esos procesos es recomendable no limitarse al estudio de lo que se denomina “economía matemática” (variables que buscan el equilibrio) y ampliar el campo de análisis hacia la “economía literaria” (comportamiento de agentes económicos que definen el comportamiento de esas variables). Al menos así, al atenuarse la ignorancia de los hacedores de política económica, se evitarían o se reducirían sacrificios a la sociedad. Desde la manía de los bulbos de tulipanes en 1634, en Holanda, hubo innumerables crisis financieras. Las más recientes y, fundamentalmente, desde el crac del ‘29 de Wall Street, revelaron que, con matices propios, todas se superaron cuando irrumpe un “prestamista de última instancia” que acude al rescate. Este proporciona estabilidad que el mercado privado, capturado por el pánico y la especulación, es incapaz de ofrecer a sí mismo. Es cierto que el papel del prestamista de último recurso está cargado de ambigüedad y dilemas. Y también es cierto que no necesariamente su presencia e intervención resuelva la crisis. Pero sin él, el colapso es inevitable.
La economía argentina está sumergida en una profunda crisis financiera, emergente de un modelo de acumulación de rapiña de los recursos públicos por parte de los grupos económicos más concentrados. Domingo Cavallo fracasó en su intento de buscar que converjan nuevamente, como a principios de los 90, los intereses al interior del poder económico. Con ese objetivo presentó iniciativas una tras otra, en una estrategia errática que no terminó de convencer a nadie, provocando de ese modo la agudización de la crisis. Su estrategia de gestos arrojados hacia uno y otro bando no le sirvieron: incorporación del euro a la convertibilidad, el factor empalme, planes de competitividad, megacanje, Déficit Cero. Nada de ello sirvió. Disparada la corrida, el argumento para minimizar esas iniciativas es que “había que ver los resultados”.
Recién en estos días, cuando la sangría de depósitos se aceleraba acercando peligrosamente el fantasma del default y devaluación, Cavallo tomó por primera vez la iniciativa de enfrentar a la crisis; no de pedirle clemencia. Esto no significa que, dada la dinámica que asumió la fuga, pueda detenerla. Pero, al menos, se ha estirado el horizonte con la carta jugada de proponer el pago de impuestos con títulos públicos. Y también con el paquete de auxilio del FMI y la liberación del crédito de salvataje contratado a bancos extranjeros para asistir al sistema financiero local. Esos auxilios vienen a actuar de “prestamista de última instancia” ante el deterioro de la calidad de la convertibilidad y de las defensas del sistema bancario.
Al habilitarse el pago de impuestos con bonos, se apunta a revertir la tendencia a la baja de las cotizaciones, empujada por operaciones especulativas que tenían como protagonistas a Goldman Sachs, JP Morgan, Lehman Brothers y Deutsche Bank, entre otros. Esa medida financiero-impositiva concentra en el mercado una demanda poderosa, constituida por las principales empresas que operan en el país, que estaba atomizada para revitalizar los precios de los bonos. El equipo económico aspira a que esa estrategia desplome el riesgo país y, enfriado ese termómetro de la crisis, se tranquilicen los ahorristas dejando el dinero en los bancos.
Esta es la última apuesta de Cavallo para evitar lo que dice que quiere evitar: el default y la devaluación. Y lo explicitó, a su forma, en su último discurso en el Banco Nación cuando detalló el Plan Premio: “En el exterior no nos tienen confianza. No nos creen. Nosotros somos los que tenemos que confiar”, dijo dramáticamente. Así involucró a las grandes empresas y bancos en la responsabilidad de salir de esta crisis financiera. Si no salen a comprar bonos para pagar impuestos, ya se sabe cuál será el desenlace.