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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
26 AGOSTO 2001








 BUENA MONEDA

Herido

Cualquier otro ministro de Economía se sentiría avergonzado. O por lo menos herido en su amor propio. O, si se quiere, un poco abochornado. Pero no parece ser el caso de Domingo Cavallo, que en estos días de crisis sus conferencias de prensa se han convertido en una burla al sentido común por la cantidad de incoherencias que expresa. Hay que tener una personalidad un tanto particular para no sentirse incómodo ante la desinhibida exigencia del Fondo Monetario y del Tesoro de Estados Unidos de realizar “una operación voluntaria y basada en el mercado para incrementar la viabilidad del perfil de la deuda argentina”. Ese objetivo fue el supuestamente perseguido en el megacanje de deuda organizado por la troika Cavallo-Mulford-Marx, concretado hace menos de tres meses. Nada menos que el FMI y el Tesoro expresaron, en lenguaje diplomático y sin hacer referencias directas, que esa operación de canje fue un fracaso. Y que Argentina debe resolver el problema de la deuda con una ingeniería financiera “inteligente”, como instruyó Paul O’Neill, secretario del Tesoro. Ese trueque ruinoso, que aumentó la deuda a una tasa de interés del 15 por ciento anual por un leve alivio en el pago de intereses en los próximos tres años, no sirvió para alejar el fantasma del default, sino que lo convocó con más fuerza. Ahora el Fondo y el Tesoro alientan una nueva permuta o transacción que sirva para disminuir la carga de la deuda. ¿Los bancos devolverán, entonces, los exagerados 150 millones de dólares cobrados por las comisiones del megacanje? ¿Cavallo invitará otra vez a su amigo David Mulford a participar de la nueva operación? ¿O antes de que se concrete, Cavallo y Marx tendrán que darse una vuelta por Tribunales para evitar su procesamiento por las irregularidades registradas en el caganje?
También quedó en claro en las prolongadas tratativas en Washington que el rescate FMI-Tesoro de EE.UU. fue logrado por el miedo a una desestabilización política regional que podría provocar la caída de Argentina más que por convencimiento de su viabilidad económica. En el directorio del Fondo existe consenso de que la paridad fija no es la mejor política cambiaria. En el Tesoro les cuesta entender la obstinación por defender la Convertibilidad. Y los analistas de bancos de inversión no terminan de asimilar la vocación militante de los argentinos por defender el 1 a 1. Lo cierto es que hasta el parto del salvataje, en los momentos de los pujos, la devaluación fue uno de las propuestas que con más insistencia impulsaron varios directores del Fondo.
Del mismo modo evidente fue el papel secundario de Cavallo en esa negociación clave para evitar el colapso. El mediterráneo ya perdió todo el encanto con el que había cautivado inicialmente al Gobierno. En el exterior ha perdido brillo e influencia. Y en la gente la magia de la mingomanía desapareció. Fracasó en todos sus intentos por sacar a la economía de la recesión. Más bien, sus medidas inconsultas y presentadas en forma caótica colaboraron para generar más incertidumbre y, por lo tanto, profundizaron la crisis. A esta altura, no parece una buena estrategia que Cavallo sea quien busque tranquilizar a los ahorristas convocándolos a que regresen sus depósitos al sistema local. Su palabra se ha devaluado. A propósito, ¿cuándo traerá Sonia el dinero que tienen colocado en un fondo en el exterior?
Con el poco respiro que otorga ese acuerdo con el FMI, ciertos hombres muy cercanos a Fernando de la Rúa han empezado a evaluar cambios en Economía. Dicen que no despierta esperanza en un sector de la población, que no interviene en la resolución de los problemas (Colombo se ocupa de los gobernadores y de la reforma del Estado, Marx del FMI, Giavarini de persuadir al G7) y que cada vez que habla confunde. Concluyen, entonces, que Cavallo habría terminado un ciclo. El Mingo está herido.