Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Las 12

ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
30 SEPTIEMBRE 2001








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López

La derrota

SLa Argentina es como un tren en que viajan pasajeros de primera y de segunda, detenido en algún punto del camino a la espera de una señal que nunca llega. Hay un solo vagón de primera, cuyos pasajeros viven de ganancias. El resto, vagones de segunda cuyos pasajeros viven de un salario. Ninguno gasta. Los de primera no invierten, por miedo al futuro. Los de segunda no consumen, por la incertidumbre de su salario. La imagen, sin embargo, veraz en algunos aspectos –una sociedad polarizada en dos clases muy distantes entre sí, consumo e inversión en baja y desconfianza del futuro– no lo es en todos: ya no hay ferrocarriles de larga distancia en el país: se han eliminado. Y aunque los hubiera, 40 por ciento no podría viajar en ellos, porque no les alcanza para pagar el pasaje. Como dijo un funcionario, “los pobres no tienen ni para viajar en colectivo”. Durante una década, Menem y Cavallo nos hicieron creer que, aun entregándola gratis, dar Aerolíneas Argentinas a Iberia era mejor que seguir operándola el Estado; que era preferible no fabricar aviones y dar a la Lockheed los servicios técnicos; y que algún día saldrían transbordadores espaciales desde el aeropuerto de Córdoba; que el petróleo en manos públicas era pésimo negocio; que reducir salarios y eliminar el derecho laboral provocaría mayor demanda de trabajo; que un tipo de cambio inalterable haría más competitiva a la industria; que permitir a empresas de Brasil venir a la Argentina, o a argentinas trasladarse a Brasil, era un juego favorable a todos; que extranjerizar la banca daba solidez al sistema. En fin, que hoy el país estaría en el grupo de los avanzados del mundo. Pero en Añatuya hay más miseria que en cualquier ciudad de la India y el país está último de América latina en infraestructura sanitaria. Más que un tren detenido, que podría reanudar su marcha, debería pensarse en una sociedad que acaba de salir, perdedora, de una guerra. El país fue tratado como enemigo de guerra: en ella, eran objetivos a destruir los yacimientos petrolíferos, los ferrocarriles y las fábricas de aviones y astilleros del enemigo. Todo ello lo ha cumplido nuestra clase “dirigente”. La sociedad está postrada, incapaz de moverse por sí misma; desintegrada por la desigualdad distributiva; incapaz de dar empleo a los nuevos miembros de su fuerza laboral. Está como Alemania, después de acabar derrotada en noviembre de 1918.

Salud

En tiempos de Menem y Cavallo se convirtió una formidable infraestructura de provisión de bienes y servicios, acumulada mediante el esfuerzo de varias generaciones de argentinos, en patrimonio de grupos económicos, privados o extranjeros, fuente de inmensas ganancias. El trabajo mismo se convirtió en recurso barato y descartable. Se llamó a esa suma de salvajadas con nombres dulces: privatización, desregulación, flexibilización. Las grandes masas en todo el país tenían el recuerdo de haber accedido a la luz eléctrica, teléfono, educación primaria, secundaria y universitaria, salud en todos sus aspectos y sin límites. No podía ser fácil convencerlas de que todo aquello había sido un “error”, que el Estado benefactor era un elefante gordo y torpe. Para lograrlo, en la etapa inmediata anterior a la expropiación del Estado por los grupos económicos, se transmitió el claro mensaje de que las empresas del Estado estaban en malas manos. El propio Estado retiró apoyo económico a sus empresas, aunque muchas, como Aerolíneas o YPF, daban pingües ganancias. Si uno volaba por Aerolíneas, percibía un peor servicio de a bordo. Si viajaba en trenes suburbanos, los vagones tenían tapizados sin renovar y carencia de manijas para sostenerse en el viaje. Uno abría la canilla en la cocina, para hacerse un caldito, y salía agua amarilla y maloliente. Cada tanto se cortaba la luz. Si en la vereda una boca de agua manaba sin cesar, o la luz se había cortado, o el teléfono no tenía tono, y llamaba a Obras Sanitarias, Segba o ENtel, el service no venía nunca jamás. La estrategia, apoyada por algunos comunicadores de gran audiencia y conocidamente venales, fue exitosa, y en un pueblo acostumbrado a que el Estado no escuchase sus quejas, logró que los propios usuarios pidiesen la privatización. Al completar sus diez años, Menem dejó poco sin vender, pero lo que dejó fue la técnica de convertir un servicio público que satisfacía una necesidad social, en un negocio privado rentable, con clientela establecida y cautiva. El país va hacia una sociedad sin clase media, formada en su mayoría por pobres, antiguos y recientes. Y una sociedad pobre necesita un servicio de salud pública. ¿Será ésta la próxima privatización? El reciente abandono de afiliados de PAMI enfermos, la falta de higiene en el hospital Pirovano encienden la señal de alarma de que eso puede estar por ocurrir.