¿ALCA o Mercosur?
Se
peleó con los gobernadores, y Chrystian Colombo tuvo que
salir a apagar el incendio. Despreció a los técnicos
del FMI y a los miopes del mercado, y Daniel Marx tuvo
que asumir la tarea de recomponer relaciones con el mundo de las
finanzas. Con soberbia impropia menospreció la capacidad
de los brasileños de manejar su economía, y Adalberto
Rodríguez Giavarini tuvo que hacer malabarismos diplomáticos
para apaciguar la ira del principal socio comercial. Estos son algunos
ejemplos de la particular habilidad de Domingo Cavallo para profundizar
la crisis. Y con dudosa destreza Fernando de la Rúa lo elogia
como patriota por haber asumido el Ministerio de Economía
en los turbulentos días de marzo pasado. A esta altura, con
el riesgo país por encima de los 1600 puntos, ha quedado
probado que los costos de Cavallo al frente del Palacio de Hacienda
han sido muy elevados. Habrá que ver si este Gobierno, luego
de las elecciones de octubre, tiene la capacidad de evitar que el
mediterráneo siga haciendo estragos en las perspectivas de
crecimiento de la economía. Con el ruinoso megacanje de deuda
giró negocios a sus amigos hipotecando al país por
décadas. Con el nuevo canje que se está armando se
trata de compensar parte de ese daño. Ahora, busca destruir
el Mercosur para abrazarse a una incierta, por beneficios y costos,
asociación comercial con Estados Unidos. En este caso, ¿habrá
posibilidad de reparar el daño si avanza en su objetivo de
boicotear el bloque regional?
¿Cómo saber si conviene el Mercosur o el ALCA para
el desarrollo económico si antes en el país que se
debate esa cuestión no define cuál es su estrategia
de crecimiento? Resulta evidente que una y otra opción de
integración comercial con el mundo son excluyentes, pese
al reiterado discurso del Gobierno que el camino que ha de transitar
será el de negociar el ingreso al ALCA desde el Mercosur.
El ALCA implica una extensión del NAFTA (Acuerdo de Libre
Comercio entre Estados Unidos, Canadá y México) a
todo el continente. Impulsado por los Estados Unidos, su objetivo
es asegurar la libre circulación de sus capitales y mercancías,
así como su hegemonía en el continente, puesto que
sus capitales adquirirían, respecto a los de Japón
y la Unión Europea, un acceso privilegiado a los mercados
latinoamericanos. Un área de libre comercio (ALCA) es distinta
a un mercado común (Mercosur). Este supone, además,
tarifas aduaneras exteriores comunes y libertad de movimiento de
la mano de obra, pero constituye igualmente, como lo demuestran
experiencias propias y ajenas, esencialmente, un espacio de acumulación
de capitales más concentrados de la región.
El Mercosur resultó una respuesta superadora a la desgastante
e improductiva rivalidad alentada por los sectores más reaccionarios
de ambos países. Y un avance espectacular a un mero espacio
de comercio recíproco ampliado. Hay que dejarlo claro: no
es fácil ser socio de Brasil; hay que ser firme en las negociaciones,
pero sin Mercosur la economía argentina pierde lo poco de
interesante que tiene para atraer inversiones.
Un verdadero proyecto de integración sería entonces,
a diferencia del ALCA, una asociación entre iguales destinada
a crear las condiciones para la libre circulación de las
mercancías, el capital y las personas en un contexto de transformaciones
económicas, sociales y de apoyo a las regiones más
atrasadas, a fin de alcanzar, en el marco de sus culturas, una creciente
homogeneización del nuevo espacio común. Por el contrario,
un área de libre comercio, como la planteada por el ALCA,
tiende, si se establece entre países con distinto grado de
desarrollo, a acentuar las desigualdades y establecer así
una división del trabajo en la que los más atrasados
operan simplemente como proveedores de recursos naturales y mano
de obra barata.
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