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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
14 OCTUBRE 2001








 BUENA MONEDA


Una tercera moneda

Será un esfuerzo pero tendrán que asumirlo si no quieren seguir haciendo papelones con análisis simplistas. Tendrán que estudiar y empezar a buscar bibliografía referida a la crisis del ‘30 para no parecer ignorantes. A los economistas del elenco estable siempre listos a atender las urgencias de gobiernos de turno se les ha quemado el libreto tradicional, que ya no sirve para explicar lo que está pasando. Sucede que el deterioro económico es tan profundo que resulta inútil proponer la receta de bajar el gasto público para precipitar un proceso de crecimiento. La economía argentina ha ingresado en una etapa de depresión, que si no es tratada con medidas extraordinarias no podrá detener su caída. Depresión que tiene particularidades locales, como que ciertos precios, los servicios públicos privatizados, no retroceden a la misma velocidad que el resto, como salarios o bienes transables internacionalmente. Cualquier estrategia que aspire a esquivar ese diagnóstico de depresión terminará en fracaso, provocando todavía más daño a la ya debilitada economía.
Existe coincidencia en que la Convertibilidad fue el resultado de la crisis de los años ‘80. Fijar la paridad 1 a 1 fue la consecuencia de la destrucción de la moneda nacional por la hiperinflación. La sociedad había asumido al dólar como la moneda de reserva en esos años de inestabilidad de precios. En esos momentos turbulentos, el déficit de las cuentas públicas era financiado mediante la emisión monetaria. Esa vía se agotó cuando el fisco quedó exhausto luego de haber sido exprimido mediante subsidios, festival de bonos, el pago de la deuda, patria contratista. Ese Estado prebendario de los grandes grupos económicos y de la banca acreedora había quebrado y cualquier intento por mantenerlo fracasaba (recordar los planes australitos, Primavera al final del gobierno de Alfonsín). En definitiva, la monetización del déficit fiscal mediante la emisión monetaria se había agotado. El saldo fue la Convertibilidad que clausuró la maquinita.
Durante los ‘90, el desequilibrio de las cuentas públicas fue financiado con un impresionante ingresos de capitales. Liquidación de empresas públicas, endeudamiento y entrada de fondos especulativos fueron utilizados para cubrir los baches. Las privatizaciones se terminaron luego de un proceso teñido de irregularidades y sospechado de corrupción. Desde la debacle rusa en el ‘98, los inversores de bonos y acciones iniciaron una retirada de los mercados emergentes. Y a la Argentina, además, se le cerró el acceso al mercado voluntario de crédito. Así, el dinero fácil de la deuda y las privatizaciones, esa otra forma de financiar el déficit, se agotó.
Ahora, del mismo modo que en los ‘80, la fiesta irresponsable ha llegado a su fin. La licuación de la moneda nacional con refugio en el dólar fue la culminación de un ciclo en los ‘80, que parió la Convertibilidad. La deuda inflada de los ‘90, que el Tesoro de Estados Unidos propone hacer sostenible dentro de una economía de crecimiento, resulta insoportable y tendrá que ser del mismo modo licuada. Pero un canje “voluntario” en el tramo local, como el que se anunciará esta semana, o un default “constructivo”, que proponen académicos de Estados Unidos, no será suficiente para salir de la depresión.
Algunos han empezado a estudiar, entonces, la alternativa de crear una tercera moneda (patacón, libertador o el nombre que sea). Restringida la posibilidad de emitir pesos si no se quiere romper la convertibilidad e impedido de aumentar la deuda, esa nueva moneda permitiría financiar parte del déficit y así relajar un poco el ajuste. Sería una forma de generar demanda y así empujar la rueda. En una primera instancia, debido a la recesión, con tal de vender y cobrar, los comercios aceptarían esa nueva moneda. Se monetizaría parte del déficit y se generaría liquidez y un poco más de demanda para empezar a superar la depresión. ¿Será esa la salida?