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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
14 OCTUBRE 2001








 DESECONOMIAS
 por Julio Nudler

Macroeconomía de la felicidad

A tres economistas –uno de ellos Rafael Di Tella, hijo de Guido– se les ocurrió plantearle a gente de doce países desarrollados preguntas como “¿cuán feliz es usted?” o “¿cuán satisfecho está usted con su vida como un todo?”. El procesamiento matemático de las respuestas les permitió ver, ante todo, que en todas partes es igual: las personas se sienten tanto mejor cuanto mayor es su ingreso, y peor cuanto menor. Además, tener trabajo o carecer de él influye marcadamente en su declarada felicidad: estar desocupado equivale a caerse de las franjas más altas a las más bajas de la distribución del ingreso.
Según Di Tella (Harvard Business School) y sus colegas MacCulloch (Bonner Universität) y Oswald (University of Warwick, England), las respuestas que dan las personas acerca de su felicidad están correlacionadas con las fluctuaciones en el PBI. De hecho, el nivel de desocupación gravita más allá de los desocupados mismos: “Una tasa más alta de desempleo reduce (también) el bienestar de quienes tienen trabajo”. Una interpretación es que existe un “efecto miedo-al-desempleo”.
Hablando en plata, ya que por algo los tres autores del estudio son economistas, “para quienes realmente se quedan desocupados, una recesión sería tan mala como perder 6000 dólares. El sufrimiento no pecuniario causado por la falta de trabajo excede ampliamente la pérdida de ingresos, algo que la economía política estándar ignora”. Por otro lado, según esta investigación econométrica, los individuos necesitarían unos 500 dólares extra (a precios de 1985) de ingreso anual como compensación por una recesión típica. Esto es más de lo que efectivamente pierden, pero ya se vio que las crisis provocan también padecimientos no monetarios.
Si estos números fueran válidos para la Argentina, y teniendo en cuenta la tenaz recesión que dura ya tres años largos, la infelicidad causada por este fracaso de la política económica podría valuarse en unos 53 mil millones de dólares (a precios de 1985). Pero, como es obvio, nadie se hará cargo de la desdicha ocasionada.