Por
Roberto Navarro
El reclamo de
Francisco Macri para que el Estado se haga cargo del endeudamiento
privado, pedido que remite a la triste historia de la estatización
de la deuda externa, refleja el estado de desesperación en
el que está cayendo todo el sector privado. Las quiebras
y los concursos de acreedores, que en los primeros dos años
de recesión afectaban especialmente a las pyme, empezaron
a alcanzar también a las grandes. En los últimos meses
se presentaron en convocatoria empresas como América TV,
Musimundo, Correo Argentino y Gatic. Y para los analistas de deuda
corporativa, lo que viene será peor. Las Obligaciones Negociables
(ON) de decenas de empresas de primer nivel cotizan a precios de
default. Las ON de Multicanal rinden un 75 por ciento anual; las
de la compañía de comunicaciones Impsat, un 111 por
ciento y las de la constructora Sideco de Macri, un
136 por ciento. Rendimientos que revelan que el mercado piensa que
no van a pagar sus deudas. El derrumbe del nivel de actividad, el
alza de la tasa de interés y la fuerte restricción
crediticia conforman un cóctel explosivo que, de extenderse,
puede derivar en una espiral de quiebras de la que nadie estaría
a salvo.
En 1982, desde la presidencia del Banco Central, Cavallo fue uno
de los protagonistas de la estatización de la deuda externa
privada, mediante un seguro de cambio. Decisión que echó
las bases de lo que hoy es la impagable deuda pública. Ahora
la deuda corporativa total asciende a 40 mil millones y los bancos
y calificadoras de riesgo comienzan a pensar que muchas empresas
no podrán pagarla. Las grandes compañías financian
la mayor parte de sus inversiones mediante la emisión de
títulos de deuda privada, papeles denominados ON, que luego
cotizan en el mercado secundario. La operatoria habitual es cancelarlos
mediante nuevas emisiones. Pero desde hace más de un año
son muy pocas las compañías que consiguen colocar
nuevos papeles. En los primeros nueve meses del 2001 las colocaciones
cayeron un 55 por ciento con respecto al mismo período del
2000. La restricción obligó a muchas compañías
a cancelar vencimientos utilizando parte de su capital de trabajo.
La extensión de la crisis está acabando con esos fondos
y pone a las empresas al borde del default.
La fragilidad de la situación financiera del sector privado
obligó a las calificadoras de riesgo a analizar la situación
de las empresas mes a mes. Así, en lo que va del año
hubo 450 bajas en las calificaciones de deuda corporativa. Hasta
marzo quedaban 16 compañías con la máxima nota,
Investment Grade; en la actualidad no queda ninguna. Empresas como
Banco Galicia, Molinos Río de la Plata y Aguas Argentinas,
entre otras, cayeron a categoría CCC, que el mercado considera
de altísimo riesgo.
Muchos bancos están actuando de dique de contención
para evitar que la caída de algunas grandes compañías
desate una estampida que termine arrastrándolos. Si
dejan caer en default a una empresa, el mercado pensará que
la banca se corrió a un costado y se desataría una
ola de quiebras que incluiría a los propios bancos,
explicó a Cash Marcos Deboto, analista de Banco Río.
Por eso las entidades financieras están refinanciando deudas
que, en otras circunstancias, pasarían a la cartera de morosos.
A pesar de la decisión de los banqueros de refinanciar pasivos
para no blanquear la verdadera situación de sus carteras,
la morosidad del sistema ya supera el 15 por ciento, que equivale
a 10.350 millones. Y pasaría al 18 por ciento si no fuera
porque en marzo pasado el Banco Provincia de Buenos Aires transfirió
2000 millones de pesos de deudas en estado irregular al tesoro provincial,
mediante un fideicomiso. Hace apenas un año la morosidad
era del 14 por ciento. A su vez las previsiones por posibles futuras
pérdidas pasaron del 9 por ciento al 13 por ciento del total
de préstamos en el último año. Aunque la situación
general del sistema financiero sigue siendo buena, luego de tres
años de recesión algunos analistas comienzan a temer
que la banca local sufra lo mismo que el sistema japonés.
Cuando la economía de la segunda potencia mundial superó
el quinto año de estancamiento, los bancos japoneses comenzaron
a caer y tuvo que salir el Estado a salvarlos. Las mismas causas
que generaron la debacle de la banca nipona afectan a las entidades
locales: aumento de la morosidad, caída de los precios de
las garantías que respaldan los créditos de sus clientes
y derrumbe de los precios de los activos en cartera (acciones y
bonos). Además, las entidades que operan en Argentina sufrieron
una fuerte caída de los depósitos.
Para Guillermo Corso, economista de Fundación Capital, si
el riesgo país no se sitúa por debajo de 1000 puntos
en los próximos cuatro meses, las empresas no podrán
cumplir sus compromisos. Primero caerán las empresas
y después los bancos, opinó. Además,
la caída de ventas, la deflación y las altas tasas
están minando los balances. Por eso muchos papeles
de empresas con vencimiento en el 2002 cotizan a precios de remate:
nadie cree que los puedan cancelar. Del total de ON, que suman 24.010
millones, el año que viene vencen 7246 millones. Las ON de
la distribuidora eléctrica bonaerense IEBA, que vencen en
marzo próximo, cotizan al 40 por ciento de su valor, con
un rendimiento para quien se anime a comprarlos del 149 por ciento;
los de IMPSA, la constructora de Enrique Pescarmona, que vencen
en mayo, rinden más: el 198 por ciento.
En los primeros nueve meses del 2001 hubo 7067 pedidos de quiebra
y 1018 concursos preventivos de acreedores, ambas cifras superan
los ya altísimos registros del año pasado. Entre los
que convocaron a sus acreedores a renegociar sus deudas se encuentran
firmas como Lapa, Musimundo, Helados Massera, la compañía
de micros Río de la Plata, la fábrica de motores diésel
Perkins, Chocolates Bariloche y el Club Ciudad de Buenos Aires.
A pesar de todas las medidas de flexibilización del uso de
cuentas corrientes que adoptó el Banco Central, la situación
financiera de las empresas es tan frágil que en los primeros
ocho meses del año los cheques rechazados crecieron un 20
por ciento. Pasaron de 2 millones entre enero y agosto del 2000
a 2,4 millones en el mismo período del 2001. A su vez el
plazo de pago promedio pasó de los 45 días de épocas
normales a los 180 días de la actualidad. Y en algunos sectores
llega hasta el año.
La ruptura en la cadena de pagos, la alta morosidad que soporta
el sistema financiero y la depreciación de los títulos
de deuda privada son síntomas inequívocos de que la
posibilidad de que muchas grandes compañías comiencen
a caer en dominó, arrastrando en su camino a los bancos,
no está lejana. Otra prueba de que varias empresas de primera
línea están al borde del precipicio es su cotización
bursátil. Las acciones de Renault, Acindar e Indupa apenas
superan los 20 centavos. Precios que no cubren ni por lejos el valor
de sus bienes muebles e inmuebles. Y que al igual que las cotizaciones
de las ON detalladas anteriormente son catalogados por los analistas
de empresas como precios de remate o precios de quiebra.
Números
1018
fueron los pedidos de concursos de acreedores entre enero
y setiembre, que incluye a América TV, Musimundo, Correo
Argentino, Gatic, Lapa, Perkins, Massera, Chocolate Bariloche,
La Costera Criolla, Club Ciudad de Buenos Aires y Rabbione.
2,4
millones
es la cantidad de cheques rechazados acumulados en los primeros
nueve meses del año. Esta cantidad supera en un 20
por ciento a los cheques voladores del mismo período
del año 2000.
13
por ciento del total de préstamos bancarios los bancos
previsionan como posibles pérdidas futuras. Hace sólo
un año, 9 por ciento. 7246 millones de dólares
de ON vencen el 2002.
15
por ciento es el porcentaje de montos de préstamos
bancarios que están en situación de morosidad.
10.350
millones equivale esa morosidad.
761
ya fueron decretadas por la Justicia con el cierre respectivo
de las empresas.
7067
son
los pedidos de quiebra de los primeros nueve meses del año,
cifra record para el período.
55
por ciento fue la caída en la emisión de obligaciones
negociables (bonos privados) de las empresas.
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Miguel
Peirano economista de la UIA
No
se debe estatizar la deuda privada
¿Qué
opina de la propuesta de Francisco Macri de estatizar la deuda
de las empresas?
No comparto la propuesta. De ninguna manera se
debe estatizar la deuda privada, porque implicaría
una transferencia de ingresos regresiva e injustificada. El
problema de fondo es que este modelo económico no funciona.
Pero sus costos no pueden seguir siendo transferidos a los
sectores de menores ingresos.
¿Cómo se soluciona el ahogo financiero que
están sufriendo la mayoría de las empresas?
Cuando se analicen programas de refinanciación,
deberán diferenciarse a las pymes y a las industrias
de mano de obra intensiva, de capital nacional y con tradición
en el país, de los sectores que desarrollaron sus negocios
en áreas protegidas por marcos regulatorios o que formaron
parte del proceso de privatizaciones.
¿Cómo debería tratarse cada caso?
Las privatizadas pueden fondearse en el exterior.
Para el resto debería analizarse la suspensión
transitoria de las ejecuciones de industrias y productores
agropecuarios, y encontrar un esquema al estilo del Plan Brady,
que permita que la empresa con un bajo nivel de capital inicial
garantice el pago de su deuda y sólo deba afrontar
los intereses, que deberían tener un tope. Además
habría que refinanciar las deudas impositivas.
¿De qué manera?
Con un esquema que vincule el pago de cada una
de las cuotas de la deuda a refinanciar con el nivel de facturación
de las empresas, estableciendo un período de gracia
de uno o dos años, según la gravedad de cada
caso, para que puedan reconstituir capital de trabajo.
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Alejandro
Pavlov analista de Humphreys, sociedad de Moody's
Se
deteriora la capacidad de pago
¿La
extensión de la crisis puede derivar en una cadena
de quiebras?
Hasta el momento, las empresas han tenido un excelente
manejo financiero que les permitió cumplir sus compromisos.
Los empresarios locales estuvieron sumamente cautelosos al
refinanciar sus pasivos a tiempo y a plazos lo más
largos posibles. Ultimamente muchas han recurrido a cancelar
obligaciones con aportes de capital de los accionistas o utilizando
capital de trabajo. Son medidas para aguantar hasta que la
crisis ceda. Si se siguen extendiendo esos paliativos no serán
suficientes.
¿Las calificaciones de las deudas de las empresas
van a seguir descendiendo?
En este momento estamos haciendo una revisión
de todas las empresas a las que evaluamos. En los próximos
días se van a conocer nuevas calificaciones, que serán
más bajas que las actuales. La extensión y profundización
de la crisis van deteriorando las posibilidades que tienen
las empresas de cumplir sus compromisos.
¿Las bajas en las notas son generales o hay sectores
en peor situación?
Las grandes empresas están un poco más
protegidas porque son monopolios, duopolios u oligopolios.
Nosotros en cada caso hacemos un análisis y bajamos
las calificaciones según las perspectivas de cada una.
Aunque es cierto que la situación del país las
arrastra a todas. En las últimas semanas comenzamos
a analizar detenidamente la situación de algunos bancos
y compañías de seguros, que hasta hace un tiempo
eran de los más sólidos, pero que ya se están
viendo afectados.
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Las
perspectivas de las empresas
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Guillermo
Corso
Fundación Capital
Sin refinanciación, caen
Hasta
fin de año, la situación está controlada.
Pero si el riesgo país no baja de 1000 puntos en los
próximos cuatro meses, la mayoría de las empresas
corre riesgo de no poder hacer frente a sus compromisos del
año que viene. El problema sería general. Primero
caerían las empresas y luego los bancos. Las únicas
que podrían aguantar son las petroleras. Los privados
no tuvieron un megacanje ni un blindaje ni recibieron ayuda
financiera externa. El Estado puede seguir tirando, pateando
el default para adelante, pero las empresas no. Si no consiguen
refinanciar sus pasivos, van a caer. Las más expuestas
son las que comercializan bienes y servicios que no son de
primera necesidad, como las de cable. La gente está
prescindiendo de esos gastos. Luego de tres años de
recesión, con varios balances a pérdida, las
posibilidades de conseguir créditos son aún
menores. A partir del segundo semestre del 2002, cuando comiencen
a vencer la mayor parte de las Obligaciones Negociables, la
situación va a ser muy difícil. Las cotizaciones
de las ON reflejan esta realidad. Al Gobierno le quedan pocos
meses para revertir la actual situación.
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Marcos
Deboto
analista de deuda corporativa Banco Río
Los
bancos se hicieron socios
Es
increíble que no caigan más empresas. El hecho
de que haya sido tan mal año ayudó. No tomaron
mucha deuda. El temor es que cuando caiga una, caigan todas.
Los bancos están renovando las ON para no dejarlas
caer en default y que no se les deteriore la cartera. Por
supuesto respetando las reglas de emisión y exigiendo
garantías. Si uno no paga, es la señal de que
los bancos se corrieron y de que empiezan a caer las grandes
compañías. Los bancos están compartiendo
los problemas porque, al prestarles, se hicieron socios. Por
suerte, no había empresas con deudas de corto plazo.
Tuvieron el buen tino de tomar deuda larga. El riesgo de incumplimiento
de muchas empresas para el 2002 es muy superior al riesgo
país. Si Macri pidió que el Estado le pague
las deudas es porque él no las pensará pagar,
porque no puede. Si la actual situación se extiende,
cualquiera puede tener problemas. Los bancos están
al final del dominó, aguantando para que no se caigan
las empresas y los arrastren. Pero, ojo, sólo un banco
acreedor va a financiar a una empresa en problemas. El resto,
los que están afuera, no prestan un peso. De todas
maneras, la situación general de la banca sigue siendo
buena.
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