Jueves, 17 de septiembre de 2009 | Hoy
Si analizamos los resultados de la criminal deforestación de selvas milenarias, para la siembra de soja, con el consiguiente ecocidio y genocidio de lo autóctono: foresta y raza, estaríamos ante un hecho delictivo in fraganti (hay fotos), penado y condenado (pero no castigado aún con firmeza) internacionalmente. El hecho, que incluye zonas de montes fiscales, propiedad de nuestros ancestros, los hermanos indígenas, que son arrasadas sin que deje de mediar la muerte de sus poseedores, otorga derecho a considerarlos delitos de lesa humanidad y contra la vida vegetal y animal. Entonces los señores “dueños” de la madre tierra, los sojeros y grandes ganaderos, entre ellos la Santa Iglesia (Virgen de Itatí), reclaman subsidios y “ayudas”, por la seguía, siendo copartícipes de la misma en distintos grados de complicidad. En decenas o centenas de años de explotación ganadera y de la agricultura, nunca previeron un porcentaje de las ganancias para preservar el agua necesaria, siendo esto técnicamente factible y rentablemente seguro, pues la inversión se devuelve en más producción. En el caso de la siembra, se lograrían dos cosechas por año y el Estado dejaría de subsidiar a los poderosos, destinando ese dinero a paliar el hambre de las mayorías desplazadas.
Oscar Madera
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