Jueves, 26 de julio de 2007 | Hoy
No lo conocí personalmente, no me conocía, no teniamos vínculo. Pero cuando escuché la noticia de la muerte del Negro Fontanarrosa (espero no se enoje por tal confianza), la sensación que tuve fue la de un certero golpe al corazón que me dejó inmovilizado, incluso dejando caer algunas lágrimas. Se nos fue el ejemplo de amigo, allí en la mesa de los galanes, se nos fue el que nos hizo pensar con la filosofía de la calle de Pereyra y Mendieta, se nos fue el amante incondicional de su ciudad, Rosario, enseñándonos que no hay que dejar nuestras raíces, se nos fue el que más allá de todo el dinero que está en juego, nos mantiene el amor hacia una camiseta de fútbol, cualquiera sea. Se nos fue el que nos atrapó con sus cuentos, al leerlos y al verlos en la tele. Se nos fue enseñándonos que una enfermedad es transitoria y hasta el último día siguió creando. Se fue el hombre que en una conferencia de literatura, a sala llena, nos explicó que las “malas palabras” no se “pegan” unas a otras.
Con mis 34 años poco sé de él, pero es mucha la enseñanza que me ha dejado. Se fue el Negro, el amigo que todos quisiéramos tener; y nos dejó un vacío inmenso.
Pablo Spinella
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