Miércoles, 24 de noviembre de 2010 | Hoy
CIENCIA › DIáLOGO CON LORENA RELA, DOCTORA EN BIOLOGíA
El cerebro es la parte del cuerpo que menos conocemos y que presenta enigmas nada fáciles de solucionar. Lorena Rela cuenta sus estudios sobre neurogénesis y la formación de circuitos neuronales.
Por Leonardo Moledo
–Usted es doctora en Biología y volvió con el programa de repatriación... ¿por qué no me cuenta por qué volvió? Cambié, como ve, mi clásica pregunta inicial. Esta no es una pregunta fácil, como la clásica “¿qué hace?”, porque volver no es fácil.
–Contarle qué hago tampoco... En mi caso, de todos modos, es mucho más fácil contarle por qué volví que lo que hago. Porque yo nunca me fui con intención de quedarme afuera. De hecho, fue difícil la decisión de irse, tuvimos que sopesar demasiado, con mi pareja, las ventajas entre irse y quedarse.
–Irse, de todos modos, tampoco está mal.
–No, no, para nada. El asunto es que en el momento en que nosotros nos fuimos había posibilidades ciertas para trabajar en el país, lo cual complicó un poco más la decisión. En ese momento no estábamos huyendo, como sí hubo que huir en otro momento, sino que había que calcular beneficios y desventajas.
–Eso va a durar hasta que la derecha vuelva a gobernar.
–Sin dudas. Bueno, en su momento nos pareció interesante trabajar en países que tienen recursos en exceso dedicados a la ciencia.
–Y se fue a Estados Unidos.
–Efectivamente. Y nos pareció muy útil relacionarnos con gente que tiene buenos recursos en ciencia y que, eventualmente, cuando volviéramos, podrían colaborar en las
investigaciones con donaciones, o nosotros podríamos colaborar en investigaciones allá, conseguir pasantías para los becarios. Había una razón más: nos parecía que uno podía volver con líneas de investigación que acá todavía no están desarrolladas.
–Bueno, entonces, ahora cuénteme qué es lo que trajo de Estados Unidos.
–A mí me interesó, inspirada en mi trabajo doctoral, cómo es que los circuitos neuronales se forman y se establecen. Una cosa que me llamó la atención desde chica es que los circuitos nerviosos son conservados de animal a animal. Uno abre el cerebro de una sanguijuela y ve que las neuronas están en posiciones particulares, tienen morfologías compartidas entre animal y animal. En el vertebrado también pasa lo mismo: uno encuentra que en ciertas zonas del cerebro, ciertas neuronas particulares tienen una morfología muy llamativa pero conservada: es decir que si uno abre otro animal, encuentra la misma.
–¿Qué animales?
–Ratones.
–Cuando abren la cabeza de los ratones, ¿los anestesian?
–Naturalmente.
–Hay toda una corriente que no quiere experimentar con animales. ¿Tiene idea de cómo es eso?
–La verdad es que me llamó la atención ver gente protestando por este tipo de cuestiones. Es mucho más marcado en Estados Unidos; de hecho, las universidades tienen que tomar precauciones muy importantes para evitar que sus investigadores sean agredidos. Acá no es tan marcado. Yo creo que tiene que ver con la diferencia de las condiciones económicas. En países que no están tan marcados por el hambre empieza a haber prioridades que uno podría llamar “de lujo”. Acá tenemos que ocuparnos de cosas mucho más graves: acá tenemos personas que están mal. Estas corrientes tienden a equiparar al animal con la persona, piensan que hay que tratarlo como se trata a una persona. Yo no comparto, pienso que la persona es algo distinto. Y creo que no soy la única que piensa esto.
–Volvamos a lo que hace usted.
–Mi línea consiste en usar el circuito olfatorio de ratones para entender cómo se forman los circuitos nerviosos. Lo que pretendo es entender cómo se establecen ciertas conexiones neuronales. En el desarrollo del animal el cerebro tiene que formarse a partir de materiales que no estaban previamente, con lo cual ocurren ciertos procesos en los cuales células que no tenían características neuronales marcadas ni morfología marcada empiezan a tenerlas. ¿Cómo se da esa formación del sistema nervioso? Eso es lo que me interesa estudiar. Y la razón por la cual elegí el circuito olfatorio es que da nuevas neuronas durante la vida del animal adulto. En otras partes del cerebro no hay neurogénesis, pero aquí sí.
–Lo cual hace 10 años era impensable.
–Claro. Y el sistema olfatorio es una de las dos zonas paradigmáticas de neurogénesis (la otra es el hipocampo). El sistema nervioso tiene, además, como característica interesante la cualidad de generar neuronas nuevas a nivel central que migran al sistema olfatorio (que está en la parte anterior del cerebro: el bulbo olfatorio es la estructura donde ocurre la primera sinapsis del impulso sensorial)... Le cuento un poco la anatomía para que quede más claro. La nariz tiene neuronas sensoriales que son sensibles a olores y tienen una proyección con neuronas del bulbo olfatorio, que están en conexión con partes más posteriores del cerebro.
–Y ese mecanismo incluye la neurogénesis.
–No sabemos bien todavía qué cosas influyen en la neurogénesis. El sistema olfatorio tiene neurogénesis central (es decir, que ocurre en otra parte del cerebro pero migra) y también tiene neurogénesis periférica (es decir: neuronas sensoriales que están en la nariz tienen una vida media, y hay nuevas neuronas que se generan de nuevo y establecen nuevas conexiones con el cerebro). Sus cuerpos celulares están en la nariz, y las nuevas tienen que generar una proyección que tiene que crecer varios milímetros y conectarse al lugar donde se espera que se conecte por su especificidad sensorial. Ese es un proceso muy llamativo, porque una de las características del sistema olfativo es que las neuronas que censan olores similares convergen y establecen sinapsis en zonas próximas anatómicamente en el cerebro. Esos axones no tienen proximidad en el lugar en que nacen, pero convergen juntos en un lugar específico. Y todavía no sabemos bien cómo es ese mecanismo.
–¿Y eso es lo que usted quiere averiguar?
–Quiero traer otro personaje a este escenario. Estos axones de las neuronas sensoriales están en contacto con otras células (no neuronales) que son las células de la glia.
–¿Glia?
–Sí. El origen de la palabra, si no me equivoco, es la palabra latina que significaba “pegamento”. Se pensaba que eran simplemente células de relleno, que están por todo el cerebro, incluso en mayor número que las neuronas. Son células que no tienen capacidad de generar impulsos eléctricos, pero sí tienen capacidad de generar señales de calcio. Son pequeños períodos en que la concentración de calcio aumenta en estas células. Lo que se tiende a pensar ahora, que es una idea que a mí me gusta mucho, es que así como hablamos de redes neuronales tenemos que hablar de redes gliales. Serían redes de células que no son neuronas, que se comunican a partir de otros mecanismos, y son capaces de influenciar el modo en que las neuronas actúan.
–¿Cuál sería la función de estas glias? Debo decirle que es la primera vez que escucho esto.
–Es un tema de investigación que está creciendo exponencialmente. Cada vez se utiliza más el concepto de “red glial”. Y yo creo que recién estamos en el principio de estos desarrollos, que son importantísimos. Una de las cosas que hace la glia es reciclar subproductos del uso de moléculas que las neuronas usan para comunicarse y proveer de metabolitos energéticos a las neuronas. Las neuronas gastan mucha energía para liberar los neurotransmisores. Hay experimentos muy lindos de hace algunos años que demuestran que si no hay buena comunicación glial, las neuronas agotan más rápido su capacidad de comunicarse.
–¿Eso es calcio?
–Glucosa. El modo en que se hace la coordinación para proveer de energía a las neuronas no está claro. Hay calcio involucrado, hay lo que se llama “segundos mensajeros” (moléculas que funcionan como mensajeros dentro de la célula y pueden pasar a otras células). Hay conexiones muy comunes en la glia que son los llamados “uniones nexo”. Son canales que unen los citoplasmas de dos células. Para elucidar la conexión entre la glia y las neuronas propiamente dichas hay alguna gente que habla de gliotransmisores, que serían cosas que salen de la glia y van a las neuronas.
–Esto es muy nuevo, ¿no?
–Es bastante nuevo. El desarrollo fuerte le diría que es de los últimos 20 años. Lo que yo estoy estudiando ahora son unas células gliales muy especiales que se encuentran acompañando a las células gliales olfatorias y que, además de ser interesantes por ser glia en sí, lo son porque están en un lugar absolutamente plástico. Es el único nervio periférico que sostiene el crecimiento axonal. Si uno mira otros nervios periféricos, las neuronas sensoriales que vienen de la piel o de otros lados, no mueren y vuelven a nacer y sostener crecimiento axonal. Pero el nervio que contiene las neuronas sensoriales olfatorias sí lo hace. Entonces se conjetura que hay una glia especial que tiene la característica de ser plástico y que favorece el crecimiento axonal. Eso es interesante, porque si uno pudiera promover el crecimiento axonal en esos lugares donde dejó de ocurrir, sería un boom. Y lo que la gente plantea es que esta glia, que está en un nervio que sí tiene regeneración axonal, podría transplantarse. Eso está medio verde: hay algunos experimentos que mostraron que efectivamente se da regeneración axonal en zonas donde no la había, pero son experimentos que no están siendo repetidos de manera robusta. La otra cosa que se está viendo es que se están empezando a hacer ensayos clínicos con humanos, transplantando esas células gliales en lugares de daño para ver si se puede producir la regeneración. Eso se hace con voluntarios, fundamentalmente en China.
Informe: Nicolás Olszevicki
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