CIENCIA › TERCER ANIVERSARIO DE LOS ROBOTS GEMELOS SPIRIT Y OPPORTUNITY
Les pronosticaron tres meses de vida. Sin embargo, todavía siguen ahí, estoicos: haciendo de los brazos y ojos curiosos de la Tierra en Marte.
› Por Federico Kukso
Tres meses. Nada más. A decir verdad, los científicos de la NASA se quedaron un poco cortos al momento de estimar el tiempo de vida útil de los robots exploradores Spirit y Opportunity –gemelos y norteamericanos– en suelo marciano. Al fin y al cabo, pasaron los días, pasaron los meses y ellos siguen ahí, funcionando. Ahora cumplen tres años y, pese a que sus hazañas ya no ocupan espacio en diarios ni tiempo de aire en noticieros, continúan deslumbrando con su doble función de geólogos y fotógrafos, al acercar cada vez un poco más al seco, gélido y desértico Marte, como nunca hizo ninguna otra nave o aparato creado por el ser humano.
Lanzado el 10 de junio de 2003 desde Cabo Cañaveral, Florida, el robot Spirit (también conocido como MER-A) “amartizó” el 4 de enero de 2004 en medio del inmenso cráter Gusev de 160 kilómetros de diámetro, y ubicado a 15 grados al sur del ecuador marciano. Pocas semanas después, su hermano robótico, el Opportunity (o MER-B), hizo lo mismo, pero del otro lado del planeta (a unos 5 mil kilómetros), en un lugar conocido como Meridiani Planum. Las zonas de descenso no fueron elegidas al azar: diversos indicios químicos y geológicos hacían suponer que eran extensiones que en algún momento del pasado remoto marciano habían estado cubiertas por grandes masas de agua líquida (se estipula que esto fue hace 3 o 4 mil millones de años, cuando la Tierra aún no terminaba de enfriarse).
En ambos casos, el ingreso a la atmósfera marciana fue milimétrico. Luego de desacelerar, y ser protegidas por un escudo, ambas sondas abrieron su paracaídas y luego de envolverse con airbags, como si fuesen una gran pelota, comenzaron a rebotar sobre la superficie hasta detenerse. Y entonces, salieron: su curiosidad fue tal que estos dos formidables vehículos teledirigidos de seis ruedas, grandes paneles solares plateados y un mástil adornado por una cámara estéreo de altísima definición, no aguardaron mucho para lanzarse a lo inhóspito, sin que nada ni nadie los interrumpiese.
Avanzar, observar, fotografiar, taladrar. Como geólogos profesionales, se concentraron en cumplir su misión: encontrar evidencias firmes de presencia de agua. Y de paso, descascarar el gran enigma marciano: hace muchísimo tiempo, Marte fue muy distinto. Qué le ocurrió, nadie sabe. El mayor descubrimiento de los gemelos robóticos –de 180 kilos y casi dos metros de largo– llegó antes de arribar al día 90, cuando Opportunity perforó una serie de rocas volcánicas y halló evidencia de que Marte había sido alguna vez un mundo húmedo, templado y mucho más hospitalario que ahora.
Versiones mejoradas del Sojourner, aquella recordada “patineta” del tamaño de un televisor que en 1997 acompañó al Mars Pathfinder, y que fue el primer aparato móvil construido por el hombre que recorrió el suelo de otro planeta, los gemelos robóticos también conmueven por su papel de turistas: Spirit ya sacó unas 88.500 imágenes; Opportunity, 80.700 (a diferencia de las sondas Viking I y II, que en 1976 sacaron 1400 imágenes y la Mars Pathfinder/Sojourner, que transmitió unas 16 mil). Como si tuvieran otra cosa que hacer: mientras el primero ya lleva en Marte 1073 “soles” (un “sol” equivale a 1,03 día terrestre) en los que se desplazó 6,9 km; el segundo recorrió 9,8 km en menos tiempo, 1053 soles. O sea, si se calcula bien, ya llevan activos unas 12 veces el tiempo pronosticado (ahora los ingenieros de la NASA calculan que los robots dejarán de funcionar en septiembre de este año).
Cada imagen –captada por su cámara estéreo de alta resolución– es una postal, una pequeña joya que asombra, abruma, inquieta e hipnotiza a la vez. Por la soledad del paisaje, la quietud, las heridas en el suelo (pequeños cráteres que dejan expuestas capas más internas del suelo marciano) y por el silencio sepulcral que exhalan. Es que Marte –que se encuentra en su punto más cercano con la Tierra a 55 millones de kilómetros (esto es, 150 veces más lejos que la Luna)– es, literalmente, un cementerio de chatarra. Allí descansan, por ejemplo, las sondas soviéticas Mars 2 y 6, las legendarias Viking I y II y la Pathfinder, las más afortunadas de una larga lista de intentos fallidos: hasta hoy, más de 30 máquinas no tripuladas han intentado sobrevolar, orbitar o descender en Marte. Y sólo una tercera parte ha tenido éxito total o parcial.
En su raid marciano, Spirit –cuya rueda delantera ya no funciona– escaló colinas (las Columbia Hills, en honor a los siete astronautas fallecidos en el accidente del transbordador) y se topó con unos torbellinos de polvo llamados “dust devils”. Opportunity, en cambio, se encuentra en el Cráter Victoria, un verdadero tesoro geológico con paredes de rocas sedimentarias y estratificadas que pueden contar buena parte de la historia climatológica del planeta rojo.
Mientras esperan la llegada de compañía (el Mars Phoenix en 2008 y el Mars Science Laboratory en 2010), ambos robots recibieron como regalo de cumpleaños una actualización de software que les permitirá ser más autónomos e identificar con mayor precisión ciertos objetivos antes de actuar. Y aprovechando el clima festivo, hasta Disney decidió rendirles homenaje a través del documental Roving Mars, exclusivo para los cines IMAX, una crónica de su viaje que se estrenará el 27 de enero en Estados Unidos. “Mi idea original era esperar que los robots murieran, lo que daría un final dramático”, confesó desahuciado el director George Butler. “Sin embargo, estos robots no morirán, lo cual es una noticia excelente.”
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