Sábado, 1 de marzo de 2014 | Hoy
Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania
El título lo dice todo, no es necesario poner nada más. Hay fechas dignas en la Historia. Para recordar siempre. Por ejemplo ésta: se acaban de cumplir 125 años de que en la ciudad de Bonn se inauguró la Casa de Beethoven. Sí, justo la casa donde el más grande músico de todos los tiempos había nacido. A partir de ese momento esa casa se convirtió en museo y exposición de todos los recuerdos que se guardaban de él. La ciudad de Bonn recordó ahora esa fecha con una gran fiesta. Se reunieron representantes del arte de todas partes del mundo, porque allí está todo: sus manuscritos, sus objetos personales, sus libros.
Se recordó en ese acto que, durante la última Guerra Mundial, un avión norteamericano arrojó una bomba de alto valor explosivo que cayó justo en el techo de esa casa histórica. Pero el arte triunfó, como siempre, contra la inmoral violencia: la bomba no explotó. Y un valiente, el portero del museo, logró retirarla, jugándose la vida.
La música, el arte que más cautiva al ser humano. La figura eterna de ese músico que, burlándose de la naturaleza, siguió componiendo sinfonías y sonatas a pesar de su sordera total. Increíble: un músico inmortal era sordo. Si algún literato hubiera escrito una novela sobre un músico sordo, nadie lo hubiera leído por lo disparatado, por lo falso. Pero la naturaleza tiene esas sorpresas. El compositor de la música más sublime era sordo. Tal vez por eso el gran compositor llegó a los sonidos guardados en su recuerdo, como algo ya propio de su cuerpo.
Alemania acaba de retirar el monumento al general Von Hindenburg y en cambio homenajea a su gran músico: Beethoven. El sí al arte, el no a la violencia. Ojalá se continúe por ese camino. En ese sentido me llega una buena noticia desde la Argentina: se está por sacar el monumento al dictador general Uriburu de la ciudad de Balcarce. El militar, que con su golpe de Estado del ’30, comenzó la serie de dictaduras militares en nuestro país. Además, fusilador de luchadores sociales y perseguidor de representantes democráticos que fueron expulsados del país basándose en la nefasta Ley de Residencia, la 4144. Al mismo tiempo que enviaba a la cárcel de Ushuaia a los activistas argentinos por ser luchadores de las reivindicaciones sociales y políticas. Esa negación a glorificar a un dictador tan detestable, eliminando su monumento, es un paso adelante de nuestra democracia.
Otro de los grandes problemas que se discuten en Alemania es la conducta del obispo católico Franz Peter Tebart van Elst, del cual ya hablamos en estas contratapas porque utilizó 13 millones de euros para construir su residencia. Ahora se ha descubierto, además, que para el mismo fin usó los fondos de la Fundación San Jorge, una entidad creada para la ayuda de niños en situación de pobreza. Esa entidad fue fundada en 1949, con la ayuda de los trabajadores católicos que donan todos los meses cierta cuota de sus sueldos. Esta actitud del obispo, sostienen los juristas, está penada por las leyes.
Como el delito del obispo fue llevado a conocimiento del papa Francisco, se espera ahora una resolución del Sumo Pontífice con respecto al obispo de Limburgo. Un tema difícil para el papa argentino que aquí, sin dudas, tendrá que aplicar la verdadera justicia y alejar de sus funciones al citado representante de su religión. Se hace muy necesario ello para salvar el respeto de la Iglesia Católica.
Mientras tanto, sigue el éxodo en Alemania de los fieles tanto de la Iglesia Católica como de la Iglesia Evangélica. Para detener ese éxodo, la jerarquía católica ha resuelto que todos los que renuncian a esa religión no podrán ser más padrinos de nacimientos, ni de matrimonios. Y se exige arrepentirse de la renuncia para recibir un funeral católico. Esto, para la Iglesia, es fácil de controlar porque, en Alemania, todos los creyentes pagan un impuesto del 2 por ciento de sus entradas, que van directamente a las religiones que profesan. Si renuncian, la Iglesia recibe la noticia oficial de ello.
Creemos que, a pesar de esos castigos, la Iglesia no podrá detener el éxodo de creyentes. Debe estudiar bien el porqué de esa actitud de sus antiguos fieles.
Y ante tanta noticia europea de desavenencias y reacciones, llega aquí una novedad que me llena de alegría. Es de la Cátedra de Agua de la Universidad Nacional Rosario, de la Argentina, donde el viernes 14 de marzo, a las 18, se llevará a cabo una mesa redonda para el lanzamiento de la Plataforma Latinoamericana, a fin de declarar ilegal a la pobreza, que se presentará posteriormente ante la ONU. Estarán presentes representantes académicos, artísticos, sociales, políticos y gremiales. Felicito a los iniciadores por este proyecto que hace al progreso y a la verdadera democracia en sí. Ojalá en todas partes del mundo se organizaran movimientos con tales ideales. Repetimos: ésta es la única manera de llegar a una verdadera democracia y terminar con la violencia social. Que se acabe con la pobreza de millones de seres humanos. Porque la democracia debe tener como fin la idea de igualdad. Un movimiento así está bautizado con la palabra progreso. Y para eso está el ser humano, para buscar y encontrar esa realidad: progreso, con niños sin hambre y todo ser humano con trabajo digno.
Ojalá ese movimiento se expanda por todo el mundo, basado en la gente de buena voluntad. Y justo este movimiento nace en Rosario, la ciudad donde nació el Che Guevara, que buscaba lo mismo. No es casualidad.
Y otra buena noticia: se acaba editar en idioma alemán el libro de la escritora argentina Gladys Ambort, titulado Si los otros desaparecen, nosotros no somos nada, sobre la última dictadura y la desaparición de personas. La autora fue detenida en Córdoba, a los 17 años. Fue sometida a la soledad, al calabozo, a castigos; los militares le robaron hasta sus anillos. Nos relata lo que significa la absoluta soledad para una joven mujer. El único consuelo era llorar. Cuando terminaba el llanto silencioso, le daban ganas de comenzar de nuevo a pensar en una vida en libertad. Durante nueve meses no pudo recibir ninguna visita, ni siquiera de sus padres. El lector acompaña en todo su dolor a esta protagonista de la angustia y la injusticia. Un libro para leer en los seminarios sobre la dictadura y el período de López Rega.
El libro ya ha sido publicado en tres idiomas: castellano, francés y, ahora, alemán. Una lección para los que fueron dueños y señores de la vida humana, y que han perdido para siempre a la luz de la historia.
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