CONTRATAPA

Bush, la casa no está en orden

Por Immanuel Wallerstein *

El presidente George W. Bush se metió en problemas con la mayor parte del mundo hace ya más de un año. Pero hasta hace tres meses mantuvo una sólida fuerza en Estados Unidos. Ahora también ahí patina, y muy rápido.
Empecemos con la llamada prensa dominante. A los republicanos les gusta referirse a ella como “prensa liberal”, sugiriendo que son lobos de izquierda disfrazados de corderos. Pero el hecho es que la prensa dominante en Estados Unidos es, y siempre ha sido, sólidamente de centro. Después del 11 de septiembre de 2001, de hecho hasta hace tres meses, estos medios tomaban simplemente los boletines de prensa de la Casa Blanca y los respaldaban. Ahora, repentinamente, ya no pasa más. Basta con echar una mirada a los cuatro principales canales de televisión (CBS, NBC, ABC y CNN) o leer las principales revistas de noticias (Time, Newsweek, US News & World Report) o los principales diarios (New York Times, Washington Post). Lo que uno observa es que artículo tras artículo –reportajes, textos de opinión y editoriales– critican al gobierno de Bush por sus políticas en Irak, por su incapacidad para controlar los crecientes recesión y desempleo en Estados Unidos. De hecho, estos artículos son ahora tan críticos que comentan abierta y negativamente lo que dice la gente de Bush.
El gobierno de Bush logró que Estados Unidos entrara en guerra con la táctica del miedo hacia Irak, a sus armas de destrucción masiva, lanzacohetes, armas biológicas y, por supuesto, vínculos cercanos con Al- Qaeda. Una por una, resultó que esas amenazas eran infundadas. Ni armas, ni cohetes ni vínculos con Al-Qaeda. Y cada vez más gente ligada a los servicios de inteligencia dice ahora que se lo comunicaron al gobierno hace mucho, mucho antes de la invasión. Esto es tan cierto que la gente de Bush dejó de defender la invasión en los términos que usaba hace unos dos meses. Hallaron otro argumento. Estados Unidos se libró de Saddam Hussein, por lo cual el pueblo iraquí estará eternamente agradecido. Y los iraquíes podrán ahora construir un Estado democrático ejemplar en Medio Oriente. Pero los iraquíes parecen expresar su gratitud disparándoles a los soldados estadounidenses con bastante regularidad. El país es un desastre, y si Irak ha de convertirse en faro del mundo democrático, obviamente yo vivo en otro planeta.
El cuadro más increíble, en términos de lo que era Estados Unidos hace tres meses, es lo que ocurre en el Partido Demócrata: el ascenso meteórico de Howard Dean. Dean era un gobernador más bien oscuro de un pequeño estado, centrista en sus opiniones políticas (al menos en el pasado), que comenzó con una sola cosa en su favor: fue abiertamente crítico de la invasión de Irak. Hasta hace tres meses sólo había un puñado de prominentes opositores demócratas a la guerra –los senadores Byrd, Kennedy, Graham, el representante Kucinich y, por encima de todos, Howard Dean–. Eso era todo. El resto se montó en el carro patriótico de Bush, incluidos los cuatro principales contrincantes de Dean en la nominación demócrata a la presidencia: Lieberman, Kerry, Edwards y Gephardt.
La oposición persistente de Dean a la guerra de Irak le ganó un público nacional. Su inteligente utilización de las redes electrónicas le dio también una organización política de base en todo el país y una contribución financiera que ha sobrepasado a sus contrincantes. La prensa, de entrada, lo trató como alguien sin posibilidades, después como alguien interesante pero marginal, luego como alguien interesante pero que con seguridad perdería las elecciones si Bush era nominado por su partido, y hoy existe la creencia de que no sólo puede ser nominado sino que tiene posibilidades de derrotar a Bush.
Sus contrincantes demócratas han respondido al fenómeno Dean acercándose lo más posible a su posición. Los cuatro contrincantes principales dicenahora que la invasión pudo haber sido correcta, pero la resaca estuvo muy mal planeada.
Es todavía más interesante la reacción de los militantes republicanos. En un principio pensaron que Dean sería el demócrata más fácil de derrotar. Ahora admiten abiertamente que puede ser el más duro. Después de todo, ya hay un grupo llamado “Republicanos en favor de Dean”.
Finalmente, están los votantes ordinarios, los que aparecen en las encuestas. Y la imagen de Bush sigue cayendo. Pero lo interesante de los últimos sondeos es que muestran que el 64 por ciento de la población estadounidense piensa que la invasión de Irak aumentó la posibilidad de ataques terroristas. El 77 cree que las actitudes negativas hacia Estados Unidos en el mundo islámico incrementaron el reclutamiento de terroristas y el 81 piensa que la verdadera lección del 11 de septiembre de 2001 es que Estados Unidos requiere ser más multilateral.
El gobierno de Bush recula centímetro a centímetro para parecer más multilateral. Busca una resolución de Naciones Unidas y trata, más o menos, de pedirles a otros países que manden tropas y dinero. Pero Estados Unidos se resiste a soltar su supremacía política y militar en Irak, lo que en realidad es el precio real que tendrá que pagar para obtener apoyo. Aun así, Estados Unidos tal vez no obtenga ni tropas ni dinero de otros países, por lo menos en cantidades significativas. Lo cierto es que, después del último discurso de Bush, Rumania prometió otros 50 soldados. Pero eso es tan ridículo que ni el gobierno de Bush desea publicitarlo.
Han comenzado a oírse las primeras voces estadounidenses que claman por una retirada total de Irak. Crecen en número y tal vez estallen los gritos en los próximos meses, conforme las bajas aumenten, se deteriore más aún la situación de Israel/Palestina y el desempleo comience a ser inmanejable. Los neoconservadores están conscientes de esto. Ya comenzaron a decir que la comparación no es con Vietnam sino con Somalia, donde Estados Unidos se retiró en desgracia y derrotado. Y predicen que si Estados Unidos no se pone firme, perderá todo. En un sentido tienen razón. Es éste el dilema insoluble de Bush. Si se mantiene firme pero no resuelve nada en Irak, disminuye la probabilidad de su reelección. No obstante, si no se mantiene firme hará el ridículo como alguien que hablaba mucho pero que no aguantó el calor en su propia cocina.
Tal vez la única salida de Bush sea decirle a su pueblo: Estados Unidos requiere mantenerse en Irak por cinco años cuando menos. Y para eso necesitamos el sacrificio de los estadounidenses. Voy a reinstaurar el reclutamiento, voy a solicitar incrementos fiscales fuertes para pagar esta política imperial. De hecho, esto es algo que alguien como el senador McCain haría. Incluso tal vez funcionara, por lo menos en términos de un respaldo estadounidense a dicha política. Pero Bush no tiene las agallas para hacerlo.
Así que adiós Bush. En 10 años miraremos atrás y estaremos de acuerdo en que ningún presidente en la historia estadounidense hizo tanto por debilitar el poder y el prestigio mundiales de Estados Unidos. George W. Bush tendrá el record.

* Ex presidente de la Asociación Internacional de Sociología. Autor entre otras obras de El moderno sistema mundial, Después del liberalismo, Utopística. De La Jornada de México, especial para Página/12.

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