Martes, 28 de abril de 2015 | Hoy
UNO Por esas cosas no de la vida pero sí de la obra, de tanto en tanto me veo obligado a aclarar aquí, elementalmente, que Rodríguez no es Rodrigo. Es decir: no es yo; más allá de que sí sea yo quien administra sus idas y vueltas. Diferencias irreconciliables, composición diferente, fórmulas opuestas: a Rodríguez no le gusta nada Bob Dylan y a mí sí, mucho. Rodríguez fue al cine a ver Cincuenta sombras de Grey y yo, apenas, vi a Rodríguez ir a verla. Rodríguez es infeliz dentro mientras yo tengo cada vez más miedo de salir a Barcelona/España/Europa/Tierra (lo que para mí es el hogar para Rodríguez es el ahogarse). Y Rodríguez es publicista y no escritor. Cosas en común tenemos muchas, demasiadas; por eso más de una confusión físico-química. Pero en resumidas y científicas cuentas: Rodríguez no es un clon mío. Rodríguez es, apenas, mío.
DOS Una de las cosas que nos unen: la fascinación por las noticias del tipo científico cada vez más frecuentes en los periódicos. Una especie de contradicción en la que el todo de lo eterno se impone, por unos minutos, sobre la nada de lo efímero. Y, cosa rara, cada vez hay más de estas noticias a ciencia cierta o más o menos ciencia no-ficción. No hay día sin un descubrimiento trascendente que, a menudo, es des/descubierto tiempo después. Así, no hace mucho, Rodríguez (y yo) vivió (vivimos) como algo personal y tan triste la mala nueva de que aquello del telescopio antártico Bicep-2 y la captación de un eco primordial de 13.000 millones de años había probado no ser. Y que estábamos de nuevo como al comienzo: sin saber cómo había sido aquello del principio. Así que volver a empezar.
TRES Lo que no demora en suceder y proporcionar titulares casi haiku-zen del tipo “Japón estudia el origen del universo debajo de una montaña”. A un kilómetro bajo tierra, en lo que alguna vez fue una mina y ahora es el Observatorio Subterráneo de Kamioka, a Rodríguez lo de los japoneses no puede sino recordarle a esos monstruos radioactivos brotando desde las profundidades para destruir Tokio. El artefacto en cuestión tiene un nombre bien kaiju: Hyper Kamiokande. Y mientras un genetista británico estudia la Biblia según la geomitología (el cómo se generan las religiones) y se teoriza sobre el fundamental agujero negro más grande del universo, el papa Francisco proclama que “el Big Bang no contradice a Dios, sino que lo exige”. De ahí que el siempre inminente Big Crash y los innumerables little cracks a lo largo del sinuoso camino, por lógica, no hagan otra cosa que poner de manifiesto su divina ausencia, ¿no?
CUATRO Mientras tanto, y hasta entonces, no hay mañana en que Rodríguez y yo no anexemos flamante info a nuestros archivos sci-no-fi en libre asociación de ideas y ecuaciones. Cosas que vienen de atrás o que van hacia delante y casi patrocinadas por el increíble Ripley. Lo del hallazgo del gen clave para la evolución de la mente humana. Lo de que los neandertales dividían el trabajo según su sexo. Lo de que todos los que tienen los ojos azules descienden de una misma persona, un hombre o una mujer que experimentó una mutación genética, hace 6000 o 10.000 años, al noreste del Mar Negro. Lo de que la mayor concentración de plásticos eternos –verdaderas ciudades à la Fondo de Bikini– se encuentra en las profundidades oceánicas. Lo de los plásticos listos para ser suplantados por material biodegradable, el shrilk, dos veces más resistente y a salir de los caparazones de insectos y crustáceos que nos acompañan desde la Prehistoria. Lo de que el secreto de la longevidad podría estar en los genes de las ballenas en extinción. Lo de que la subida del mar está siendo más drástica de lo calculado. Lo de los científicos de Estados Unidos preocupados por encontrar maneras de manejar el mal tiempo que se viene, y poder bajar la temperatura que ya no responde a ningún protocolo. Lo de que el cambio climático estaría resultando en un menor número de nacimientos de varones. Lo de que las personas cada vez sufren más de “fobias meteorológicas”. Lo de que Isaac Newton ya estaba al tanto de la circulación de la sabia hace 350 años cortesía de su manzana. Lo de Apple buscando (y seguro encontrando) la forma de autoabastecerse eléctricamente vía gran planta solar para convertirse en Dios cuando llegue el Gran Apagón y, sí, comprarse el sol. Lo de que 17 premios Nobel han decidido adelantar dos minutos el llamado “Reloj del Apocalipsis”. Lo de que “un segundo de más”, el próximo 30 de junio/1º de julio, pondrá en peligro a Internet como (no) sucedió con aquel cruce del 1999 al 2000 aquel 31 de diciembre. Lo de que se ha descubierto otro sistema solar donde podríamos irnos a vivir (y van...). Lo de esa rana que puede significar el gran salto para la cura del cáncer. Lo de la polémica en cuanto a que el cáncer es cuestión de “mala suerte” o no. Lo de la extraña “carambola genética” en las células de esa mujer. Lo de que ya hay una pastilla de “comida imaginaria” que ya hace adelgazar a ratones obesos. Lo de que la gente guapa vive más y mejor. Lo de que https://es.tendencias.yahoo.com/descubren-la-fórmula-matemática-del-amor-eterno-142645310.html. Lo de que apenas cuatro compras en la Red bastan para trazar un perfil de nuestra personalidad y vida y lo de que la neurociencia ya puede –¿pero debe?– predecir cómo será nuestro comportamiento de adultos. Lo de si se está muriendo o no la web y agoniza Google. Lo de que en cualquier momento todo lo almacenado on line o en archivos digitales pueda “olvidarse” y desaparecer. Lo de que para los ancianos es mucho más revitalizante jugar con los nietos que eso del Brain Training. Lo de que ya se ha trazado un atlas de todas las “nanomáquicas” dentro de nuestro cuerpo. Lo de que un algoritmo informático se haga cargo del 75 por ciento de las operaciones de la Bolsa de NY. Lo de ese especialista que dice que “cualquiera que diga que las máquinas no pueden hacer tal cosa, se va a arrepentir de haberlo dicho”. Lo del modo en que el cerebro –lo de que la hibernación regenera el cerebro– puede generar falsos recuerdos o rescatar del olvido memorias inmemoriales. Lo de que todas nuestras fotos en discos duros y móviles se esfumarán en más o menos una década por fatiga de materiales. Lo de que todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar.
CINCO Y en algo más coincidimos Rodríguez y yo: cada vez que Mariano Rajoy –en un país cada vez más desfondado y sin fondos en lo que hace a la investigación científica y donde la figura del “imputado” in/evoluciona a la de “investigado”– dice eso de “el 2015 es el año del despegue”, los dos pensamos en el Challenger, y en toda esa gente mirando para arriba una radiante mañana de 1986. Así, mejor, nos refugiamos en un último descubrimiento científico que limita con los cantares de la poesía. Alguien, luego de milenios, ha descubierto en el MIT cómo se produce el petricor, nombre técnico del “olor de la lluvia”. El nombre proviene del griego: petros (piedra) e ikhôr (líquido que fluye por las venas de los dioses). Léanlo aquí: http://elpais.com/elpais/2015/02/16/ciencia/1424079053_865770.html Disfrútenlo aunque no lo entiendan. Y a –a hard rain’s a-gonna fall– preparar los paraguas.
Y los pañuelos.
Es ciencia.
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