Miércoles, 13 de abril de 2016 | Hoy
Por Osvaldo Bayer
Ante su tumba masiva en la estancia santacruceña “La Anita” se acaba de recordar a los peones rurales fusilados por el Ejército Nacional en las huelgas del 21. Ante otras tumbas masivas también se recordó a los caídos en esas huelgas. Esos actos tienen cada vez más eco. Se acabó el silencio guardado durante tantas décadas. Todo tendría que culminar en que se levanten monumentos ante cada tumba y que sea el partido Unión Cívica Radical el iniciador de esta especie de autocrítica sobre el proceder del presidente Irigoyen, quien dio la orden de pena de muerte, cuando ese mismo presidente era el que había eliminado esa pena de los cánones judiciales.
El gran momento de conciencia del pueblo santacruceño predice que cada vez más crecerá la memoria del verdadero genocidio obrero producido en aquella década del 20. Basta estudiar la sesión de diputados nacionales sobre este crimen estatal atroz para constatar que se aplicó la pena de muerte a centenares de trabajadores del campo fuera de todo principio judicial. En el radicalismo –como decimos– debe iniciarse un profundo movimiento de autocrítica. Le vendría muy bien en su camino más democracia interna y externa. Tener esta actitud les hace muy bien a las democracias de los países y ayuda a tener una conducta limpia para el futuro.
Fue un crimen estatal que ya no se puede tapar más. Mis cuatro tomos sobre estos acontecimientos fueron silenciados durante muchos años, pero finalmente se impusieron. En el debate se comprobó que todas las pruebas son legítimamente históricas y legales. Aunque desde ya, como decimos, el debate en el Congreso de la Nación deja todo en claro.
También sería interesante organizar un debate sobre el tema entre los historiadores patagónicos. Siempre será un paso adelante en la verdad sobre este hecho tan cruel e injusto.
Aquí cabe también un análisis en el comportamiento del Ejército Argentino que tomó a los fusilamientos como una costumbre habitual. El jefe comandante Varela comprobó lo justo de los reclamos del movimiento obrero. Lo hizo en la primera expedición, y por eso es incomprensible su actitud agresiva durante la segunda expedición.
De cualquier manera el tiempo y las pruebas hicieron que la verdad saliera a la luz. La injusticia de mi persecución y la prohibición de mis libros quedaron como prueba de la manera que se quería silenciar un hecho tan vergonzoso como fue el fusilamiento de peones rurales durante un gobierno elegido por el pueblo y con un congreso nacional funcionando a pleno.
El fusilamiento masivo de los peones rurales no encuentra igual en toda la historia patagónica, solo comparado con la desaparición de personas de la última dictadura.
¿Qué es lo que pasó en la mente del gobierno radical de aquellas épocas? Incomprensible. Hubiera bastado con trasladar a los delegados a otras regiones y no darles muerte. Claro, se trataba de pobres gauchos y algunos de ellos “Chilotes” sin poder político alguno. Fue un crimen feroz del cual falta la autocrítica ya mismo.
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