CONTRATAPA
Maquinando
Por Rodrigo Fresán
UNO Hola. El Emperador lunático, el marciano de Texas, acaba de anunciar una futura base en la Luna y una misión tripulada a Marte; pero todavía falta mucho para eso y aquí estoy yo –mi nombre es Spirit– y ahora abandono mi plataforma/base y salgo a dar un paseíto por Marte. Poca cosa, pocos metros; pero hay que ver con el entusiasmo que me aplauden los carnívoros esos en la Tierra. Transmito imágenes, postales, panorámicas de roca y viento. Ayer se acercaron a mí unos extraterrestres –en realidad no sé si son marcianos o están de paso– y me pidieron que les tomara una foto y que, por favor, no la envíe a los ordenadores de la NASA. Les hice caso, parecían buenas personas, parecían poderosos, parecían duraderos, parecían mucho más cuerdos que ustedes.
DOS Hola. Mi nombre es Keitai y soy un nuevo intento para derrocar a ese artefacto acústico, laborioso, incómodo y de tracción a sangre llamado libro. Yo también cuento historias pero desde la pantalla cada vez más amplia de tu teléfono móvil, de esa droga a la que te volviste adicto sin darte cuenta y que todavía está permitida para hombres y mujeres y niños. Para cuando descubran mis efectos nocivos –toda esa electricidad invisible contaminando el aire que respiras, todas esas cada vez más posibilidades que te ofrezco y que te van reduciendo a la imbecibilidad zombie del que necesita estar todo el tiempo ubicable para sentirse alguien– ya será demasiado tarde porque ya nadie querrá leer la noticia impresa con papel y tinta y, por supuesto, yo no pienso difundirla. Lo mío es ofrecerte libros especialmente escritos para tu teléfono. Un capítulo al día. Sexo y –por supuesto– ciencia-ficción son los géneros que más éxito han tenido en mi Japón natal donde, se predice, en dos años tendré unos sesenta millones de suscriptores atados a mí, a mis historias, preguntándose cómo sigue, jurándose que es mucho mejor depender del ritmo de una máquina Scherezade que disfrutar de la propia voluntad de abrir un libro y entrar en él (un libro se mueve como una puerta, una pantalla es una ventana cerrada) y, si se tiene ganas, disfrutar del insomnio y leer hasta la última página y averiguar cómo termina. Advertencia: lo que yo cuento termina mal. Siempre.
TRES Hola. Yo soy inglés, yo soy flemático, yo fui diseñado por dos cerebros formados en las universidades de Gales y Manchester. Yo soy una máquina, sí, pero una máquina que piensa. Yo estoy capacitado para sopesar datos, para combinar ideas, para generar hipótesis y mi capacidad, dicen, es superior a la de ese pobre y supuestamente genial licenciado en biología y ciencias de la computación con el que me pusieron a competir. Pobrecito, se deprimió y se puso contento por el avance tecnológico. Alguien, cuando ya es demasiado tarde, saca el tema de varias camadas de investigadores top destinados al desempleo. Se acabó eso de los sueldos, de las becas, de tantas otras cosas. Ayer, de reojo, en una pantalla cercana –tal vez un pariente lejano, porque todas las máquinas somos hermanas– vi algo que se llamaba 2001: Odisea del Espacio y algo que se llamaba Terminator 3 y se me ocurrieron un par de teorías interesantes. Ya las voy a poner en práctica. Dios salve a la Reina. Dios los salve a todos ustedes.
CUATRO Hola. Yo albergo en mis tripas todas las canciones que oirás en tu vida. Yo soy un juglar portátil. Yo soy el presente de ese pasado cercano pero irrecuperable que alguna vez se llamó Walkman y después se llamó Discman. Yo soy el iPod y tengo capacidad para cantarte las cuarenta, las cinco mil, las diez mil canciones. Yo soy tan lindo de mirar, yo soy tan liviano, yo soy el producto que más se vende a través de Internet, yo soy –para los amantes de la erótica de la acumulación de ingenios como forma de status– “el invento más importante desde el motor de combustión”. Se hacen llamar poddies y aseguran que el cd ha muerto y –en un artículo del periódico The Observer– uno de ellos jura que su iPod tiene voluntad propia y que no le gusta programarlo sino utilizar la función en que yo elijo lo que suena: “El otro día pasaba junto a una iglesia y mi iPod hizo sonar Hallelujah de Jeff Buckley”, se conmovió como ante un milagro y yo pensé en que cómo es posible que mi dueño no tuviera almacenada también la versión original de Hallelujah de Leonard Cohen. Algunos luditas de la nostalgia, claro, están en contra de mi fiebre y de mi amor. No sólo los ejecutivos de las discográficas que sollozan los blues de los piratas sino los defensores del Lado A y del Lado B, de aquel sonido más “cálido” y de la calidad por encima de la cantidad. “¿Por qué ir por la calle o de la cama al living con tantas canciones encima?” Buena pregunta para una respuesta que viene entre signos de interrogación y que es el mantra inevitable de este mundo de artefactos en el que vivimos: “¿Por qué no?”
CINCO Hola. Yo acabo de ser presentada por la Takara Co. y soy una máquina Made in Japan que te permite elegir lo que vas a soñar esta noche. Yo te pido que me narres para que yo grabe un resumen de lo que quieres soñar; que pongas una fotografía del objeto (un nuevo gadget) o persona (él/ella) o paisaje soñado (Marte) y cerrar los ojos y yo –aseguran mis fabricantes– “estimulo tu cerebro y oriento tu mente” y allá vas y adiós a la interpretación de los sueños y bienvenidos al mundo donde sueñan los androides con ovejas eléctricas. Después, cuando todo ha terminado, te despierto despacio y con amor y ya estás listo para un nuevo día en la base lunar pero, de camino al módulo de trabajo, no te olvides de leer en tu móvil si Axxón finalmente pudo llevarse a la cama a Syrya mientras en tus oídos Bob Dylan canta aquello de “el fantasma de la electricidad aúlla en los huesos de su rostro”.
SEIS ¿Qué hacés? ¿Cómo va? ¿Todo bien? ¿Te acordás de mí? Yo no soy moderna pero soy clásica. Nacional y popular. Hecha en Argentina. Potencia y gauchita y siempre lista y nunca paso de moda. La chispa de la muerte, ja. Aplicación civil o militar, obligada o voluntaria. Ideal para el pezón de la dama o el testículo del caballero. A apurarse que me sacan de las manos. Que pase el que sigue, hay lugar al fondo, vamos que venimos. Soy lo más y, si no me creés, acá tengo unas fotos para mostrarte. Miralas.