CONTRATAPA
Navegar es preciso
Por Daniel Goldman *
La corriente siberiana de frío se había hecho dueña de España a fines de enero. España es un país distinto al que había conocido 22 años atrás. Las mujeres de negro lavando los frentes de sus casas se transformaron en elegantes damas que habitan lo mejor y lo peor del primer mundo, si es que existen varios. Igual que los teólogos, los politólogos y ensayistas no dejaron en claro cuántos mundos hay y a cuáles se refirieron. Si hay uno o cuatro, o si a éste o al que iremos después de la muerte. Los mundos, el mundo, el universo, son tan diversos que tienen mucho de diferente y un tanto de igual.
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–Si hacemos bien las cosas, en 22 años vamos a ser como España –les dije a Horacio Verbitsky y Hugo Cañón, compañeros de lujo que, sentados alrededor de la mesa del bar Riogrande esperaban como yo que el abogado Carlos Slepoy, tierno luchador por la diversa justicia universal, nos avisara quién debía declarar en la Audiencia Nacional. Pensamientos extraños son los que me invadieron en esos momentos. Justo a mí, que no tengo claro en qué mundo vivo. En 1492 los rabinos fueron expulsados de la Península Ibérica junto con sus comunidades, y en el 2005 yo soy invitado por el Estado español a testimoniar por el ensañamiento que habían tenido los militares argentinos con los judíos del otro lado del océano. Suena a un mundo surrealista.
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Algunos historiadores consignan el hecho de que Colón era judío y que junto a él otros judíos se escaparon de esas tierras. El temor, la persecución, la expulsión, el desempleo y el dolor son todas variantes de una sensación similar que motivan al hombre a buscar nuevos horizontes. “Navegar es preciso, vivir no es preciso”, asevera musicalmente Chico Buarque en Os argonautas. Seguramente porque la vida se vive aunque sus horizontes no tengan precisión.
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Nuevo horizonte es la forma elegante de llamar al exilio, como felino a un gato, como deceso a la muerte, o excluido al que se caga de hambre. Ahora, cuando uno se habitúa y la nueva tierra pasa a ser conocida y propia, el exilio parece ser producto de la imaginación, o remembranzas de otra vida o de otros mundos. Pero en algún punto, la otra vida o el otro mundo incomoda a alguna parte del ser presente porque es difícil desprenderte de tu propia historia. Y más cuando esa historia te duele. Ni el psicoanálisis te lo puede arrancar. Creo que Colón apareció en este mundo no sólo para descubrir uno nuevo, sino fundamentalmente para mostrarnos que el horizonte continúa aunque la tierra anterior siga siendo parte de uno. Mónica Cavagna, presidente de la APDH de Madrid, una argentina con amable acento español a quien conocí en este viaje, pudo contarme de ello en el corto trayecto que une la Audiencia Nacional de España (el palacio de tribunales) con el Círculo de Prensa Extranjera en Madrid. Con otras palabras me dijo que la injusticia duele y la llevás puesta en todos los mundos en los que vivas. Y algo más: para un genocida el único estado de libertad debe ser la cárcel, y el resto del mundo, su exilio. Y eso el capitán Scilingo lo sabe muy bien. Por eso se hace el desmayado.
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Esa noche, el frío siberiano-madrileño se mezclaba con el juicio a Scilingo y la conmemoración de los 60 años de la liberación de Auschwitz. Scilingo y Auschwitz tienen algo en común: olor a nazi. En la ESMA, intento criollo de revivir a Auschwitz, el verborrágico capitán fue uno delos que puso a la muerte en vuelo. Fue en los pasillos de la Audiencia que volví a escuchar cómo drogaba a las víctimas, las desnudaba y las tiraba al río. Y algunas cosas más de cómo los eliminaban. Por pudor no puedo repetirlas. “Que no queden rastros”, habría sugerido el capitán en su desdecirse, salvo en su remordida conciencia, en el cielo y en el agua. Y aunque el capitán ahora niegue la historia, y lleve tiempo aclararla, la verdad reaparece. Y si no, fíjense que reconocer la importancia trágica de Auschwitz llevó 60 años. Una vez que la verdad se reconoce, ya pasa a la eternidad, o al otro mundo. Y ya no hay apuro. Y eso el capitán también lo sabe bien. 2662 años de pena son una eternidad.
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La verdad es como navegar o volar: preciso. Aunque hayan matado a todos, sigue habiendo testigos. El cielo y la tierra son testigos, dice el texto bíblico. Y añade Isaías: “Vosotros sois mis testigos”. Me atrevo a pensar que el profeta se refería a las aguas del Río de la Plata.
*Rabino de la Comunidad Bet-El.