CONTRATAPA

La bioparanoia

 Por Eric Nepomuceno *

En 2000, cuando fue incluido por la revista norteamericana Time en la lista de “héroes planetarios”, hacía 14 años que el biólogo holandés Marc van Roosmalen trabajaba en Brasil como investigador del INPA, Instituto Nacional de Pesquisas da Amazonia, del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Había cumplido los 53 y obtenido la nacionalidad brasileña tres años antes. Ya era considerado por la comunidad científica internacional como uno de los más importantes estudiosos de los primates en todo el mundo.

Faltaban todavía dos años para que fuese enjuiciado por el Ibama, Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables, bajo la acusación de mantener 28 monos en cautiverio ilegal. También faltaban tres años para que fuese bruscamente cesado de su puesto en el INPA, y siete para que sufriese una condena acumulada de quince años y nueve meses de prisión.

Considerado brillante por sus pares, es a la vez un desastre frente a los confusos rigores de la intrincada burocracia brasileña, un país que ostenta una tremenda capacidad de crear legislaciones anacrónicas e imposibles de cumplir en la vida práctica. En cuanto a los monos que mantuvo en su casa, la explicación es simple: “Se los cambié por pollos a unos caboclos (cazadores) de la ribera. Su destino era la olla y el fogón, opté por salvarlos. Había pedido autorización formal al Ibama para mantenerlos en cautiverio particular. Dice la ley que esa autorización debe ser concedida o rehusada en un plazo máximo de 60 días. Se pasaron 60 meses y todavía no tengo respuesta, pero he sido condenado a casi 16 años de cárcel por haberlos salvado y mantenido vivos”.

La pesadilla alcanzó su auge el pasado día 15 de junio, cuando el biólogo alto y empinado, de ojos claros y cabellera rubia, fue llevado atónito a una celda de la cárcel municipal de Manaos, capital del estado de Amazonas, donde permaneció por casi dos meses junto a cinco presos en una celda de ocho metros cuadrados. Ahora, Van Roosmalen aguarda, en libertad, que se juzguen los recursos que sus abogados elevaron a los tribunales. Pero su historia sacudió el ambiente científico y reforzó las críticas disparadas contra lo que se considera un exceso de rigor y una aguda falta de criterios a la hora de aplicar la confusa legislación brasileña sobre investigaciones científicas, principalmente en la región amazónica.

“Una cosa es la explotación de materia prima para estudios científicos y el abuso que lleva, por ejemplo, a sacar sangre de indígenas para investigaciones de las multinacionales farmacéuticas. Otra, muy distinta, es condenar a un investigador por mantener animales en sus laboratorios”, dice un respetado investigador que pide reserva sobre su identidad. “Una burocracia burra y paquidérmica se hace cada vez más opresiva, y con eso la investigación científica corre riesgos inmensos, mientras se cometen otros tipos de crímenes como el contrabando de maderas nobles, la devastación de la selva y de la fauna, el contrabando de plantas y animales e insectos para las grandes transnacionales farmacéuticas con total impunidad.”

La trayectoria de Marc van Roosmalen está plagada de esa clase de desencuentros. Mientras se ensancha la lista de sus descubrimientos y contribuciones a la ciencia, se acumulan sus embates con la intrincada legislación brasileña relacionada con el medio ambiente. “En el fondo, él es a la vez culpable y víctima”, comenta el ingeniero forestal Virgilio Vianna, secretario de Medio Ambiente del estado de Amazonas, donde actúa el biólogo holandés, y uno de los más respetados investigadores brasileños. “Puede ser considerado culpable por no cumplir las reglas, y víctima porque esas reglas son anacrónicas y nada inteligentes.” Vianna, que tiene un doctorado en Harvard, dice que en Brasil se profundiza cada vez más el conflicto entre lo que se pretende por combate a la biopiratería y la burocracia que llega a rayar lo irracional. “Es muy peligrosa esa confusión entre biopiratería y bioparanoia”, comenta. Para él, van Roosmalen es víctima de la “bioparanoia que afecta a buena parte de los encargados de combatir a la piratería”, y que abarca desde funcionarios del Ibama a la misma policía federal.

El caso del holandés resultó en una oleada de protestas de científicos de todo el mundo. El principal foco de inquietud, sin embargo, se encuentra en la comunidad científica actuante en Brasil. “La investigación científica debe ser estimulada, no criminalizada. Lo que tenemos es una situación en la cual burócratas con exceso de celo consideran a todos culpables a menos que logren comprobar su inocencia”, dice el físico Enio Candotti, presidente de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia. “Es verdad que Marc van Roosmalen es una persona poco dada a las normas burocráticas. Pero de ahí a ser detenido hay una diferencia inmensa”, agrega.

Tan pronto obtuvo un hábeas corpus que lo sacó de la cárcel donde su mujer, Vivian García, le llevó comida cada uno de los 53 días en que estuvo preso, Van Roosmalen optó por mantenerse en silencio. Hizo poquísimas declaraciones a la prensa brasileña, insistiendo siempre en decir que es víctima de una política turbia. “Mi ciencia ha sido criminalizada”, dijo al periódico Folha de Sao Paulo al ser liberado.

El silencio que se impuso, sin embargo, no impidió hace pocos días que anunciara la inminente publicación de un artículo científico en que describe el descubrimiento de una nueva especie de un gran mamífero amazónico. “Yo estaba terminando de redactar el artículo, que es un anuncio oficial del descubrimiento, cuando me detuvieron.” De momento, y declarándose feliz “por poder hablar de ciencia otra vez”, aclara que el especimen descubierto es un pariente cercano pero desconocido del jabalí, “o un gigantesco cerdo del monte”.

En relación con el episodio de su detención, prefiere no trazar comentarios. Pero recuerda: “Si los naturalistas del siglo XIX estuviesen vivos, serían considerados los mayores biopiratas de todos los tiempos”.

* Escritor y periodista brasileño. Su último libro es O massacre, recién aparecido en Brasil.

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