Sábado, 29 de septiembre de 2007 | Hoy
EL MUNDO › EL PAIS BIRMANO QUEDO AISLADO AL CORTAR EL ACCESO A INTERNET
Por Ramiro Trost
desde Bangkok
“El ataque de los militares a los monjes va a irritar todavía más a la gente y eso hará que la gente se sume en masa a las protestas”, dice Nang Yain, secretaria general de la Liga de Mujeres de Birmania, con sede en Tailandia. Sus palabras sonaron a profecía hoy cuando miles de simples ciudadanos reemplazaron en las marchas a los religiosos budistas, muchos de ellos detenidos y golpeados. La mayoría de los monjes que iniciaron las manifestaciones pacíficas está ahora encerrada forzosamente en sus templos, los que fueron rodeados por camiones y policías armados.
La feroz represión de la junta militar ha continuado por tercer día consecutivo en las calles de Rangún y en varias ciudades del país. El agravante de ayer fue el asalto y cercado de varios templos y el corte de la conexión pública a Internet para impedir que más videos filmados por los propios birmanos se conozcan en el exterior. A través de los cíber-cafés, cerrados ahora en su totalidad, los habitantes de este país subían a blogs y enviaban a medios internacionales las imágenes registradas con sus teléfonos celulares y cámaras digitales. La desesperación de la junta militar se expresó también en el acoso a los periodistas, la expulsión del país de muchos de ellos y el allanamiento y requisa del hotel Traiders, en el centro de Rangún, donde este cronista se alojó hasta hace algunos días.
La capital tailandesa se ha convertido en el ámbito de resonancia de todo lo que sucede en Birmania. Aquí operan varios grupos de la resistencia que respaldan la labor en la clandestinidad de los birmanos dentro de su propio país. Ayer fue la radio Mizzina la que estuvo difundiendo informes sobre las marchas de civiles por las calles de Rangún, en un abierto desafío a las extremas medidas de seguridad impuestas desde el comienzo del día por las fuerzas armadas. Esa misma emisora dio cuenta del envío de tropas del ejército a Rangún desde el centro y sudeste de Birmania para sumarse a los efectivos ya apostados en la ex capital birmana.
La información que se conoce por estas horas procedente de ese convulsionado país del sudeste asiático proviene de teléfonos satelitales en manos de personal de organizaciones humanitarias internacionales y de diplomáticos, debido a los cortes del servicio telefónico. Además, fuentes de la embajada británica en Birmania reconocieron que muchas líneas están intervenidas.
Según lo señalado a Página/12 por Hso Nyunt Lwin, miembro de la filial tailandesa de la Liga Nacional para la Democracia, la indignación en la población ha crecido luego de la represión a los monjes. “Es una lucha desigual. Los monjes y los ciudadanos están desarmados. El ejército, con gran brutalidad, ha tratado de asustar a la gente con el toque de queda y las amenazas de disparar a matar, pero el pueblo ha salido igual a las calles”, afirmó este disidente birmano en el exilio.
Las protestas, que comenzaron a llamarse “la revolución del azafrán”, por el color de las túnicas de los monjes, adquirió desde ayer un tono más cívico, debido a que los monasterios están custodiados y se impide la salida de los bonzos. Así lo hizo saber el gobierno de Coalición Nacional de la Unión de Birmania, fundado en 1990 en Maryland, Estados Unidos, y que tiene una delegación en Bangkok. Miembros de ese gobierno en el exilio informaron además a Página/12 que la líder de la Liga Nacional para la Democracia y Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, que cumplía arresto domiciliario, fue trasladada el miércoles a una prisión en las afueras de Rangún, donde permanecen encerrados más de mil presos políticos.
Asimismo, se divulgó rápidamente entre los grupos birmanos prodemocráticos que actúan en la capital tailandesa la información sobre la llegada a Bangkok de Kyaing Kyaing, esposa del jefe de la junta militar de Birmania, junto a otros miembros de la familia. Los grupos cívicos en el exilio se dividían entre interpretar ese viaje como el temor del régimen ante la expansión de las protestas o el anuncio de una inminente y brutal represión contra el pueblo birmano. La diferencia con los días previos es que esas imágenes no se conocerán al instante en el mundo debido al bloqueo de las comunicaciones con el exterior, lo que profundiza el aislamiento y la impunidad que practica la dictadura militar birmana desde 1962.
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