CULTURA › CARLOS FUENTES HABLA DE SU NOVELA Y DE LA CRISIS CON IRAK
La guerra del rey y los cortesanos
El escritor mexicano acaba de publicar un nuevo libro, “La silla del águila”, casi un tratado sobre las miserias de la clase política, pero también una radiografía sobre la sinuosa relación de su país con los EE.UU.
Por Juan Jesús Aznárez *
Desde México
Carlos Fuentes sitúa la acción de su último libro, La silla del águila (Alfaguara), en el año 2020. El autor aborda magistralmente las bajezas y traiciones que orbitan sobre los presidentes de México y adivina a su país sumido en los problemas y aislado por Estados Unidos en represalia por haber solicitado ante la ONU el retiro de sus tropas de Colombia. Las presiones y el nuevo belicismo de Washington, esta vez real y contra Irak, indignan al narrador: “Lo que planteo en la novela, que nos dejen aislados, puede pasar”. Siendo La silla del águila una novela política, Fuentes entra en política y dice que a Estados Unidos se le habla de pie, con dignidad. Su libro, para el que tomó notas durante 20 años y escribió en dos, es un epistolario de la podredumbre humana, un tratado sobre los vicios de los políticos mexicanos, en ocasiones parecidos a los de otras latitudes.
–La silla del águila escruta el perfil de los presidentes. Ahora hay un polémico triunvirato: Bush, Blair y Aznar.
–No es un triunvirato. Hay un rey y dos cortesanos. Es una corte de un señor que quiere dominar el mundo y que en el momento en que lo logre va a tirar como zapatos viejos a sus sumisos aliados.
–México sabe bastante al respecto, ¿no?
–La experiencia mexicana con los Estados Unidos es muy vieja y sabemos muy bien que a los norteamericanos se les habla de pie y mirándolos a los ojos y con dignidad. Si no les hace uno favores y, se lo digo muy brutalmente, les da uno las nalgas a los gringos y se olvidan de uno para siempre, le dan una patada en el mismo trasero. Los gobiernos norteamericanos, cuando se los trata con obsecuencia, responden con desprecio. Saldrán ganando, a la postre, Alemania, Francia y Rusia.
–Pero Estados Unidos puede aplicar represalias contra México si vota en su contra en el Consejo de Seguridad.
–Están amenazando a México. Bush y su embajador en México amenazan con represalias si votamos en contra, pero yo recuerdo que nos hemos opuesto a los Estados Unidos en numerosas ocasiones, en Guatemala, Centroamérica, Cuba o Panamá, y nunca nos ha pasado nada porque hay una mutua dependencia.
–El embajador norteamericano, Tony Garza, insinúa problemas con los inmigrantes mexicanos indocumentados.
–Si como dice el embajador van a corrernos a todos los trabajadores indocumentados, quiere decir que van a llegar un millón quinientos mil trabajadores a México pidiendo empleo y desestabilizando totalmente a México, lo cual crea un problema para la seguridad norteamericana mayor que Saddam Hussein e Irak. La razón comercial es demasiado grande para que nada la pueda sostener. Creo que podemos actuar con dignidad e independencia y sin temor a represalias de los norteamericanos.
–Volviendo a su última obra, dan ganas de salir corriendo de México después de imaginar su posible evolución y la catadura de su clase política.
–Bueno, dan ganar de echarse a correr de Inglaterra después de leer a Jonathan Swift: las sátiras tienen que ser pesimistas. Pero también hay una voluntad de exorcismo más que profecía. Lo malo es que mis exorcismos suelen convertirse en profecías. No es una novela rosa. Pero veo elementos positivos. En este país siempre ha habido una lucha social permanente del pueblo mexicano, que lo ha mantenido vívido. Ahora hay una sociedad pujante.
–El Príncipe de Maquiavelo ha sido su libro de cabecera durante la redacción, pero me da la impresión de que el florentino hubiera aprendido mucho del colmillo de los políticos de su país.
–Para hablar como Fox, le dan a Maquiavelo “una sopa de su propio chocolate”. En una entrevista que le hizo mi esposa a Carlos Andrés Pérez (cuando ya no era presidente), le dijo: “Usted sabe que el presidente Carlos Salinas de Gortari tiene como libro de cabecera El Príncipe”. Carlos Andrés le respondió: “Pues como andan las cosas más vale que el nuevo libro de cabecera sea El Principito, de Antoine de Saint Exupéry”.
–Si todos los políticos fueran como los de su novela, no hay salvación posible.
–Dios me libre. No creo que todos sean así. Quise hacer una crítica a la clase política que se encierra en sí misma y pierde todo contacto con la ciudadanía. Los políticos mexicanos están ahora muy desconcertados después de más de siete decenios de régimen monopartidista, de monopoder más bien. No saben bien dónde colocarse. Hemos tenido alternancia en el poder, pero no transición democrática. Siguen funcionando muchas de las viejas estructuras, de las viejas formas y de los viejos estilos.
–En su novela el PRI, que llegó a ser el partido más longevo del mundo, queda dividido en ocho grupos y el gubernamental PAN Partido Acción Nacional es...
–El PRI, en realidad, se ha convertido en un gallinero sin gallo y las gallinas andan sin cabeza y corriendo sueltas. El PRD tiene tendencias muy diversas, y el PAN está incluso distanciado de su propio presidente Fox.
–¿Cuál sería su propuesta de cambio para México?
–Puede que suene a ilusoria, utópica, pero no lo es en Europa. Tenemos que acabar por conformar en México las dos grandes corrientes modernas políticas partidistas: el centroderecha demócrata cristiano y el centroizquierda socialdemócrata. Eso es suficiente, y luego partidos pequeños que representen intereses particulares de la sociedad.
–¿Puede concretar Fox las reformas que necesita México, entre ellas la reelección de diputados y senadores y la formación de una clase política profesional, y una segunda vuelta en la elección presidencial, como usted propugna?
–Dudo mucho dada la composición actual del Congreso, que temo que se va a repetir en julio. Con pocas variantes va a ser la misma y va a tener que nadar de muertito durante el resto de su gobierno, pero puede trabajar para el futuro, puede introducir, desde ya, iniciativas de ley, reformas que sirvan a los sucesores de Vicente Fox.
–Imaginarse un México como el de sus páginas es tenebroso...
–Sí, pero podría pasar. Es una advertencia de que podría pasar lo peor. Una de las funciones de la ficción es imaginar la catástrofe. Cuál catástrofe mayor que en 1984 con Orwell, que ya pasó, pero Swift, Voltaire describieron escenarios muy pesimistas. Y creo que por lo menos sirve de advertencia, a la vez que de diversión.
–El personaje más intrigante de la novela es una ambiciosa mujer, manipuladora de presidentes. ¿Tiene algo que ver el género en su elección?
–Soy lector de Stendhal y siempre la figura de la San Severina en La Cartuja de Parma me impresionó mucho, o la participación de las Julias en la política romana. Y otro libro que leí mucho para La silla del águila fue Tiberio, de Gregorio Marañón, en donde las mujeres juegan un papel político determinante, o Los idus de marzo de Thornton Wilder, donde la mujer es siempre como protagonista.
–¿La silla del águila parece más un tratado político que una novela?
–Para nada. Lo que subyace en toda la novela es la pasión. María del Rosario Galván dice que la política es la actuación pública de pasiones privadas. Lo que subyace es todo un repertorio de pasiones humanas que se manifiestan en la vida política. Siempre es así.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.