Desde el martes y hasta el 20 de enero, la Quebrada servirá de imponente entorno para un cruce de experiencias entre grupos de América y Europa. “El público es muy respetuoso”, señala su director.
Al comienzo era pura efervescencia. Ahora, después de que en 1999 se decidió de forma conjunta con elencos independientes americanos y europeos la puesta en marcha del encuentro internacional de grupos en la Quebrada de Humahuaca, el actor, autor, dramaturgista, director y docente Antonio Célico puede afirmar que aquel empuje primigenio cuenta ya con una estructura organizativa sólida. “Por el Encuentro Internacional de la Quebrada pasaron infinidad de maestros de nuestro país y del extranjero, que aportaron miradas diferentes con sus teorías y trabajos, esencialmente sobre el entrenamiento del actor”, puntualiza el director en diálogo con Página/12. En la nómina de extranjeros figuran el director y teórico italiano Eugenio Barba (fundador del Odin Teatret de Dinamarca), Bruno Bert, el Teatro delle Radice, fundado en Suiza por la argentina Cristina Castrillo, exiliada durante la última dictadura militar; las compañías Teatro dei Naviganti y Línea Trasversale, las dos de Italia; Actors in Transit, de Escocia; Andante, de Brasil; Milenio y Yuyachkani, de Perú, y Teatro Asou, de Austria, entre otros. De modo que, como sucede anualmente, Célico y sus colaboradores ofrecen también este año, en Humahuaca, la posibilidad de acceder a un aprendizaje intensivo sobre diferentes técnicas de expresión del actor.
El encuentro es organizado por la alianza de grupos El Séptimo, forjada en 1996 por iniciativa de El Baldío Teatro, de Ciudad Jardín, El Palomar (creado por Célico en 1985 para realizar trabajos de investigación en la antropología teatral) y el grupo Viajeros. Se realizará a partir del martes y finalizará el 20 de enero. Para informarse, la entidad ofrece un e-mail (
[email protected]) y un telefax (54-11-4751-8867). El tema de la convocatoria versará sobre la literatura en relación con el hecho teatral. Coordinan esta edición Célico, el director Daniel Misses, Eleonora Mónaco (de Teatro del Vértice, de Buenos Aires) y Fabián Castellani (de La Rueda de los Deseos, de Mendoza). La capacitación para los inscriptos se completa con las otras actividades, espectáculos e intercambios pedagógicos con artistas y docentes de la comunidad jujeña de Humahuaca. Célico, autor y director, entre otras, de la reciente Fría como azulejo de cocina, fue invitado a participar de uno de los módulos del espectáculo que prepara Eugenio Barba en Dinamarca en homenaje a los 200 años del nacimiento del poeta y escritor danés Hans Christian Andersen (1805-1875).
Respecto de la experiencia en Humahuaca, Célico reconoce que trabajar en lugares tan alejados de la propia cotidianidad, sobre todo de los que viven en grandes urbes, genera cierta desorientación beneficiosa, porque “se trabaja intensamente durante poco tiempo, y se tiene la posibilidad de rever las ideas en torno del teatro y de las pedagogías alternativas”. Sobre este punto, aclara que El Séptimo no es una asociación de grupos de carácter burocrático ni aspira a una pedagogía verticalista.
–¿Cómo definiría la relación con el entorno humahuaqueño?
–El camino que recorrió El Séptimo no estuvo sembrado de pétalos de rosa, pero hubo gente que apoyó el Encuentro. Durante el festival anterior llegamos a tener jornadas de hasta 150 espectadores en la Casa de Cultura, quedando mucha gente afuera por falta de espacio. En ese aspecto, todas nuestras experiencias fueron buenas. Los pobladores nos han acompañado. Las dificultades provenían generalmente de las superestructuras. Desconfiaban de nosotros: insistían en saber cuál era el origen de los grupos y qué orientaciones políticas tenían sus integrantes. Poco a poco obtuvimos un lugar. El municipio de Humahuaca nos cedió un terreno árido (una hectárea ubicada a 500 metros de la salida norte de la ciudad) donde hoy funciona un anfiteatro de piedra. Falta techarlo, pero ese espacio y la posibilidad de construir allí un núcleo habitacional, una sala de trabajo y de exposiciones dio lugar al nacimiento de un barrio. Se han delimitado ya las parcelas.
–¿Realizan intercambio con los grupos de teatro locales?
–Sí, y la relación es normal. Los invitamos a participar, ofreciéndoles becas o semibecas. En este momento hay un movimiento teatral en auge, con gente muy joven que se interesa por el aprendizaje.
–¿Cuál es la línea pedagógica central de los grupos reunidos en El Séptimo?
–El Séptimo está muy ligado a la antropología teatral, pero abierto a pedagogías de confrontación de carácter alternativo y a diferentes dramaturgias sobre el trabajo del actor.
–¿De qué manera influye la geografía?
–A los que vivimos en Buenos Aires nos produce un efecto de espejo. Nos miramos interiormente y podemos reflexionar de manera diferente sobre nuestro trabajo. Algunos de los grupos que integramos El Séptimo tuvimos que aprender otras técnicas del teatro de calle y acostumbrarnos a los cambios climáticos bruscos. En las salas, las experiencias son increíbles: es común, por ejemplo, que el espectador vaya a la sala con su perro. El animal se mantiene quieto y en silencio durante la función.
–¿Y qué pasa con el espectador? ¿Participa?
–El público es muy respetuoso. Su participación es de carácter reflexivo, como si hubiera en él una gran necesidad de comunicación. Nosotros organizamos también espectáculos para chicos con problemas de aprendizaje: una experiencia que motorizó una autocrítica respecto de la enseñanza en algunas instituciones escolares, como la Escuela 442. Eso fue muy interesante: de las charlas que mantuvimos con las autoridades y los docentes, y de los trabajos de taller, surgió la idea de utilizar el teatro como herramienta educativa.
–¿Han logrado mantener la relación con los grupos extranjeros?
–Contamos con maestros que nos apoyan. Estos encuentros internacionales en Humahuaca están inspirados en los de pedagogías alternativas que se iniciaron en Europa: el primero en 1976, en Belgrado, y el segundo en Bérgamo, impulsados por Eugenio Barba. El de 1998 fue especial. Se lo denominó Reencuentro de Ayacucho. Se cumplían 20 años de otro muy importante que se celebró en Ayacucho, Perú. El Séptimo participó en 1998 con un trabajo: Memoria y Herencia. Hubo quinientos participantes, llegados de distintas partes del mundo. Aquél sirvió también de homenaje a los viejos grupos, como el Libre Teatro Libre, que fundó en Córdoba María Escudero, y de puente entre diferentes generaciones de artistas y autores de diversos países. Se produjo además un nuevo enlace con los argentinos exiliados durante la última dictadura militar. Justamente, en aquella reunión se decidió que en 1999 el encuentro se organizara en Humahuaca.
–¿Con qué recursos cuentan?
–Podemos decir que, en líneas generales, El Séptimo es una entidad autosustentable. Recibimos el aporte de quienes asisten a los talleres y los trabajos de perfeccionamiento del actor, y logramos un subsidio del Instituto Nacional del Teatro que, aunque con atraso, termina pagando. Todo lo que podamos recaudar lo destinamos a la construcción del Centro de Investigación en artes escénicas, plástica, música y literatura en Humahuaca, que lamentablemente se está demorando porque nuestros recursos son, como siempre, escasos. Por ahora tenemos el terreno y el anfiteatro de piedra y contamos con el apoyo de la comunidad.