SOCIEDAD › CARILO PODRIA DUPLICAR SU TAMAÑO CON EL LOTEO DEL BOSQUE ALEDAÑO
La mina de oro
Pese a la devaluación, los terrenos subieron en dólares. Y el negocio da para más: piensan lotear 900 hectáreas aún vírgenes. La temporada, a pleno.
Por Andrea Ferrari
Desde Cariló
Como si fuera otro país. En Cariló, la crisis que hizo temblar a la Argentina parece no haber asomado la cara. El balneario mejor cotizado de la costa se prepara para una temporada con plena ocupación en la que se estrenarán las 215 obras hechas a lo largo del año, a pesar de que los terrenos no han dejado de subir, ni siquiera en dólares. Y el negocio está lejos de agotarse: la familia Guerrero, propietaria original de todas las tierras del balneario, está considerando lotear la extensión de bosques aún vírgenes que suman unas 900 hectáreas, es decir más que todo el Cariló ya urbanizado. Mientras deciden cómo hacerlo, lanzaron otro emprendimiento frente al balneario: un conjunto de chacras a lo largo de 270 hectáreas, con servicios de lujo y orientados a la actividad ecuestre. Cuando parecía que el filón empezaba a agotarse, Cariló y sus alrededores demuestran que siguen siendo una mina de oro.
No hace tanto tiempo Cariló era un predio cerrado, exclusivo y excluyente. Tenía entonces una única entrada, por la ruta 11, un vigilante y una barrera que mantenían a raya a quienes quisieran pasar sin ser invitados. Por entonces en esas tierras, propiedad de los Guerrero, recién aparecían las primeras casas. A principios de los ochenta empezó a democratizarse: la barrera se eliminó y luego se abrió otra entrada, que lo comunica con Valeria del Mar. En los últimos años hubo una explosión de casas y de apart-hoteles, que hoy superan los cuarenta. Y notablemente, con la crisis no hizo sino seguir creciendo. “Es que mucha gente usó los dólares que sacó del corralito para comprar aquí –dice una conocedora del lugar–, porque lo ven como un negocio seguro.” Hoy un terreno promedio –la mayoría tiene unos mil metros cuadrados– a seis o siete cuadras de la playa se cotiza en unos 30.000 dólares. Y más cerca del mar puede subir hasta 80 o 100.000 de los verdes.
Si se piensa que ésos son los valores para las 700 hectáreas urbanizadas, se puede tener una tibia idea de la mina de oro que constituyen las 900 hectáreas aún vírgenes, lo que en Cariló suelen llamar “la reserva”. Son sus dueños cuatro familias herederas de Héctor Guerrero, el visionario que luchando en los años veinte contra el viento, los insectos y la desconfianza, logró fijar los médanos y dio origen al fabuloso bosque que constituye hoy el principal encanto del lugar. También fue quien lo bautizó Cariló, que significa médano verde, pero seguramente el color no aludía por entonces a los dólares. Ahora esas familias herederas están considerando la posibilidad de explotar las tierras vírgenes. Así lo reconoció a Página/12 Teresa Guerrero: “Estamos estudiando la posibilidad –dijo–. Recién este año vamos a terminar de dividir la sociedad y veremos cómo lo hacemos. La idea siempre fue que en esos terrenos se iba a hacer otro emprendimiento”. Los rumores que abundan en Cariló dicen que esa zona será aún más exclusiva y que los lotes serán más grandes que los actuales. “La idea es hacerlo con lotes más grandes –admite Guerrero–. Pero aún no sabemos exactamente cómo será: tal vez se venda en bloque a alguien con un proyecto grande.”
En tanto, la familia Guerrero sacó a la venta otro emprendimiento, esta vez enfrente a Cariló: las Chacras Dos Montes. “Son 99 chacras en un predio de 270 hectáreas –explica Daniel Cibert, el marido de Teresa Guerrero, a cargo del proyecto–. Tiene cancha de polo, club house, pileta, carriles para pasear en sulky o bicicleta. También va a haber dormis para quienes vengan a participar en una actividad deportiva.” Cada parcela cuesta 85.000 dólares y ya hay 12 vendidas.
No hay duda de que las tierras de Cariló son codiciadas. Contra el centenar de construcciones de 2002, este año en el balneario fueron 215: “204 viviendas unifamiliares, siete multifamiliares –complejos de cabañas–, tres hoteles y una galería comercial –detalla el arquitectoJulio Falbo, director de obras particulares del Municipio de Pinamar–. Eso significa 60.000 metros cuadrados de obra”. Es decir, casi la mitad de los 140.000 metros cuadrados edificados en todo el partido que también incluye a Pinamar, Ostende y Valeria del Mar.
Aunque los alquileres son caros, la demanda no se achica. “La temporada va a ser muy buena. Para enero tenemos una ocupación del 80 por ciento, y para febrero ronda el 60 por ciento –dice Silvia Melgarejo, a cargo de la Constructora del Bosque–. Una casa de dos dormitorios puede conseguirse aproximadamente por 5500 pesos para enero.” Claro que si es algo más grande y cerca de la playa, los precios pueden subir hasta los 18 o 20 mil pesos por el mes. Tampoco es barata la sombra: en el balneario Hemingway cotizan la carpa en 1200 pesos para el mes de enero y dicen que ya tienen un 50 por ciento cubierto.
En medio de tanta belleza, Cariló sufre un problema muy poco elegante: las cloacas. Debido al acelerado crecimiento en la zona comercial y hotelera, los sistemas no dan abasto y los olores, cada tanto, emanan. Puede suceder entonces que un visitante esté en un restaurante paquete, ocupando una de las mesas que miran al bosque, cuando el viento traiga un aroma que le dé ganas de salir corriendo. Para solucionar ese problema, ya está previsto que en 2004 se realicen obras de saneamiento. “Es una obra importante para sanear un sistema de cloacas con plantas de tratamiento –dice Falbo, del Municipio de Pinamar–. En este momento, el olor depende de la característica de cada edificio, de cómo fue hecho. La obra la pagarán los frentistas.” “Se decidió que sea una contribución obligatoria –aclara Eloy Lesca, presidente de la Sociedad de Fomento–. Y las obras serán en la zona céntrica, porque en la residencial no existe ese problema.” Todo para que, finalmente, Cariló huela siempre tan elegante como luce.