CULTURA › MARIA FASCE Y SU PRIMERA NOVELA YA EDITADA EN FRANCES
“Las mentiras son como bacterias”
La verdad según Virginia, publicada por Gallimard, sale en español. “Convivimos con las mentiras, y no está mal que sea así”, dice.
Por Angel Berlanga
“El comentario que coincide en todos los casos es ‘me la leí de un tirón’; eso me encanta”, dice María Fasce. Escritora, editora y traductora, nacida en Buenos Aires en 1969, por estos días está radicada en Barcelona: allí nació, en septiembre del año pasado, su hijo, Pedro, que unos minutos antes del comienzo de la entrevista partió a bordo de un carricoche piloteado por su padre hacia un paseo por el Jardín Botánico, a media cuadra de este departamento de Palermo en el que la escritora dice sí, acá la tengo, cuando se le pregunta por la edición de Gallimard, el prestigioso sello francés que inicialmente publicó en ese idioma La verdad según Virginia, su primera novela, editada ahora por Planeta. Cuando compara los dos volúmenes no duda: la edición europea le gusta más.
Esa historia comienza justo ahí, en el Botánico, con la protagonista despidiendo a su hijo de ocho años, que parte rumbo a una semana de vacaciones en la costa. La habitación que él deja vacía será ocupada dos días más tarde por Santiago, un ex amante deseado, idealizado y colombiano que Virginia le presentará al marido como amigo, nomás; el plan es que el invitado pase cuatro días en el departamento de la pareja. ¿Qué va a pasar? Eso es lo que se preguntan el lector y la protagonista, que a lo largo de la semana en la que transcurre la trama revisará la naturaleza de lo que siente/sintió por los que más le importan en su vida: hijo, marido, ex amante, madre, amigas, otro ex amante. “Todas mis teorías no sirven más que para columnas de revistas que después envolverán huevos”, piensa Virginia, que se dedica a escribir. La historia transcurre durante noviembre de 2001 en Buenos Aires, en el denso clima previo al estallido; por entonces Fasce, que ya había publicado El oficio de mentir (Conversaciones con Abelardo Castillo) y La felicidad de las mujeres (cuentos), empezó a escribirla. Terminó un año después, cuando ya se había ido a España.
–El oficio de mentir, La verdad según Virginia... Parecen sus temas predominantes, al menos en los títulos.
–El del libro de conversaciones con Abelardo surgió de una frase que dijo él. Pero en éste más bien se me ocurrió una historia de amor, un triángulo, en el que la infidelidad, los grados de infidelidad, entre comillas, tienen un papel importante. Cuando entré en la historia empecé a pensar en la necesidad de las mujeres por decir la verdad, por buscar siempre las razones de todo, por explicarse todo. Cuando se acaba una relación nos preguntamos interminablemente “y por qué, por qué ahora no me quiere”, y en realidad no importa: se acabó. Me di cuenta de que la historia funcionaba cuando con este enfoque agarraba un libro, u oía lo que les pasaba a mis amigas, por ejemplo, y encontraba que todo podía relacionarse con eso, con la verdad y la mentira. Luego, de casualidad, encontré ese reportaje a la bióloga Lynn Margulis y me pareció que lo que decía sobre las bacterias era una metáfora perfecta sobre las mentiras: convivimos con ellas todos los días, y no está mal que sea así.
–El otro tema que acompaña toda la historia es el de los sentimientos en las distintas relaciones.
–Sí. Cuando escribo busco explorar algo, investigar; me interesa mucho ese tema, el de los diferentes tipos de relaciones humanas: con los padres, con la pareja, con un hijo. Eso está todo el tiempo en la novela, cómo la relación de pareja corre peligro a cada momento, porque es algo que uno elige: esa es una diferencia clave en la vida cotidiana, porque un hijo o un padre van a estar siempre y la pareja, en cambio, tal vez no. La protagonista tiene el dilema, en ese sentido, de si sigue eligiendo o no a su marido, porque cree que su relación se pone en riesgo con la llegada del antiguo novio. De ahí surge otro interrogante: en qué consiste la infidelidad; si uno llegó a concretarla en la cabeza o en la fantasía, si está obsesionado con esa idea, ¿cuál es la diferencia entre que pase o no? Yo tiendo a creer, por otra parte, que sobre todo las mujeres no pueden convivir con secretos o mentiras, porque la vida se les hace difícil. Por eso sienten la muy rara necesidad de contarle al marido lo que pasó. A veces se trata de secretos ridículos, mentiras chicas.
–¿Cómo define a la protagonista?
–Insegura, ingenua en muchas cosas, insatisfecha. Como muchas mujeres. Como yo en una pequeña parte, o no tanto; bueno, espero ser un poco mejor que la protagonista. Tanto en las películas como en los libros me gusta que el lector siempre sepa un poco más que los personajes, que esté viendo la situación, dándose cuenta de que Santiago no es ni remotamente como ella lo ve, y que el marido tampoco es tan tonto. Virginia cree que es la única que tiene un secreto, pero todos esconden algo. Estamos rodeados de estas historias pequeñas, de movimientos casi imperceptibles: de repente no sabés qué pasó ni por qué, y querés a otra persona, o la dejás de querer. Los personajes están como en una nebulosa, como movidos por hilos.
–¿Y en cuanto a sus referentes literarios, de estilo?
–Me gustan sobre todo los americanos, la forma de captar los detalles mínimos. Aunque tengo una capacidad de memoria chica y un poder de distracción muy grande, creo que puedo observar más o menos bien. El estilo sale de ahí: de tratar de transformar los defectos en marca y de potenciar las virtudes. Me gustan mucho desde Hemingway hasta Cheever, Lorrie Moore, Siri Hustvedt, Fitzgerald; la narrativa que, como dicen Hemingway y también Piglia, tiene una historia subterránea fuerte, de la que emergen pequeños puntos: parece que se cuenta una tontería porque lo importante está debajo. Espero que después de leer tanto a esos escritores se me haya pegado el estilo.