CULTURA › JAMES JOYCE, EN EL CENTRO CULTURAL BORGES

Retrato del artista joven, chistoso y corto de vista

Una muestra con textos y fotos del genial autor irlandés expone facetas poco conocidas del creador del Ulises.

 Por Silvina Friera

Las fotos del escritor irlandés piden que una mirada compasiva se pose sobre su inexorable desgracia, quizá para resignificar la plenitud de una obra escrita al borde de la ceguera. Sobre su rostro circunspecto, que deja entrever las mandíbulas contraídas por el esfuerzo, tiene los anteojos; con su mano izquierda sostiene un libro, mientras que con los dedos de su mano derecha se aferra al mango de una lupa con la que intenta leer. Desde 1917 hasta 1930, James Joyce, uno de los genios literarios del siglo XX, se sometió al menos a 25 operaciones por sus problemas con la vista. En sus mejores páginas se percibe que el escritor irlandés era poco visual y muy musical. A veces les pedía a sus amigos que escribieran al dictado para poder cumplir con los plazos de entrega estipulados por sus editores. En su novela autobiográfica A Portrait of the Artist as a Young Man (Retrato del artista adolescente), su alter ego Stephen Dedalus es castigado injustamente por no haber hecho sus deberes, debido a que los anteojos se le habían roto y no podía ver. Este y otros aspectos de la vida del autor del Ulises podrán ser apreciados por quienes recorran la muestra Joyce Internacional, que se inaugura hoy a las 19 en el Centro Cultural Borges (Viamonte y San Martín).
La exposición, organizada por la sección cultural del Ministerio de Asuntos Exteriores de Irlanda, funcionará de lunes a sábado de 10 a 21 y los domingos de 12 a 21. A través de fotografías y textos, la muestra construye una suerte de núcleo narrativo en el que se ensamblan la historia de vida de Joyce con sus obras literarias. El visitante no debería obviar un detalle: los chistes de Joyce. “He escrito el Ulises -dijo en una entrevista– para tener ocupados a los críticos durante 300 años.” De cumplirse la broma del irlandés, esta obra excepcional de la literatura moderna, que fue publicada en París en 1922, mantendrá entretenidos a los académicos y críticos, que continuarán descifrando los juegos verbales, las parodias de los capítulos de la Odisea homérica y los paralelismos y los simbolismos históricos-culturales, hasta el siglo XXIII.
Djuna Barnes comentaba que, en vísperas de la publicación de la novela, el escritor le confió, en el café Les Deux Magots: “Lo malo es que el público pedirá y encontrará una moraleja en el libro, o peor, que lo tomará de algún modo en serio, y, por mi honor de caballero, no hay en él una sola línea en serio”.
Los textos y fotos de la muestra permiten transitar por los estados emocionales del escritor. En una carta a Nora Barnacle, quien sería su mujer, fechada el 29 de agosto de 1904, Joyce le decía: “Conviene que conozcas mi ánimo en la mayor parte de las cosas. Mi ánimo rechaza todo el presente orden social y el cristianismo, el hogar, las virtudes reconocidas, las clases en la vida y las doctrinas religiosas. ¿Cómo podría gustarme la idea del hogar? Mi hogar ha sido simplemente un asunto de clase media echado a perder por hábitos de derroche que he heredado. A mi madre la mataron lentamente los malos tratos de mi padre, años de dificultades, y la franqueza cínica de mi conducta. Cuando la miré a la cara, tendida en el ataúd –una cara gris, consumida por el cáncer–, comprendí que miraba la cara de una víctima y maldije el sistema que la había hecho ser víctima”.
Ya antes de la aparición del Ulises, en abril de 1921, basándose sólo en los capítulos del libro publicados en la Little Review, R. Aldington, en English Review, más que señalar las virtudes de la novela, hundía el dedo en la llaga de las generaciones futuras con un vaticinio sorprendente. “El (por Joyce) produce asco con una razón; otros producirán asco sin razón. El es oscuro y justifica su oscuridad, pero, ¿cuántos otros escribirán mera confusión pensando que es sublime...? El no es uno de esos superficiales que adoptan un artificio superficial como canon de una nuevaforma de arte; él caerá en manos de las capillitas, pero él mismo está por encima de ellas.”

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Joyce se sometió al menos a 25 operaciones de la vista.
 
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