ESPECTáCULOS › EL AÑO QUE LA FICCION DESPLAZO TODOS LOS LIMITES
Una tele con demasiada magia
Los golpes de efecto, la recreación de personajes históricos, los cambios de horario, son una constante en pantalla.
Por Emanuel Respighi
El 2004 será recordado como el año en que la competencia televisiva traspasó todos los límites tolerables. La locura por el rating llevó a los programadores de los principales canales de TV, Telefé y el 13 a implementar como nunca antes en la historia catódica todo tipo de estrategias, desde programas que fueron estrenados sin previo aviso (Odisea) hasta ciclos pospuestos a minutos de su estreno (Los secretos de papá), pasando por la ambigüedad de horarios de emisión que aún hoy persisten (¿quién puede afirmar sin temor a equivocarse a qué hora van los programas del prime time, que ya ni siquiera comienzan “a las y media” sino “al término de...”?). Las víctimas, claro, fueron los televidentes. Pero la necesidad de acaparar un buen porcentaje de audiencia no sólo derivó en el rompecabezas actual de horarios de la TV local, sino que también llevó a las ficciones a renovar su narrativa, incluyendo una gama de recursos no tradicionales que oxigenaron al género. Como dice la frase popular, no hay mal que por bien no venga.
Mantenerse en competencia no es fácil en tiempos en los que los programadores y productores planifican sus productos mirando de reojo los movimientos de la competencia. Por esa imperiosa necesidad de mantener la expectativa, entonces, los productores entendieron que día tras día deben sorprender a la audiencia con “algo” nuevo. A la TV ya no le basta con contar una buena historia –cada vez, incluso, menos proclive a hacerlo– para capturar a la audiencia. La tendencia, ahora, es fascinar a los televidentes con lo extraño, el fuera de foco, aquello que escape a la rutina del programa.
A la búsqueda de mantener las historias siempre calientes, este año la TV echó mano a varios recursos externos. Condimentos más o menos efectistas que no son nuevos pero que, por su repetición, se instalaron en la ficción argentina. Uno de los más utilizados es la participación especial de personalidades de peso haciendo de sí mismos en las ficciones. Así, se los pudo ver a Marcelo Tinelli, Gastón Pauls y a Mariano Martínez en Los Roldán, a Nicolás Repetto y Mario Pergolini en Los secretos de papá, a Jorge Lanata en El deseo y hasta a Jorge Rial en No hay dos sin tres. Todos invitados con un objetivo: subir el rating. Sin embargo, entre tantos invitados de promoción, se coló en la TV una invitación que respondió a fines más nobles que engrosar al Dios rating: fue la tira adolescente Frecuencia 04, donde se le dio la oportunidad a Estela de Carlotto de informar a los jóvenes sobre la importancia de conocer su verdadera identidad.
Como si con el “bolo” del famoso no bastara, la ficción también incorporó una nueva herramienta: el revival. Aprovechando que la historia se desarrolla en la década del ‘50, Padre coraje innovó en materia de invitados, acoplándole a su imprevisible trama la figura de viejos próceres o estrellas nacionales. Así, desfilaron por el mágico pueblo de La Cruz las interpretaciones de Evita, Juan Domingo Perón, Tita Merello y el Che Guevara, entre otros. Lo epocal, también, se transformó en género. A partir de Costumbres argentinas el año pasado (donde se recorrió la década del 80), el desfile de los ciclos anclados en el tiempo se hicieron una constante: desde el bizarro 30 y pico en el 7 hasta el flamante Mosca y Smith en el Once, con toda una estética setentosa.
Así como surgió la PNT (publicidad no tradicional), ahora también se pueden hablar en la ficción de RNT (recursos no tradicionales). A los ya instalados elementos esotéricos en las tramas (Resistiré, Soy gitano, Culpable de este amor, Padre coraje), se le suman herramientas tecnológicas impensadas para las ficciones hace algunos años. A la vanguardia figura la utilización de dibujos animados en Los secretos..., donde se puede ver la manera en que las neuronas del personaje de Dady Brieva interactúan en su cerebro, o la corporización animada de Rubén Jilguero en Hulk o en alguno de los futbolistas del animé Los supercampeones. Ni qué hablar de los subtítulos al castellano de losdiálogos en francés de Chichita Uriarte en Los Roldán. Diferentes medios para llegar a un mismo fin: mantener a la audiencia en vilo y ganar, así, la tan ansiada franja horaria.