Jue 21.04.2005

CULTURA  › ESTA TARDE ABRIRA SUS PUERTAS UNA
NUEVA EDICION, LA 31ª, DE LA FERIA DEL LIBRO

Los libros suben otra vez al escenario

“Un escenario para los libros” es el lema que eligió este año la organizadora Fundación El Libro. Por primera vez la apertura la hará una mujer, la dramaturga Griselda Gambaro.

› Por Silvina Friera

¿Cómo se vinculan los argentinos con este acontecimiento cultural multitudinario que es la Feria del Libro? Emociones ambivalentes estallan en el predio de la Rural, en donde los editores, libreros, escritores, lectores, espectadores y oyentes representan la misma tragicomedia desde hace 31 años. El lema de este año, Un escenario para los libros, es quizás el que mejor sintetiza el espíritu festivo que sobrevuela por el barrio de Palermo. Cuando hoy a las 18.30 Griselda Gambaro inaugure esta nueva edición de la Feria Internacional de Buenos Aires, esa “gran expresión de consumo cultural que tenemos los argentinos”, según plantea la historiadora Ema Cibotti a Página/12, desplegará su inefable poder de seducción: 170.000 novedades editoriales y más de un millón de ejemplares que, acomodados en los stands, esperan por sus lectores. Entre los visitantes extranjeros, el atractivo mayor vendrá de la mano, los libros –El río del tiempo– y la lengua implacable del colombiano Fernando Vallejo, pero también estarán el brasileño Paulo Lins –autor de Ciudad de Dios–, el sociólogo esloveno Slavoj Zizek, el politólogo francés Guy Sorman, el filósofo español Fernando Savater, el titiritero, actor, mimo, poeta y tarotista Alejandro Jorodowsky y el escritor alemán Bernhard Schlink, entre otros.
El poder de seducción de la Feria se prolonga en la variedad de homenajes que se desarrollarán en las salas del predio: al Quijote, a cuatrocientos años de la publicación de la novela; al escritor argentino Manuel Puig, a quince años de su muerte; a Isidoro Blastein, que murió en agosto del año pasado; a Italo Calvino y a Osvaldo Lamborghini. Como una caja de Pandora, este encuentro se propone cumplir con un lema subyacente: “Todo dentro de la Feria, nada fuera de ella”. Tomás Abraham dictará un curso sobre Jean-Paul Sartre (el 25 y 26 de abril), en el centenario de su nacimiento; Juan Sasturain y Francisco Solano López analizarán El eternauta (el 30 de abril y el 1º de mayo), Susana Zanetti abordará la obra de Juan Rulfo (el 3 y 5 de mayo) y Pablo Capanna bosquejará un panorama de la literatura de ciencia ficción (el 27 y 28 de abril). Marta Díaz, directora de la Feria, organizada por la Fundación El Libro, cuenta que en esta edición la demanda se disparó tanto que muchos expositores se quedaron afuera. “La industria editorial argentina está en franca recuperación –admite Díaz–, pero el éxito de la Feria se debe a que es un lugar de encuentro espectacular para el lector avezado y para los iniciados.” Las actividades culturales y las presentaciones de libros (en esta ocasión Andrés Rivera, Tununa Mercado, Graciela Montes y Ema Wolf, Eduardo Belgrano Rawson, Enrique Pinti, Leo Maslíah y Roberto Fontanarrosa, entre otros) son las columnas vertebrales que permiten explicar por qué año tras año crece la cantidad de personas que recorren los pabellones, revuelven los stands, hacen colas de dos o más horas en busca del contacto directo con las estrellas de la Feria, se inscriben en los talleres o participan en las conferencias y mesas redondas. “Hay más de mil actos, incluso más que el año pasado, cuando duró 28 días, desde charlas académicas, conferencias masivas, talleres hasta varios encuentros de educación y de narradores. Hay actos para todos los gustos y ésta es una de las bases del éxito de la Feria.”
Desde los pagos del mundo editorial, Daniel Divinsky, de Ediciones de la Flor, pone paños fríos a la euforia que genera la recuperación de la industria editorial argentina. “Las expectativas económicas de la gente están más acotadas y contenidas, pero de todas maneras recorriendo los pabellones se percibe que muchas editoriales han mejorado sus stands –aclara el editor–. Para nosotros, que sacamos diez libros, la Feria es el gran momento de parición.” Divinsky rechaza que exista una primavera en el mundo de la edición de libros porque “se ha tratado de que los precios internos no subieran, a pesar de que el papel, que siempre aumentaba porque se lo relacionaba con el dólar, ahora parece que se lo relaciona con el euro”. En lo que va del año el costo del papel, según comenta el editor, se incrementó un 35 por ciento. “Buscamos mantener los precios de exportación y estamos vendiendo mucho más en el exterior –agrega–. Ahora los tirajes son más chicos, eso es evidente, incluso las grandes editoriales transnacionales sacan menor cantidad de novedades.”

La paz del mercado
Ema Cibotti opina que aunque la Feria es una gran expresión de consumo cultural, no implica que haya un ejercicio mayor de la lectura. “Es la Feria del Libro, pero no necesariamente es la feria de la lectura –advierte–. A mí el dato que me alarma es el 0,7, el ningún libro que lee un chico en su año escolar contra los cuatro libros que lee un chico en Chile.” La historiadora señala que si bien hay lectores, autores y consumo de libros, no hay lecturas. “Es complejo de entender cómo se hace para que haya lectores y escritores y no haya lectura. Es evidente que se lee cada vez menos en la Argentina, no sé si compran tanto menos libros como tanto menos se lee, con lo cual habría una variante –sugiere Cibotti–: la gente compra libros que no lee, pero no lee libros que no compra, porque no es que las bibliotecas estén llenas de personas que van a leer porque los libros son caros y ésa es la manera de acceder a la lectura. Lo paradójico es que hay un enorme acceso al libro, pero no a la lectura” (ver aparte).
El escritor Vicente Battista asegura que la Feria se convirtió en una costumbre nacional. “Una vez por año la gente vinculada con la cultura, con el arte y con la literatura se encuentra para cambiar ideas, enojarse o presentar libros. Después esa gente suele cuestionar la existencia de la Feria, pero eso no le impide ir”, subraya el escritor. “Yo viví muchos años en España y seguiré cuestionando la corrida de toros, y nunca se me ocurrió ir a una plaza”, ejemplifica Battista. “Creo que la Feria es parte de folklore argentino: les da alegría a los que la visitan y a los expositores, cuando se vende bien.” En febrero de este año el escritor estuvo en la Feria del Libro de Cuba y dice que el costo del libro allá es “baratísimo”, un promedio de 90 centavos en pesos argentinos, cuando un puro en Cuba cuesta 6 pesos argentinos. “Es decir que un puro cuesta cinco veces más que una novela”, acota Battista, mientras que en la Argentina la relación es inversa: el precio de un libro, promedio 20 pesos, es casi siete mayor que el de un atado de cigarrillos. “Si desapareciera para siempre la Feria del Libro, si un día la Fundación dice ‘se acabó la Feria’, creo que no le pasaría absolutamente nada a la cultura argentina; nosotros seguiríamos escribiendo y los lectores seguiríamos leyendo libros”, añade el escritor.
El subdirector de la Biblioteca Nacional, el sociólogo Horacio González, sostiene que la Feria ha tenido una curiosa aceptación en el imaginario de los argentinos. “La asociación del libro con la kerme- sse, la aglomeración y cierto aire de fiesta enlaza con la idea de los viejos mercados medievales y con una vieja ilusión argentina, que la sociedad no permite, pero que sí lo hace la Feria, que es pensar que hay una ciudad quimérica cuyas calles tienen nombres como José Hernández, Leopoldo Marechal y Roberto Arlt”, explica González. “La relación libro-mercancía terminó siendo no sólo toleradas, sino reinventada como una suerte de conquista democrática. La Feria, como su nombre milenario lo dice, es el lugar de la tolerancia, y aunque la Argentina no lo sea como país, tiene distintos espacios, entre otros la Feria del Libro, que crea la breve ilusión de que todos somos tolerantes. La Feria es la paz del mercado, lo que no quiere decir que uno no la pueda criticar, incluso en ciertas circunstancias en las que yo estuve hubo fuertes manifestaciones contra tal o cualexpositor, como en la presentación del libro del comisario Etchecolatz hace unos años”, recuerda el sociólogo. “Todo mercado establece una paz, pero a su vez también los procesos sociales reales lo recorren, así que la Feria ha sido habilidosa en aceptarlos, lo que explica que haya permanecido tantos años.”
El telón de la Feria se abre, y se renueva una fiesta en la que todos quieren estar, aunque a muchos, parafraseando a Borges, no los una el amor sino el espanto.

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