La noche del jueves de Boca, que había comenzado con una tormenta de fuegos artificiales, truenos y explosiones de papelitos azules y amarillos, un festejo que incluso antes de la derrota que dejó al equipo afuera de la Copa Libertadores parecía desproporcionado, desató tempestades. La dirigencia del club le bajó el pulgar a Carlos Ischia y, aunque se anuncia “respetuosa de los contratos”, pretende que el entrenador se cargue el fracaso y se baje del barco solo. El DT asumió su parte en la merma deportiva, pero habló de seguir hasta diciembre, cuando vence su contrato. Ayer hubo varias reuniones, en las que sumó protagonismo el manager del club, Carlos Bianchi, a quien el presidente de la institución, Jorge Amor Ameal, sueña con ver sentado en el banquillo. Ante Vélez en el banco estará Ischia, pero diciembre está demasiado lejos para este momento intempestivo.

Así como el exagerado festejo se convirtió en cabeza de tormenta, una tormenta de esas a las que Boca se había desacostumbrado, la eliminación sufrida el jueves, en lo que era el objetivo principal para este semestre, ha puesto al descubierto las flaquezas del equipo y de su conducción, que acaso la obtención torneo Apertura había logrado disimular. En los pasillos del estadio, el pedido de renuncia de Ischia fue lo que más sonó tras la victoria de Defensor. Pero junto al de Ischia, también sonaban los nombres de algunos de los jugadores. El clima estaba caldeado.

Quizás por eso Ameal, antes que hacer lo que le gustaría, echar a Ischia y sentar a Bianchi en el banco, se mostró cauteloso. “Todos estamos con bronca y dolidos, pero ahora hay que tener prudencia para las decisiones. No hay que perder de vista que acá hay un hecho humano”, dijo el presidente, que ayer estuvo reunido con Bianchi y sabe que el Virrey no puede, por contrato, y no quiere ocupar el lugar caliente que Ischia, su colaborador y amigo por más de dos décadas, tarde o temprano, terminará cediendo.

Ameal, Bianchi y el actual vicepresidente de fútbol profesional, Marcelo London, se reunieron ayer por la tarde. Mientras la dirigencia le busca la vuelta al asunto para dar un golpe de timón, Bianchi prefiere no apresurar la respuesta a la crisis esperar y que sean los hechos los que determinen el rumbo. Ayer, el dirigente José Beraldi, distanciado con la presidencia del club desde el desembarco de Bianchi a un área que antes manejaba, dejó en claro su posición: “Ischia tiene contrato en Boca hasta diciembre, pero acá nadie garantiza nada”, tiró.

Pero en la decisión, además de lo humano, también pesan los números. Si Boca pretendiera echar al actual entrenador, tendría que desembolsar unos 350 dólares por la rescisión del contrato, un costo demasiado alto para las arcas del club, que por estas horas está obligado a vender jugadores –ayer se hablaba de Viatri y Battaglia al fútbol italiano– para mantener en firme su estructura competitiva. Los más de 2,5 millones de dólares que Boca dejará de percibir por haberse quedado afuera de la Copa también cuentan a la hora de la decisiones.

Liquidado anímicamente, Ischia habló ayer para la prensa. “Estoy muy dolido, con un dolor en el alma muy fuerte por lo de ayer. Teníamos mucha ilusión de ganar la Copa Libertadores, era nuestro gran objetivo”, remarcó el DT. Luego se cargó la responsabilidad por la derrota. “Me hago responsable por la eliminación del equipo, pero estoy fuerte y entero para seguir, después dependerá de los dirigentes. Igual hasta ahora sólo tuve muestras de apoyo”, remarcó.

El partido de mañana frente a Vélez en Liniers puede ser clave. No sólo para captar si existe o no una señal de respaldo para Ischia de parte de los jugadores, sino para saber cuál será el pronunciamiento de los hinchas al respecto.