DEPORTES › FUTBOL > LA SELECCIóN ARGENTINA APLASTó A LA DéBIL FORMACIóN DE CANADá EN SU úLTIMO PARTIDO ANTES DEL MUNDIAL
Los hinchas se entusiasmaron con la fiesta, que tuvo emociones y aplausos, aunque el partido no fuera un desafío para el equipo de Maradona, quien se dio el gusto de probar variantes. Maxi Rodríguez (2), Di María, Tevez y Agüero, los tantos.
› Por Facundo Martínez
La Selección se despidió de sus hinchas a lo grande, con un show de goles en el Monumental ante Canadá, un seleccionado que se mostró desorientado y que terminó encontrando un buen precio con el 5-0 final. Para los argentinos el encuentro no dejó mucho más que el color y el calor de un partido que, si bien no deja tela para cortar, al menos permitió el desahogo y que varios de los protagonistas pudieran demostrar sus ganas de ser titulares en Sudáfrica, como Carlos Tevez y Maxi Rodríguez.
Para los canadienses la Argentina toda fue una caja de sorpresas. Nada era lo que esperaban: la 9 de Julio no era la avenida más grande del mundo, más bien parecía chica porque en los festejos del Bicentenario no cabía ni un alfiler; tampoco sobraba espacio en las tribunas del Monumental, a donde los hinchas nacionales acudieron en masa, pese a que la Selección se clasificó para el Mundial raspando la olla y también penó como condenada en los amistosos previos. Para colmo, ni siquiera pudieron darse el gusto de fotografiarse con Messi, el mejor jugador del planeta, quien por una contractura se quedó todo el partido en el banco.
Y es más, para cuando los canadienses se dieron cuenta de que la cancha no terminaba a los 75 metros ya perdían por 3-0 y la cosa se encaminaba para el baile, y no precisamente un pericón. Es que el espíritu patrio que ganó por estos días los corazones, sumado a la jerarquía del rival, hizo que la Selección se pareciera ayer al equipo de un país grande y generoso.
La cuenta la abrió Maxi en un tiro libre a un costado del área, con un zapatazo tremendo, de especialista, que el arquero Onstad vio pasar como una estrella fugaz. Pero ni tiempo tuvo de pedir un deseo, porque con Tevez enchufado a una trifásica, con Higuaín acechando en el área, con Di María rápido y certero, con Jonás Gutiérrez echando fuego por el lateral siempre más preocupado por atacar que por defensor, el equipo de Maradona ganaba en todas, pero, sobre todo, e increíblemente, cuando la visita tenía la pelota e intentaba salir jugando.
El segundo salió rapidito. Robó Di María –figura, entre varias figuras–, picó Higuaín por la franja central, se trabó y la dejó para que Tevez tomara la posta. Encaró el Apache y ante la opción de encarar o habilitar al compañero, se la dejó servida a Maxi para que éste asegurara el 2-0. El tercero fue todo de Di María, una obra de arte que incluyó enganche y zurdazo desde afuera del área que se coló por arriba del arquero y se metió en el ángulo.
Para la segunda parte, ni siquiera los cambios alteraron la fiesta. El espíritu colectivo se materializó en la famosa ola que dio varias vueltas al estadio. Higuaín, que había desperdiciado dos chances increíbles en la primera parte, tuvo revancha cuando, tras un robo espectacular de Tevez, dominó la pelota y luego lo habilitó para que el delantero de Manchester City pusiera con un toque seguro el 4-0.
El público festejaba el ingreso de Palermo, lo habían pedido varias veces, y el arquero Romero aplaudía para calentarse un poco las manos, cuando Agüero, en la primera que tocó, amagó en el área, para adentro, para afuera, y después con gran categoría puso el 5-0 final. Fue un golazo, pero fue de gusto: la frutilla del postre, como dice Maradona, que de llenarse la panza –de goles, por supuesto– sabe más que cualquiera.
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