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La historia de Chico Estrela, un arquero apto para todo servicio

¿Macri atajando en River? ¿Y Aguilar en Boca? Salvando distancias, algo así le ocurrió a un arquero bahiano que llegó a ser presidente del club archirrival, lo fundió, y después volvió al equipo de sus amores.

Por Hernán Bahos Ruiz
Desde Río de Janeiro

El presidente de Boca, Mauricio Macri, y el titular de River, José María Aguilar, admitieron en varias ocasiones que, por encima de sus carreras profesionales y como dirigentes, siempre soñaron con jugar con la camiseta de sus respectivos equipos. Incluso el empresario se dio el gusto de calzarse la nueve de Boca en algunos entrenamientos junto al plantel profesional. Pero imaginarse a Mauricio Macri en el arco de River en pleno Monumental resulta tan surrealista como ver a Aguilar bajo los tres palos del arco de Boca en una Bombonera llena. Sin embargo, para los hinchas del Serrano, un pequeño club del nordeste de Bahía, no es nada anormal que su arquero titular sea el ex presidente del Conquista, su rival regional más odiado.
Si en España el “caso Piterman” alude a un empresario estadounidense de origen ucraniano que divide su trabajo como presidente y entrenador del Racing de Santander, un asunto similar planteó Chico Estrela en el ambiente futbolístico brasileño. Con un nombre artístico que parece más acuñado para un actor de cine, Francisco Estrela Dantas Filho se dio el lujo de ser ídolo de dos “torcidas” irreconciliables –la del Conquista y la del Serrano– en el estado de Bahía.
Chico Estrela llegó al fútbol profesional en 1982, rendido por las limitaciones técnicas que le impidieron destacarse como delantero y resignado a los consejos de sus amigos para que jugara en el fondo, más precisamente como arquero. “En realidad era muy malo en otras posiciones. Poco a poco me di cuenta de que era bueno en el puesto y de que era imbatible cuando salía del arco para cortar los centros aéreos del rival”, le contó a la agencia EFE en una conversación telefónica.
No necesitó muchos partidos para afirmarse como titular del Catuense, un modesto equipo de la ciudad de Catú, muy lejana de Salvador, la capital del estado, donde históricamente mandan los poderosos Bahía y Vitória. Si para entonces el empresario Dimitri Piterman comenzaba a decantarse por el fútbol, el guardameta Chico Estrela resistía a la presión de su padre para dedicar más tiempo a las haciendas que atesoraba en Vitória da Conquista, a 500 kilómetros de Salvador.
Fue la presión familiar la que lo llevó de vuelta a casa y su fama de buen arquero le abrió las puertas en el Serrano Sport Club. Allí vivió su apogeo hasta 1988, cuando la muerte de su padre lo obligó a asumir la administración de la herencia. El equipo de la otra orilla, el Conquista, lo fichó en 1996, y fue tal su compenetración con la entidad que a los cuatro años lo proclamaron presidente por unanimidad.
“No fue por méritos sino porque nadie quería ocupar el cargo y varios amigos me hicieron pensar que podía asumir el reto”, explicó. Quizá esta vez los amigos no acertaron como cuando le recomendaron dedicarse al arco, porque meses después de asumir la presidencia, el Conquista se fue a pique a la segunda división. Y dos años después cerró sus puertas en medio de una aguda crisis económica. “Como presidente soy muy buen arquero”, admitió con sonora carcajada, que sólo interrumpió para aclarar que la falta de recursos hace difícil la vigencia de equipos pequeños.
Sin empleo como ejecutivo, el fútbol le ofreció otra oportunidad y el año pasado volvió a su antigua casa, el Serrano. El 7 de abril, Chico Estrela cumplirá 39 años. Asegura que el paso del tiempo lo premió con experiencia y sabiduría en el arte de evitar goles, aunque para ello debe ayudarse durante los partidos con unos lentes de contacto, debido a su acentuada miopía.
Sus calificaciones en los primeros partidos de la temporada lo confirman como el mejor del campeonato regional y el poseedor de unas condiciones físicas envidiables. “Jamás bebí, fumé o perdí una noche. Ahora estoy recogiendo los frutos de tantos años de sacrificio”, comentó el arquero-presidente, que se dio el lujo de decirle “no” al ex seleccionadorbrasileño Sebastiao Lazaroni, que en 1987 lo quiso fichar para el Vasco da Gama. Nunca quiso abandonar su terruño porque el dinero nunca fue problema en su vida. Tanto que el Serrano no le paga por jugar y a sus colegas suele girar jugosos préstamos con mínimos intereses.
“Juego por pasión. Nunca gané un centavo por un partido. Para mí el fútbol es una diversión”, aseguró el arquero del Serrano, que no tiene rubor al declararse “hincha enfermo” del Flamengo. Así confirma, de paso, que la fidelidad no es obligatoria, al menos en su modesto equipo. El preparador físico del Serrano, Aristides Santana, confirmó la regla de Chico Estrela al grabarle sin pudor en el contestador automático de su teléfono móvil: “Botafogo, el mejor equipo de Brasil”.

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Ni en su peor pesadilla Macri se hubiese puesto el buzo de River, y lo mismo vale para Aguilar.
 
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