DEPORTES › EL TRAFICO DE JUGADORES AFRICANOS A EUROPA A TRAVES DE BELGICA

El fútbol, con máscara de esclavitud

Por Pablo Vignone
Desde Copenhague


La pasión por el fútbol es utilizada en ciertas naciones desarrolladas para expoliar el talento deportivo de los países del Tercer Mundo o en vías de desarrollo, bordeando en algunos casos los límites de lo increíble, en situaciones emparentadas con un virtual esclavismo, según denunció el senador belga Jean-Marie Dedecker, un ex campeón olímpico de judo que lograra cuatro medallas en los Juegos de Atlanta ’96, que usó su inmunidad parlamentaria para investigar y que advirtió a Página/12 que “la Argentina también puede ser terreno propicio” para estas prácticas.
La denuncia fue realizada en el marco de la conferencia Play the Game, sobre la problemática actual del deporte, cuya edición 2005 está finalizando aquí. Según Dedecker, la ley belga es más permisiva que la de otros países de la Comunidad Europea, y por eso su país sirve de campo de experimentación, no sólo para los clubes de ese origen, sino de todo Europa, para un nuevo negocio: la captación de talento joven y barato, a veces en condiciones inhumanas. Además, luego del dictado de la Ley de Bosman, a mediados de los ’90, se desreguló el mercado futbolístico, especialmente en Bélgica, donde los jugadores pagan impuestos más bajos y pueden adquirir la nacionalidad.
Dedecker afirma haber detectado más de 400 casos de jugadores de menos de 18 años captados en Africa, que ingresaron a Bélgica con una visa de turista para poder probarse en clubes de ese país. Los que tuvieron la fortuna de ser contratados recibirán un salario hasta cien veces menor que un jugador europeo de su misma edad. “El sindicato de futbolistas de Italia opina que el contrato de un futbolista joven nacido en ese país puede valer hasta 4,5 millones de euros, pero el dinero que recibe un jugador africano es, en promedio, de 4500 euros”, afirmó el economista Wladimir Andreef, de la Sorbona de París, que expuso a continuación.
Los que no tengan tanta suerte serán abandonados por los clubes, en situaciones completamente ilegales, sin visas de trabajo, pero también sin un pasaje de regreso a su país. Durante el tiempo en que son probados por los clubes, según Dedecker, los jóvenes jugadores no reciben sueldos, la comida no suele ser abundante y las condiciones de alojamiento distan de ser las ideales. A muchos se les retiene el pasaporte: permanecen, virtualmente, en estado de esclavitud.
“La mayoría de estos jugadores transferidos a clubes profesionales europeos –afirmó Andreef– no firman contrato, son aislados de su familia, sus amigos, de su entorno, sin ingresos ni asistencia.” Los clubes africanos para los que juegan no reciben compensación alguna por los pases.
Dedecker confirmó la existencia de las llamadas “plantaciones de fútbol”, a la usanza de las viejas instalaciones coloniales, en continente africano –en las que se preparan nuevos talentos–, como si fueran criaderos de futbolistas. Citó el ejemplo del Lokeren, un club de mitad de tabla de la primera división del fútbol belga, que posee cinco clubes satélites en Nigeria para captar futbolistas. “Hay 30 empresarios trabajando de forma legal en el fútbol de mi país –dijo el belga a Página/12–, pero otros 170 lo hacen de forma ilegal. Hoy buscan en Africa pero podrían hacerlo en países como la Argentina, haciendo promesas a los chicos.” Reportes surgidos en Italia (ver aparte) sugieren que esa búsqueda estaría en marcha.
La práctica no se reduce solamente a los clubes de Bélgica: se sospecha que equipos de otros países en los que la ley no es tan ambigua, utilizan los servicios de estos conjuntos para probar jugadores baratos y descartarlos sin costo en el caso de que no sean buenos. Andreef sugirió la existencia de un acuerdo entre el Manchester United, el equipo más poderoso del mundo, propiedad del multimillonario estadounidense Malcolm Glazer, y el Amberes, otro equipo de la Primera belga, por el cual este último recluta y adiestra jugadores no europeos hasta que obtengan la ciudadanía belga y por lo tanto puedan ser “transferidos” al Manchester o a cualquier otro club, con el consiguiente reparto de dividendos. Un negocio legal pero en el límite de la inmoralidad.

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