Martes, 5 de julio de 2011 | Hoy
DEPORTES › OPINIóN
Por Diego Bonadeo
Pareciera que nadie –por lo menos entre los protagonistas, incluidos los entrenadores– quedó demasiado disconforme con lo paupérrimo que hasta ahora ha dejado la mal llamada Copa América, que más bien es un campeonato sudamericano con dos colados Sub-23: Costa Rica y México.
Todos cuidan el kiosquito berreta por temor a que alguien les robe los chocolatines o los masticables de fruta, y les importan un bledo las ilusiones de los que pagan por estar –los que van a la cancha– o los que pagan para ver –por televisión– o los que pagan por oír –por radio– o los que pagan por leer –los diarios y las revistas—.
Respecto de la Selección Argentina, a las pocas horas de terminado el sopor del 1-1 con Bolivia, trascendió que el único cambio para enfrentar a Colombia sería el de Zabaleta por Zanetti, pasando el lateral de Inter al lugar de Rojo, que irá al banco.
Pareciera que el desconcierto de Batista fuera de la cancha es parecido al de Lavezzi dentro de ella. Es que se hace permanente hincapié en la necesidad de abastecer a Messi como si no se entendiera que la mejor receta –por lo menos en los papeles– para combinar de verdad con el rosarino sería la inclusión de Javier Pastore –desde el principio—, así como la sustitución de Lavezzi por el Kun Agüero.
De no ser así sería repetir el flagrante error de Diego Maradona respecto de no alinear en la Selección, durante el Mundial de Sudáfrica, al volante creador ex Huracán, por ahora en Palermo.
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