Jueves, 22 de febrero de 2007 | Hoy
DEPORTES › OPINION
Por Adrián De Benedictis
A partir de que el fútbol vive días agitados por toda la barbarie que lo rodea, cualquier escenario que se le diferencie aparece como una pequeña brisa renovadora. Y por eso las situaciones naturales surgen como algo utópico. El Buenos Aires Lawn Tennis disfruta de su semana más esperada del año, y lo hace con el mejor de los actos. En sus distintas canchas se puede ver a simpatizantes (argentinos o no) convivir de la mejor manera dentro de la misma tribuna. Con apenas cuatro o cinco escalones de distancia, dos grupos diferentes pueden alentar a su jugador preferido y respetarse sin ningún tipo de inconvenientes, y sobre todo ni siquiera asoma algún atisbo de posible agresión.
Pero ninguno de los que recorren el club de Palermo tienen capacidades “especiales” para poder disfrutar estos días, sino que son los mismos que cualquier fin de semana se presentan en una cancha de fútbol para seguir el destino de su equipo. Desde muchos sectores se pretendió hacer creer que “la gente del tenis”, o hasta “el público del polo” forman parte de una cultura extraterrestre, y fueron considerados como hinchas de elite. Sin embargo, no hay que hurgar demasiado para comprender que ellos son los mismos que desatan toda su verborragia cuando la pelota comienza a rodar.
A esta altura, resulta impensable escuchar ni siquiera un insulto hacia el tenista elegido de turno, aunque haya cometido el peor de los errores. Y más allá del silencio que se debe guardar durante un punto en el juego de la raqueta, cualquier momento es propicio para poder descargar un exabrupto. Pero el aprendizaje que este público tiene del tenis fue el que pudo adaptarlos por completo, algo que el fútbol está muy lejos de conseguir.
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