Lunes, 13 de octubre de 2008 | Hoy
DIALOGOS › ¿POR QUé PETER LAVELLE?
Por Andrew Graham-Yooll
“Cuando volví de Polonia a la Universidad de California, en 1991, a nadie le interesaba mi doctorado en estudios centroeuropeos”, dijo con una sonrisa Peter John Lavelle, de 45 años, presentador y comentarista de Russia Today TV, un programa que sale totalmente en inglés, promocionado como ente autónomo sin fines de lucro, si bien es parte del Canal 2 Novosti, que es estatal y transmite sin publicidad. Sus directivos anunciaron en 2007 que saldría en español como Rusia Hoy TV, a partir de este año.
Lavelle parece divertirse con el relato de su propia vida a través de lúgubres y variadas crisis europeas hasta llegar aquí, a esta posición respetada en Moscú. Ahora está en un enorme centro de comunicaciones, uno de esos inmensos edificios grises que datan de los años del régimen de Stalin. El equipamiento en todos los pisos luce nuevo, caro y de primera línea. Luego de una gira de rigor por los estudios, que incluyen el escritorio del entrevistado, rodeado de recortes en diferentes idiomas en los que se relata su extraña situación de yanqui defensor de Rusia, salimos a la enorme avenida, la Novi Arbatya.
De noche, la gran vía con sus edificios iluminados parece una postal de Las Vegas. Moscú hoy es irreconocible para los que la vieron hace veinte años. Por las calles aceleran las motocicletas más caras, los ricos se mueven en coches como la fortaleza que son los Hummer, o en modelos recientes de Bentley, Rolls Royce, y hasta Lamborghini. El petróleo y el gas traen dinero a la capital. Los jóvenes usan ropa cara, las mujeres visten muy atractivas, los supermercados permanecen abiertos las 24 horas, el vino importado de Francia es carísimo, y la vieja tienda GUM en la Plaza Roja, que en tiempos soviéticos parecía siempre desabastecida con largas góndolas vacías, ahora alberga las grandes marcas de los modistos y perfumeros europeos.
Cuando regresó a EE.UU. luego de cuatro años de estudios en Polonia, sus antiguos tutores y docentes especializados en el “bloque soviético”, que salían de tres décadas de ser muy bien conceptuados y financiados en los más prestigiosos campus, habían sido obligados a cambiar de rubro. Le informaron al aspirante a profesor universitario, el doctor Peter Lavelle, que la Guerra Fría había terminado y que en los Estados Unidos ya no interesaba lo que hasta hacía poco había sido el misterioso, siniestro y peligroso lado oscuro de la Cortina de Hierro.
“Para quedarme en el mundo académico en EE.UU. tenía que aceptar un puesto docente en alguna pequeña universidad en Dakota del Sur, o Montana, o Iowa. Decidí que eso no tenía futuro. No me interesaba. Regresé a Polonia como empleado de Colgate Palmolive. Fue un cambio enorme, y ese año y medio como empleado y analista de una gran corporación fueron los peores 18 meses de mi vida. Un día la esposa de un amigo en Varsovia me ofreció empleo como director de una publicación financiera en inglés. Me convertí en editor financiero. Al tiempo, mi jefe aceptó un empleo en Moscú, en el Alpha Bank, y me invitó a seguirlo. Llegué a Moscú en 1997, en mal momento, estaba a un año del crac financiero. El FMI metió 50 mil millones de préstamo como salvataje financiero y el dinero desapareció. Me indemnizaron, pero no podía vivir con mis ahorros en Moscú. Fui asesor de varios brokers financieros, inicié un sitio web, escribí una columna semanal sobre finanzas para el Russia Journal (que ya no existe), luego en el Moscow Times (matutino en inglés que aún se publica), y durante dos años fui corresponsal de la United Press International (de los Moonies), la legendaria agencia de noticias UPI. Pero no era empleado fijo y necesitaba una visa de trabajo, no era imposible, pero requería esfuerzos burocráticos complicados.”
“En 2005 me ofrecieron la oportunidad de trabajar en la Agencia de Informaciones Rusas. Yo necesitaba un empleo fijo, y ofrecieron legalizar mi residencia, con visa, permiso de trabajo, buen sueldo, y oficinas no muy lejos de donde vivo. Acepté. Fue ahí cuando algunas personas comenzaron a decir que era ‘colaboracionista’ o ‘traidor’ porque escribía para Rusia. El empleo duró pocos meses. Cambié de trabajo, pero los adjetivos siguen.” Se ríe otra vez.
Los estudios de Rusia Hoy, por mejor equipados que estuvieran, no parecían el mejor lugar para un diálogo sobre vida y controversias. Lavelle prefirió una cita en el elegante Moskva Café, dentro del Centro Eropieski, un enorme shopping (uno de los más grandes en Europa, dicen), frente a la estación ferroviaria de Kievskaya. Había aire acondicionado y lindas camareras. Así valía la pena vivir en Moscú.
Entusiasta en su promoción del gobierno de Vladimir Putin, Lavelle niega ser vocero del régimen ruso. Divierte escuchar su entusiasmo por el país adoptivo.
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