Lunes, 10 de marzo de 2014 | Hoy
DIALOGOS › ¿POR QUé EUGENIO DíAZ BONILLA?
Por Marcelo Justo
Economista argentino, especializado en temas de desarrollo internacional, ex representante argentino en el directorio del Banco Interamericano de Desarrollo, investigador del International Food Policy Research de Washington, Eugenio Díaz Bonilla se fue poco después del golpe de 1976 y recaló a principios de los ’80 en Estados Unidos, donde se doctoró en la Universidad John Hopskins. En 2009, un artículo del editor de internationales del Financial Times Alan Beattie, basado en el primer capítulo del libro que acababa de publicar, False Economy: a surprising Economic History of the World, lo lanzó a un debate internacional sobre ese mito tan resistente de una Argentina floreciente a principios de siglo XX que habría entrado en decadencia primero con el yrigoyenismo y luego, y de manera fundamental, con la monstruosa fiesta populista del peronismo.
El título del artículo de Beattie condensaba el mito con dramatismo tanguero: “Argentina, el superpoder que no fue”. El argumento básico era que a principios del siglo XX Estados Unidos y Argentina eran iguales, pero que Estados Unidos había hecho todo bien y por eso se había convertido en un “superpoder” mientras que la Argentina había hecho todo mal, razón por la cual se había convertido en una “rama rota” de la economía mundial.
La academia anglosajona ha usado con frecuencia esa suerte de meritocracia para justificar el statu quo nacional o social. En las últimas décadas se han multiplicado en Estados Unidos y el Reino Unido las teorías que explican la pobreza en términos psicológicos, morales o hereditarios: familias quebradas, abuso alcohólico, drogadicción, genes defectuosos y hasta insuficiencias cognitivas. El corolario es que la desigualdad no tiene que ver con situaciones de privilegio o poder, sino que plasma un principio ético. Los ricos lo son por sus méritos, los pobres por sus defectos: cada uno tiene la plata que se merece.
Algo similar ocurre con la riqueza de las naciones. El mito de una Argentina rica que hoy es pobre por la festichola del irresponsable populismo peronista calza como un guante a esta línea argumental. “Me puse a mirar los números y vi que era básicamente una construcción imaginada”, señala Díaz Bonilla.
En Economonitor, la página web del economista radicado en Estados Unidos Nouriel Roubini (célebre desde que fue uno de los pocos que predijo el estallido de 2008), Díaz Bonilla rebatió a Beatie utilizando el análisis de la historia económica global del proyecto Maddison, la mejor fuente para la comparación de historia económica de distintas naciones. Pero la resistencia del mito es notable. Con la crisis cambiaria de fines de enero, reflotó en artículos de la prensa internacional, reproducidos en medios nacionales como prueba incontestable de lo mal que andaban las cosas (“¡Fíjense lo que dice el mundo de nosotros!”).
Según Díaz Bonilla, no hay que subestimar la potencia de este mito desdeñándolo como mero pasatiempo académico utilizado coyunturalmente por motivos políticos: es un obstáculo para el presente y el futuro. “Además de ser derrotista, el mito tiende a idealizar un pasado de Argentina como productora primaria y con democracia limitada en la que solamente unos pocos se beneficiaban. Para poder construir la Argentina moderna y con justicia social que la mayoría queremos es importante superar esa construcción imaginaria de nuestra historia”, dice Díaz Bonilla.
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