ECONOMíA › EL BAJON DE LAS TASAS DE INTERES HACE PELIGRAR LOS SUEÑOS DE RENTISTA
De qué se puede vivir hoy en Argentina
Como trabajo no hay, los pocos ahorros disponibles se convirtieron para muchos en un medio de subsistencia, primero a través de un dólar en ascenso, y luego por las altas tasas de interés en pesos. Pero ese rebusque se termina. El BCRA y los bancos dan cada vez menos por la plata.
Por Julio Nudler
Trabajo no hay. El dólar no se mueve. Y las tasas de interés en pesos están cayendo por el tobogán. También baja el precio pagado por los materiales reciclables ante la masiva oferta de una sociedad devenida cartonera. En síntesis: se cierran las opciones de supervivencia honrada. No se puede vivir del trabajo, ni de renta ni del cirujeo. Este es el resultado de lo bien que están administrando la crisis el Ministerio de Economía y el Banco Central. O, según prefieren otros observadores, de que en esta situación –con el dólar por las nubes, el impago de la deuda y una abrupta licuación del gasto público– la macroeconomía se las arregla sola. Sólo necesita que el Gobierno no cometa demasiadas torpezas. Como dice Alejandro Peyrou, “lo más importante es no hacer daño, por encima del que ya se hizo. Mejor que tener brillantes ideas es dejar que la economía vaya recuperándose sola, aunque tarde mucho y cause grandes costos”. Pero, mientras tanto, la gente va quedándose sin las pocas opciones a las que pudo aferrarse, en su desesperación, después del estallido de la convertibilidad. En particular, el veloz descenso de las tasas empieza a destruir la ilusión de parar la olla con la renta de los ahorros que cada cual haya podido salvar del meteoro.
La novedad agrega confusión al panorama. Hasta ahora había algo claro. En la Argentina sobra mano de obra. La oferta del factor trabajo supera a tal punto su demanda que el salario promedio de la economía cayó a menos de 200 dólares mensuales, y aun así no deja de crecer el desempleo. En cambio, en el país no hay crédito. El dinero es el factor escaso, culpa de la desmonetización (fuga del peso) y de la inoperabilidad de un sistema bancario que ha dejado de multiplicar moneda al no otorgar préstamos. La escasez de la plata la encareció, disparando su remuneración. Tanto que el Banco Central llegó a pagar 130 por ciento anual a través de sus letras hace apenas dos meses. En los días de Mario Blejer como presidente del BCRA, se aseguraba ante los escépticos que “la codicia vencerá al pánico”.
Así fue, a juzgar por la constitución de nuevos plazos fijos, hasta superar los 10 mil millones de pesos. Pero la codicia tuvo por gran aliada a la necesidad de encontrar algún medio de vida. Hasta junio, el dólar lo había proporcionado con sus subas espasmódicas. Era no solo una reserva de valor sino también una fuente de renta. Sin embargo, su extensa meseta posterior fue empujando a la gente hacia las colocaciones financieras en pesos, empezando por la Lebac y siguiendo por los plazos fijos bancarios, con fondos del corralito o frescos. Hace no mucho, era corriente poder obtener una tasa del 80 por ciento. Esto permitía, nominalmente, conseguir con 10 mil pesos una renta mensual de casi 700, una cifra hoy muy difícil –o imposible– de lograr para la mayoría en el mercado de trabajo.
Diez mil pesos es, precisamente, la suma tope (sumando los $ 7000, el CER y los intereses devengados) que será liberada del corralón, según anunció Roberto Lavagna el martes pasado. Pero desde entonces las novedades para los ahorristas fueron desalentadoras. El jueves, en la nueva licitación de Letras, el BCRA cortó a tasas de apenas el 44 por ciento (a 14 días) y del 52 por ciento (a 28 días), aunque para ello tuvo que resignarse a rechazar más ofertas y, por ende, absorber menos fondos. Pero la verdad es que, monetariamente, puede hoy darse ese lujo. Mientras tanto, los bancos bajaban también, a tasas que oscilan entre 30 y 40 por ciento anual, en una movida lógicamente paralela a la del Central, ya que parte de los plazos fijos son captados para recolocar en Lebac. Especialmente holgados están la media docena de bancos en los que las AFJP tienen permitido invertir, y que por ese conducto recibieron $ 390 millones en plazos fijos durante agosto.
La pregunta que empiezan a plantearse los analistas financieros es hasta dónde podrá seguir reduciéndose la tasa. En qué momento los inversores considerarán como mejor opción el dólar. De hecho, el Central se entusiasmó con la trayectoria descendente al notar escasa presión en el mercado cambiario. La expansión monetaria provocada hasta julio por losamparos aflojó considerablemente en agosto, y seguiría en la misma tónica, o más débil aún, durante septiembre. Economía atribuye el bajón al miedo de los depositantes a quedar al descubierto ante la AFIP. Otras fuentes, más “ofertistas”, piensan que más decisivo fue el procesamiento de tres jueces chaqueños y el haber puesto en la mira la vasta red de corrupción montada en torno de estos salvavidas judiciales.
En el Central se está discutiendo ahora mismo la táctica a adoptar frente al impacto que podrá descargar sobre el mercado del dólar la liberación de pesos anunciada por Lavagna, que equivaldría a unos u$s 400 millones. Según el consejo que Anoop Singh, del FMI, le dio días pasados a Aldo Pignanelli, presidente del BCRA, éste debería seguir comprando para sus reservas, buscando “desalentar” la demanda de dólares con un alza de su precio. “Lo hicimos en Indonesia y funcionó”, dijo Anoop. Luego, si se desease castigar a los especuladores que igual compraran, podría provocarse una abrupta baja. Pero la idea tiene pocos partidarios en el Central, porque la consideran poco apta para la idiosincrasia argentina. Subiendo el dólar, lo único que se conseguirá es incentivar su demanda. Lo más efectivo para disuadirla es que no suba ni baje.
Al momentáneo desprestigio del dólar y la decepción de tasas en declive se suma la apatía que provoca una inflación que amagó con la híper y se fue pinchando hasta un ritmo que, si los primeros amagues de septiembre resultaran confirmados, podría caer hasta el entorno del 2 por ciento, o incluso por debajo. No es de extrañar entonces que el Central haya debido declarar desierta el jueves la licitación de Letras a 90 días indexadas por el CER. Es verdad que tres meses es el largo plazo en la Argentina, pero también que la inflación es hija del dólar, y difícilmente pueda levantar cabeza si éste sigue inmóvil.
En algún momento algo tendrá que volver a moverse, rompiendo el precario equilibrio, para que sea posible hacer una diferencia.