INTERNACIONALES › LO QUE NADIE OYO DECIR A GREENSPAN ESTA SEMANA
Un mentiroso se confiesa
La noticia pasó inadvertida en el fragor del primer aniversario del 11/9: la FED empieza a admitir que la recesión seguirá.
Por Claudio Uriarte
Con la política económica de la administración Bush nada es casual, especialmente en su manejo de los tiempos. Esta semana, entre el abrumador impacto emocional del primer aniversario del 11 de setiembre y los tambores de la guerra que George W. Bush no va a lanzar contra Irak, el presidente de la Reserva Federal, el republicano Alan Greenspan, realizó una visita al Congreso. Que fue poco advertida: la prensa norteamericana apenas la mencionó. Sin embargo era de lejos la noticia más importante del año, porque Greenspan, ese buen soldado republicano, eligió tan tumultuoso momento –con toda la atención concentrada en otro lugar– para admitir por fin que la recuperación económica no está en marcha, y descubrir, por primera vez en los 20 meses de la administración Bush, que hay un déficit presupuestario creciente (157.000 millones de dólares según las últimas estimaciones) y que los déficit presupuestarios son malos.
Greenspan fue al Congreso a pedir disciplina, caramba. Pero fue notablemente ambiguo al identificar las causas de los males que describía. Citó el impacto desfavorable de los atentados, habló de los nuevos gastos requeridos por la guerra contra el terrorismo, mencionó el desinfle de la burbuja tecnológica y el efecto en la recaudación impositiva de la caída en los precios de las acciones. Estas explicaciones merecen examinarse por separado. El derrumbe de las Torres Gemelas ciertamente tuvo un impacto en Wall Street (estando tan cerca), pero los problemas de la economía real venían de antes, y la crisis de confianza en las corporaciones estadounidenses empezó después: el colapso de Enron en medio de evidencias de enormes fraudes empresarios ocurrió en octubre; la caída en dominó de WorldCom, Tyco, Adelphi y otros delincuentes empresarios fue este año, y nada de esto tuvo relación alguna con Osama bin Laden. Por otro lado, el presupuesto de defensa aumentó, pero no lo hizo en 157.000 millones de dólares. El desinfle de la burbuja tecnológica es una explicación interesante viniendo de los labios de un mentiroso: Greenspan gusta que se recuerde en estos días su aislada advertencia de 1996 contra una “exuberancia irracional” en los mercados, pero no sus comentarios eufóricos sobre la “nueva economía”, que alentaron decididamente esa exuberancia; durante los años de Bill Clinton a Greenspan realmente le faltó poco para ir a dar él mismo la campanada de apertura en Wall Street. Pero cuando Greenspan habla del efecto negativo de la caída del precio de las acciones en la recaudación impositiva, ha terminado de describir la elipsis en torno de la verdad de manera magistral, ya que el verdadero culpable directo en la caída de la recaudación es el exuberante recorte de impuestos de un billón de dólares a lo largo de 10 años que la administración Bush hizo aprobar para ricos y corporaciones (vale decir, para sus votantes y contribuyentes de campaña). La Oficina de Presupuesto del Congreso no descansa en estos días revisando al alza las estimaciones de déficit; Greenspan descubre con disgusto que ahora las proyecciones se extienden a 2005 “y la historia nos enseña que los déficit son malos, hacen subir la tasa de interés y desalientan las inversiones”. Bravo por él, tratándose del mismo personaje que en los últimos meses no se cansó de repetir que “los fundamentos de la economía son sólidos” y que la recuperación estaba en marcha.
El panorama admitido por Greenspan va a empeorar y no a mejorar, debido a que Bush carece de una oposición política sólida; incluso en el caso de que retroceda en el Congreso en noviembre, su oposición económica está ideológicamente desarmada. Y a falta de un contrapeso, la economía mundial seguirá cuesta abajo.