Lunes, 2 de junio de 2008 | Hoy
ECONOMíA › AVANCES Y OBSTáCULOS EN EL PRINCIPAL PROYECTO DE VINCULACIóN REGIONAL
Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay junto al recientemente incorporado Venezuela constituyen el bloque más importante de América latina. Deficiencias en el proceso de institucionalización y necesidad de renovar estrategias de integración.
Producción: Tomás Lukin.
Por Alberto D. Cimadamore *
Una pregunta relevante frente al estancamiento del proceso de conformación del Mercado Común del Sur es la siguiente: ¿cuáles son los principales factores que han estimulado los avances en esquemas de integración regional (IR) profunda? Sin respuestas apropiadas, difícilmente se puedan adoptar las decisiones correctas para impulsar lo que ha sido reiteradamente definido como el principal instrumento de inserción internacional de los países del bloque.
La IR es un proceso voluntario de ampliación del espacio económico, social y político que genera normalmente un aumento en los niveles de interdependencia y conflicto entre los Estados miembros, demandando consecuentemente la generación de mecanismos eficientes para su solución.
Así entendida, la IR se muestra como una construcción social muy compleja y costosa, que se distingue de otros procesos internacionales (como los de cooperación regional, regionalismo) esencialmente distintos. La IR sería, entonces, un proceso de institucionalización de relaciones económicas, sociales y políticas que coexiste históricamente en un mismo espacio geográfico con estructuras preexistentes (Estados y mercados). Esta convivencia genera niveles de conflictividad relativamente altos, pues la tendencia expansiva de los mercados encuentra resistencia en los Estados, que lógicamente tienden a limitarla. Y es precisamente en este universo de la economía política donde la pregunta planteada al principio puede empezar a responderse. Existen otros factores que influyen en los avances de la IR luego de crisis y estancamientos, pero quisiera detenerme en la cuestión institucional, pues es particularmente significativa en el Mercosur.
El modelo de “baja institucionalización regional” (caracterizado por un diseño minimalista de órganos intergubernamentales, que evitan cualquier rasgo distintivo de supranacionalidad) funcionó relativamente bien en la primera etapa de liberalización del comercio. Sin embargo, difícilmente pueda avanzar hacia los objetivos propuestos de integración profunda (Mercado Común) con las herramientas institucionales actuales, puesto que tal empresa exige el concurso de agentes y estructuras que tomen a la región en su conjunto. Las instituciones existentes, tanto en su diseño como en su labor, privilegian comprensiblemente los intereses de las partes (Estados miembros) sobre el todo (el espacio ampliado).
La acumulación de conflictos que resultan del aumento de la interdependencia regional que pretende ser solucionada desde perspectivas estrictamente nacionales tiende a favorecer el estancamiento de la IR. En la medida que los mecanismos resolutorios de diferencias no tengan una potestad delegada por los Estados para hacer cumplir lo pactado por ellos mismos, resulta difícil visualizar el avance de la IR.
Cualquier persona puede hoy entrar en la página oficial del Mercosur (www.mercosur.int), ir a la sección de “solución de controversias” y evaluar la capacidad histórica del bloque en esta materia: desde su creación hasta el momento se registran 4 laudos del Tribunal Permanente de Revisión y 13 laudos de los Tribunales Arbitrales Ad Hoc (Protocolos de Olivos y de Brasilia). Si este indicador numérico no resulta suficiente al lector, puede evaluar cualitativamente la relevancia de tales laudos vis—à-vis (i) los niveles de conflictividad que normalmente se registran en el bloque; y (ii) los grandes incumplimientos de los compromisos fundacionales que evidencian el estancamiento de la IR.
Al no poder cumplir en plazo y forma con los objetivos del Mercado Común (liberalizar los factores productivos, establecer una política comercial externa común, coordinar políticas macroeconómicas, sectoriales, armonizar legislaciones en áreas vinculadas a la IR) previstos por el Tratado de Asunción, quedó demostrada la incapacidad de las instituciones intergubernamentales para cumplir por sí mismas con sus funciones. Negar esta realidad significaría favorecer al statu quo e ignorar la evidencia empírica y teórica acumulada que sostiene que las instituciones regionales facilitan el avance de la IR, ya sea al reducir los costos de transacción del proceso o al facilitar la salida de las crisis y los estancamientos.
* Investigador del Conicet. Profesor titular de las Relaciones Internacionales, UBA.
Por Julio C. Gambina *
Con la reciente elección en Paraguay se cierra el ciclo de las administraciones que originaron el Mercosur en plena coincidencia con las políticas hegemónicas inspiradas en el Consenso de Washington. El lenguaje político en la región es ahora crítico a las premisas de los noventa, aunque muy poco se haya avanzado en desarmar la institucionalidad neoliberal. Un dato no menor es la incorporación de Venezuela en el bloque, aunque resta todavía el consentimiento parlamentario de Brasil y Paraguay. La alusión a las continuidades estructurales remite al mantenimiento de la flexibilización laboral como forma de relacionar a trabajadores con sus patronales. También a que las privatizaciones no se detienen y la iniciativa privada mantiene su hegemonía a la hora de explicitar el rumbo económico. En materia de inserción internacional la agenda sigue dominada por el programa de liberalización que se discute en la OMC, en las cumbres de presidentes con Europa, o con Estados Unidos.
Es quizás el momento para pensar estrategias de renovación en materia de integración regional, lo que supone resolver asuntos pendientes como la plena incorporación venezolana y la profundización de los vínculos económicos, culturales y sociales con los países asociados (Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú) y con aquellos que mantienen relaciones especiales (Cuba o México). Es una dimensión mayor al límite sudamericano. Es un marco que permitiría romper los límites que impiden el funcionamiento efectivo de iniciativas conjuntas, como el Banco del Sur, y otros proyectos financieros, productivos, culturales a sustentar en materia energética, alimentaria o comunicacional, cuando la región es demandada por el capital transnacional para una nueva ronda de apertura y liberalización. Es lo que queda de la reciente cumbre entre la Unión Europea y el Mercosur en Lima, y lo que explica el estancamiento de las negociaciones de la Ronda de Doha en la OMC con la persistencia de los subsidios a las producciones o exportaciones de los países centrales.
Los gobiernos del capitalismo desarrollado pretenden imponer las demandas de sus empresas transnacionales para invertir en recursos naturales y biodiversidad aprovechando fuerza de trabajo calificada y con bajos costos. Es la reiteración de un papel dependiente asignado en la división internacional del trabajo, donde más allá de los precios de los commodities exportados por América latina, la decisión se asume en el centro del capitalismo mundial. A pocos meses de conmemorar doscientos años de gestas emancipadoras de los pueblos en nuestra América, el desafío pasa por reorientar el rumbo de la integración. Se debe privilegiar el cumplimiento de necesidades insatisfechas de un continente que expresa los mayores indicadores de desigualdad. No puede haber cohesión social, reclamada en la cumbre peruana con los niveles de inequidad en la distribución del ingreso y la riqueza presentes en la región.
A fines de junio dejará Argentina la presidencia pro tempore del Mercosur y se abrirá una nueva etapa con la renovación presidencial paraguaya mencionada. No existiría ahora obstaculización para pensar en términos alternativos audaces para terminar con la lógica mercantilista originaria del bloque surgido en 1991. Es la posibilidad de habilitar un diálogo para encarar iniciativas conjuntas que reviertan el programa de apertura y liberalización sustentado en los noventa, con antecedentes en el Plan Cóndor y la represión terrorista de Estado en los setenta. El ciclo económico de crecimiento puede ser la oportunidad para el cambio de rumbo, especialmente cuando resulta previsible la crisis de Estados Unidos se descargue sobre el resto del mundo, modificando las tendencias de expansión económica recientes.
Son varios los cambios operados en el Mercosur desde su implementación, siendo el más importante el cambio de clima político a comienzos del siglo XXI, a partir de procesos sociales que alimentaron resistencias múltiples a las políticas neoliberales. La exigencia de la hora es avanzar en ese camino para radicalizar las transformaciones sociales necesarias. Caso contrario puede resultar la restauración del programa originario convergente con el programa y la demanda de las transnacionales.
* Profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universida Nacional de Rosario.
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