Lunes, 1 de junio de 2009 | Hoy
ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: FINANCIAMIENTO DE LAS PYMES
Las pequeñas y medianas empresas realizaron un aporte sustantivo al crecimiento de la economía en los últimos años, pero siguen teniendo problemas para obtener préstamos. Consejos para revertir la situación.
Producción: Tomás Lukin
Por Rubén Ascúa *
En el proceso de surgimiento y crecimiento de empresas pymes, existen numerosos factores que limitan su desarrollo, entre los que se destaca la existencia de fuertes restricciones en el campo del acceso al financiamiento. En Argentina, el sistema financiero se caracteriza por un escaso desarrollo de los mercados de capitales, una presencia dominante de las entidades bancarias multipropósito (atienden todos los segmentos de mercado, sin especialización) y la carencia de instrumentos “diseñados por el mercado”. En este sentido, merece destacarse que un sistema financiero consiste básicamente en un set institucional diseñado para transformar ahorro en inversión; para lo cual se desarrolla regulación específica que “coordina” y supervisa el funcionamiento del sistema, el cual se vale de instrumentos para su actividad.
En el caso de las pequeñas empresas que buscan acceso al financiamiento, los altos costos de transacción relacionados con la obtención y entrega de información resultan en un racionamiento del crédito, mientras que las asimetrías de información con el financista promueven la aparición de riesgo moral entre los actores. A su vez, la fuerte concentración del sistema financiero argentino (las primeras 10 entidades concentran prácticamente las tres cuartas partes de los principales agregados financieros en Argentina), limita la posibilidad de que los banqueros puedan establecer consistentes lazos de relación con la empresa pyme.
Para resolver el problema de falta de información, los financistas suelen optar por solicitar a los emprendedores garantías, es decir un activo (en lo posible suficientemente líquido) que sirva como cobertura en caso de falencia del prestatario. En América latina, en general, el bajo desarrollo de los mercados de securitización de activos y la debilidad del sistema legal ante la liquidación de garantías limitan el desarrollo del mercado de instrumentos eficientes que actúen como garantías.
En Argentina no existen estadísticas que permitan monitorear la evolución del nivel de acceso al financiamiento de empresas pymes, por lo que es necesario realizar estimaciones a partir de la información que emite el BCRA para tramos de financiaciones, pudiéndose afirmar que alrededor de la cuarta parte de los préstamos otorgados corresponden a operaciones con pymes. Ese monto contrasta con el aporte pyme al PBI argentino, que supera el 50 por ciento.
El total de financiaciones pymes entre los años 2002 y 2008 creció en términos nominales pero no avanzó en su participación de alrededor del 25 por ciento. Si se toma el tramo más pequeño, de operaciones hasta 500.000 pesos, la “cuota pyme” se reduce al 7 por ciento a principios del año 2009.
A pesar de los esfuerzos de la banca pública, en particular del Banco de la Nación, las pymes no han logrado incrementar su cuota dentro del total de financiaciones, postcrisis 2002. Ello se ve agravado por la crisis financiera que afecta en términos reales a los agregados monetarios de Argentina, tanto disminuyendo su tamaño como creciendo sus costos de acceso. Las tasas de interés para pymes (32 por ciento TNA) duplican los niveles para empresas de primera línea (16 por ciento) y prácticamente cuadriplican a la tasa de interés pasiva promedio (11 por ciento). Esta situación es paradójica y contrasta con la acción anticrisis de los principales gobiernos del mundo, que han privilegiado la baja en las tasas de interés a niveles cercanos a cero.
Resulta también paradójico que los instrumentos que desde la oferta financiera se pueden verificar dentro de las mejores prácticas a nivel mundial, de hecho se encuentran también en Argentina: por ejemplo banca pública de fomento, sistema de garantías recíprocas con incentivos fiscales, mercado de capitales con regulación flexible para pymes, descuento de cheques de pago diferido en los mercados de valores, intervenciones de las agencias gubernamentales favoreciendo el acceso al financiamiento (subsidio de tasas de interés), entre otros. Sin embargo, la eficiencia y el nivel de operación de estos instrumentos en Argentina distan mucho de poder ser consideradas exitosas.
En el corto plazo, para el sistema financiero argentino, dominado por bancos y por su concentración en pocas entidades, el sistema de garantías es un instrumento que opera adecuadamente tanto en Estados Unidos como Corea del Sur, Chile o Italia, y que bien podría ser relanzado en Argentina, operando tanto en mitigar el riesgo del financista como en el entrenamiento de los demandantes de créditos. También la “cartera comercial asimilable a consumo” ofrece una oportunidad para estandarizar las operaciones y trabajar con un sistema simplificado “credit-scoring” para pymes. En el largo plazo, la promoción de entidades especializadas en generar operaciones con empresas pymes debería ser la tarea primordial de las autoridades monetarias y de producción.
* Consultor externo Cepal Bs.As. Docente UNGS y UTN Rafaela.
Por Alfredo T. García *
La escasez del financiamiento en la economía argentina es un tema estructural y ha sido una característica histórica. Si además hablamos del financiamiento a pymes, la insuficiencia es aún más aguda, y frena severamente las posibilidades de expansión de muchas empresas del sector.
Las pymes, además de enfrentarse con poca disponibilidad de financiamiento, deben abonar altas tasas de interés que desincentivan la utilización del poco crédito existente.
Otro de los ausentes es el crédito a largo plazo para inversión, que resulta casi inexistente fuera de los programas oficiales. Una medida de la distorsión en la atención crediticia a empresas en general por parte del sistema financiero argentino se puede observar con datos del Banco Central: el plazo promedio de los préstamos a las empresas es cercano a los dos años, mientras que los préstamos personales para consumo muestran un plazo promedio de cuatro años.
Distintos estudios, como los de la Fundación Capital y el Observatorio Pyme, entre otros, detallan claramente que el 60 por ciento de los fondos para las inversiones de las pymes provienen de sus recursos propios, sólo un 25 al 30 por ciento se realiza con financiamiento bancario, y el resto con otros financiamientos, en especial de proveedores.
Esta baja participación del financiamiento bancario no es culpa de las entidades, ya que los estudios citados demuestran que, en promedio, el 80 por ciento de las pymes que solicitan préstamos lo obtienen. Entre las empresas que financian sus inversiones sin préstamos bancarios, más de la mitad alega que no lo necesita, mientras que cerca de una cuarta parte no desea operar con el banco, sea por la cantidad de información requerida, por el nivel de tasas u otros motivos.
Esta composición del financiamiento de la inversión pyme la hace muy sensible a las tasas de rentabilidad de las empresas. Si se observa que éstas han venido cayendo en los últimos dos años, aparece una aguda preocupación por la continuidad de la inversión en el sector.
El sistema financiero dedica sólo el 25 por ciento de los préstamos al sector privado para financiar pymes, según los últimos datos publicados por el Cefid-Ar. Las diferencias entre grupos de entidades son notorias, ya que mientras los bancos públicos exhiben una ratio del 27 por ciento, que viene creciendo en forma importante, los bancos privados muestran un indicador del 24 por ciento, en tanto los cooperativos dedican el 58 por ciento de sus préstamos totales a las pymes.
Y de estos volúmenes, la mayoría es para sustentar el giro comercial de las empresas. Un instrumento que resultó muy eficiente para el financiamiento a la inversión fue el leasing destinado a la compra de maquinarias y equipo; aquellas entidades que ofrecieron tasas competitivas, tuvieron una fuerte demanda por parte de las pymes.
Estamos entonces en una situación en la cual la mayoría de los bancos no son afectos a prestar a las pymes, y en la que muchas de estas empresas no desean tomar financiamiento bancario.
La resistencia al financiamiento por parte de las pymes que aparece en las encuestas no se evidencia cuando se les ofrecen distintas herramientas de fomento, desde los préstamos en condiciones beneficiosas de la banca pública nacional, hasta las colocaciones de la Anses de los fondos del SIPA, o los programas de tasa subsidiada por la Sepyme.
Si el lector se pregunta cuáles son las características de estos programas que los hacen tan apetecibles para las pymes, la respuesta es el largo plazo (cuatro a cinco años) y una tasa fija accesible.
Generar un financiamiento con estas condiciones, e incluso más benéficas, en la magnitud que requerirían las pymes para poder desarrollarse, sólo puede ser provisto desde el Estado, ya que el mercado no puede sostener estos parámetros.
No conviene desligar tampoco el financiamiento hacia las pymes de las condiciones generales por las que atraviesan estas empresas, como la falta de regularización impositiva, previsional y laboral, que limitan o directamente impiden el acceso al crédito bancario. Si bien se ha avanzado en el último año para facilitar el camino hacia la regularización de los aspectos mencionados, ello no elimina la necesidad de regulaciones más profundas para el universo pyme.
Para comenzar a resolver el problema del financiamiento a las pymes, se requieren dos instrumentos esenciales para ir definiendo el modelo de país que queremos. Uno de ellos es una ley marco para las pymes, que debería incorporar también a las microempresas, para que encare en forma amplia los cambios que conduzcan al crecimiento y el desarrollo de la actividad económica del sector. Esta iniciativa debe ser acompañada por una ley para el crédito productivo, que siente las bases para que el sistema financiero tenga esta mira entre sus principales objetivos. Sin estas herramientas tan necesarias, resultará difícil ubicar a las pymes y al financiamiento hacia ellas en el punto central del desarrollo de la economía.
* Economista jefe del Banco Credicoop.
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