Miércoles, 22 de julio de 2009 | Hoy
ECONOMíA › REPORTAJE A EMILIO EYRAS, PRESIDENTE DE LA ONCCA
“Australia y Canadá también tienen retenciones fuertes e importantes entes de control”, advierte en esta entrevista el titular del organismo de control del comercio rural, blanco permanente de la Mesa de Enlace. Además, apunta a las consecuencias de la sojización.
Por Roberto Navarro
Uno de los temas que quiere tratar la Mesa de Enlace con el Gobierno es poner un límite el poder de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca). La queja se refiere, fundamentalmente, a las restricciones a las exportaciones de trigo y carne y al precio que reciben por la leche. En entrevista con Página/12, Emilio Eyras, el presidente de la entidad de control agropecuario, explicó que “la Oncca tiene la obligación de asegurar el abastecimiento de alimentos a la población. Una vez cumplido, el resto se libera para la exportación”. También aseguró que el problema de la leche y la carne tiene que ver con la caída de los precios internacionales y no con las políticas de la Oncca.
–Los jefes gremiales del campo afirman que la Oncca, al limitar las exportaciones, está desincentivando la producción. ¿Cuál es su opinión?
–La estrategia de la Oncca es asegurar el abastecimiento interno; todo el resto de la producción es exportable. Con lo cual, salvo esa cantidad, no existe restricción real. Es una política de Estado cubrir las necesidades de la población a precios acorde con el poder adquisitivo de los argentinos. Pero esta política no tiene por qué desincentivar la producción. Pueden producir para acá y para el exterior.
–En el pasado ese control no existía y no había desabastecimiento.
–Tampoco existían los precios internacionales que hay hoy. En el país hay un sistema de redistribución general que tiene que ver con las retenciones agropecuarias y con una reasignación de recursos por parte del Estado. Si no existiesen ciertas políticas de control, quizá muchos precios, como por ejemplo el de la harina, un producto imprescindible, serían mucho más altos.
–No todos los precios están más altos. La carne y el trigo se mantienen a precios históricos.
–En 2008, con esta burbuja financiera que se había generado, el precio de los commodities se duplicó. Si no hubiesen existido determinadas políticas, los argentinos hubieran pagado estos productos, que hacen a su mesa de consumo de todos los días, mucho más caros. Y a veces en esta discusión, como la Argentina es un país productor, no se empieza a ver qué pasó en el mundo. Un país como Vietnam, principal productor de arroz, cerró directamente sus exportaciones, porque los precios a los que había llegado el producto impedían que su población pudiese acceder al arroz, que es básico para su alimentación. Lo mismo hizo la India.
–¿Cuál es el problema particular con el tema de la carne?
–Lo que deprimió el precio de la carne es la crisis internacional. Es todo. Yo tengo diálogo habitual con las cámaras exportadoras y ellos concuerdan con que lo que ha deprimido los precios ha sido la crisis: no tiene nada que ver el sistema. Lo que hacemos es garantizar el abastecimiento interno de un producto como la carne, que es fundamental para los argentinos, pidiendo que los frigoríficos no exporten más del 35 por ciento de su stock. Es decir, dos terceras partes quedan para el mercado interno y el resto se libera. Pero el precio se cayó en el mundo. En muchos países, parte de la población reemplazó la carne vacuna por pollo u otros alimentos de menor valor. Es un problema de la coyuntura. No se puede ganar lo mismo en medio de una crisis histórica que en un momento normal.
–¿La caída de la producción de trigo y de maíz a qué se debe?
–Por la sequía y, fundamentalmente, porque en la Argentina está habiendo un cambio importante en la producción agropecuaria: la rentabilidad de la soja trae aparejada que sea mucho más tentador la producción de la oleaginosa que otros granos. Una cosa que la gente no sabe es que la mayoría de los campos que se trabajan son arrendados y eso tiene un costo muy alto, que obliga a buscar un producto que tenga la mayor rentabilidad. A partir de ahí se toman decisiones empresariales.
–¿Qué pasa con la lechería? La Mesa de Enlace afirma que por políticas del Gobierno se cierran los tambos.
–El tema de la lechería es un punto que también está bastante desvirtuado. Yo recuerdo hace unos años atrás, cuando había otras medidas de otros gobiernos, los tamberos también se quejaban del precio de la leche que se le pagaba por su producción. Tiraban la leche a la vera de la ruta y no había estas políticas. El precio de la leche bajó a nivel internacional y, por otro lado, al igual que en otros casos, los chacareros prefieren trabajar soja. Por eso, cuando se reclama una baja en la retención de la soja, parece que nadie está analizando qué pasaría del otro lado. Cuanto mayor rentabilidad deje la soja, menor será la producción de leche y otros productos agropecuarios. Esto está pasando también en otros países. En Estados Unidos se debate lo mismo. Está bien que el productor busque el lucro, porque son empresarios. Pero yo creo que el Estado tiene que velar por los intereses del conjunto.
–Las cámaras del campo también señalan que existe discrecionalidad cuando se piden los registros de exportación (Roes).
–En los Roes, el rojo, que es el de la carne, el circuito pasa primero por la Secretaría de Comercio Interior, que hace sus evaluaciones. Lo que hacemos en la Oncca es el chequeo formal de que ese contribuyente no tenga deudas fiscales, que tenga en regla toda su situación ante el organismo, que pague las matrículas y, si todo es normal, se aprueba y se libera el Roe.
–Lo que usted explica no significa que no haya discrecionalidad.
–No son ciertas las acusaciones, el Roe de carne común tiene quince días y el de cortes selectos lo bajamos a cinco. Y están saliendo normalmente.
–¿Qué porcentaje se aprueba y cuál se rechaza?
–En el Roe rojo (de la carne) el año pasado sobre 25.000 pedidos se rechazaron 500, un porcentaje menor si se toma en cuenta las irregularidades históricas del sector.
–¿Hacia dónde va la Oncca?
–La Oncca debe ser un organismo de control fuerte. Creemos que como cualquier actividad del comercio agropecuario rural en el mundo debe ser auditada. Hoy ningún operador puede operar si no tiene una matrícula de la Oncca oficial. Vamos en camino a seguir federalizando el organismo, queremos que esté en todo el país, porque así se beneficia el operador, que no tiene que viajar a Buenos Aires por un trámite. Y profundizar nuestro rol de control, que creo que es el más importante.
–Las cámaras patronales dicen que se discrimina al sector porque son los únicos que tienen restricciones a la exportación.
–En principio, es lógico que un país priorice la alimentación de sus ciudadanos por sobre otros temas. Además, que esta es la parte importante de nuestro modelo de gobierno, se apunta al valor agregado. La idea es que los bienes que se exportan tengan la mayor cantidad de valor agregado posible, porque esto es mano de obra, esto es inclusión social. De hecho, es una cuestión filosófica que las retenciones de las patentes de las materias primas sean más altas que las retenciones de los derivados de esos productos.
–Si la estrategia es restringir la exportación de productos, como el trigo y la carne, para asegurar abastecimiento y precios razonables para el mercado interno, y la producción de esos alimentos está cayendo. ¿El sistema está fallando?
–No hay otro sistema. Lo que ocurre es que la soja condiciona todo el negocio. Australia y Canadá son países que tienen retenciones fuertes en lo que es su producción agrícola y tienen importantes entes de control. En esos países la situación es similar a la de acá. El tema de la soja es un problema que se generó en la mayor parte de los países productores, el control que hay para que no sea monocultivo y pueda darse lugar a otros cultivos fundamentalmente hacen al consumo humano y de las poblaciones. Puede haber distintas formas de ver el problema: una de las formas también puede ser mayor intervención del Estado.
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