ECONOMíA › PANORAMA ECONóMICO

Los MAC

 Por Alfredo Zaiat

Los medicamentos no son un tema exclusivo de profesionales de la medicina, laboratorios y pacientes, sino que también debería ser abordado con mayor énfasis desde la economía política. Al ser un bien vinculado con la vida y la muerte, los participantes que manejan ese “mercado” tienen la ventaja de cierta pasividad de los “beneficiarios”, entendible resignación que sólo puede ser compensada con una intervención decidida del Estado. El sistema de salud tiene la suficiente complejidad por la cantidad de protagonistas, intereses en juego y áreas académicas involucradas que requiere de un abordaje global para definir un objetivo de acceso y cobertura de calidad universal, para luego avanzar en campos específicos de acción para empezar a transformarlo. Uno de ellos es el de los medicamentos, sus precios y alcance a la población, y específicamente los de alto costo, que están absorbiendo una porción creciente del presupuesto de salud. La mayoría de los países desarrollados y varios de la región, entre los que se destacan Brasil y Uruguay, se han ocupado de regular ese segmento. Argentina está bastante atrasada en esa tarea pese a que esos medicamentos ya representan alrededor del 10 por ciento del total del gasto en salud por su costo elevado, según detalla un reciente informe del Instituto de Estudios sobre Política de Salud, de la Asociación Agentes de Propaganda Médica, afiliada a la CTA.

Los denominados Medicamentos de Alto Costo (MAC) son los destinados a un conjunto limitado de enfermedades que registran baja prevalencia, pero demandan un monto creciente de recursos. Por esa baja prevalencia y su costo altísimo también se las conoce como “enfermedades catastróficas”. Se las llama así porque su aparición empobrece a quienes las padecen. En 2010, por ejemplo, el 62 por ciento de las familias norteamericanas que quebraron y entraron en la pobreza lo hicieron por causa de esas enfermedades.

El principal factor que explica los precios elevados de los MAC es que son productos monopólicos, que tienen un único oferente y mediante la barrera de las patentes impiden el ingreso de competidores al mercado. Tampoco son vendidos en farmacias minoristas ni figuran en las listas de precios, por eso se los define como “medicamentos ocultos”. Estos registran los mayores precios y muy baja sustitución, lo que origina que la demanda permanezca cautiva y la elasticidad del precio sea virtualmente nula. En ese informe se destaca que la mayoría son productos biotecnológicos y su facturación aumenta en todo el mundo a un escala que duplica el crecimiento anual del mercado farmacéutico en su conjunto. Las ventas globales de este segmento se incrementan a un ritmo anual de 12,5 por ciento desde hace un lustro, contra el 6,4 por ciento de crecimiento del mercado global. Por ejemplo, en 2007 existían 134 productos biotecnológicos y monopólicos con ventas superiores a 75 mil millones de dólares en el mundo. Al tope se ubicaban 22 marcas comerciales “innovadoras” con ventas superiores a los 1000 millones de dólares cada una.

Uno de los más prestigiosos académicos en economía de la salud de Argentina y Latinoamérica, director del Centro de Estudios en Gestión y Economía de la Salud de la Facultad de Ciencias Económicas, Federico Tobar, explica que ese gasto crece en todo el mundo, pero en Argentina a un ritmo mayor. Detalla que se duplicó entre 2003 y el 2007 por tres motivos:

1 Los productos se venden en Argentina a precios muy superiores a los internacionales.

2 No hay competencia. Son medicamentos con un solo fabricante y no se venden en farmacias sino a través de unas pocas droguerías.

3 Se usan en enfermedades crónico-degenerativas de creciente prevalencia en la población.

“Estas condiciones convierten a los medicamentos de alto costo en un botín ideal para atraer mafias. Así, quienes padecen enfermedades caras deben también soportar el castigo de los oportunistas que lucran con ello”, sentenció Tobar en el documento “Acceso universal a medicamentos de alto costo y el fin de las mafias”. Señala que a esas características de los MAC “se suma la organización extremadamente fragmentada y segmentada de nuestro sistema de salud. Ambos factores configuran una combinación explosiva: pocos vendedores, pocos controles y altos precios”. Precisa que en los últimos años el gasto en esos medicamentos registró en el país un incremento promedio del 60 por ciento anual, muy por encima del gasto en salud en su conjunto e incluso del gasto en el total de medicamentos.

En otra investigación, Tobar realiza una comparación internacional del precio de los MAC en Argentina respecto de Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay, además de España e Inglaterra. Relevó una canasta de productos de significativa relevancia para idénticas marcas y presentaciones comerciales: son medicamentos de alto costo que generan el mayor gasto en el país e involucran 18 marcas comerciales, y la gran mayoría de ellas se venden en otros países. En todos los casos la información es a precios finales y en dólares. En esa cesta se incluyeron medicamentos oncológicos, para la esclerosis múltiple, leucemia mieloide crónica y aguda, entre otros. La conclusión es que en casi todas las marcas los precios en Argentina son superiores a los vigentes en esos países seleccionados. En Chile, Uruguay, España e Inglaterra todos los que integran esa canasta de medicamentos de alto costo resultan sensiblemente más baratos que en Argentina. En Paraguay, donde sólo se comercializan 8 de las 18 marcas, la mitad de ellos presenta precios levemente inferiores a los vigentes en Argentina. En Brasil hay otros cuatro medicamentos que presentan precios superiores. Por ejemplo, el producto de marca comercial Sutent (oncológico) cuesta en Inglaterra un 60 por ciento más barato, el Gilenya (esclerosis múltiple) en Chile tiene un precio 32 por ciento más bajo, y el Tarceva (oncológico) en España registra un precio 44 por ciento más barato. Adquirir un envase de cada uno de los medicamentos que integran la canasta global relevada cuesta en Argentina 448.962 pesos. Si se pudieran comprar al menor precio anotado en esos otros países, el costo total sería 161.855 pesos, un 64 por ciento menos.

Tobar recomienda implantar un seguro universal “que garantice a todos los argentinos los cuidados adecuados frente a las enfermedades catastróficas, incluyendo la provisión gratuita de medicamentos”. Para ello propone que debería haber un solo comprador (el Estado) “muy bien vigilado, que obtendría precios de hasta un 80 por ciento más baratos a través de licitaciones internacionales”. Define que las enfermedades deberían ser tratadas según protocolos a los cuales médicos e instituciones de la salud (prepagas, obras sociales sindicales, PAMI, hospitales públicos) deberían ajustarse. Afirma que los recursos con que hoy opera la Administración de Programas Especiales (APE) son suficientes, que se podrían complementar con un pago mensual capitado de las prepagas que, al delegar en el Seguro Nacional de Enfermedades Catastróficas esa cobertura, resultarían aliviados en sus gastos. Por ejemplo, el Fondo Nacional de Recursos del Uruguay, que ya implementó ese sistema, cobra una mensualidad de dos dólares por cada afiliado a los seguros privados.

Otros países también encararon este tema con una fuerte intervención pública. Brasil definió que esos medicamentos serían adquiridos en forma centralizada por el Estado, captando así economías de escala en la compra. En Inglaterra existe una regulación de precios que, de aplicarse en Argentina, sería calificada de un ataque a la inversión privada, pues el Estado británico les impone a los laboratorios un tope en la rentabilidad por los nuevos medicamentos, calculado sobre el capital invertido en I+D. La mayoría de los países europeos, Australia y Canadá han incorporado en forma progresiva diversas medidas de racionalización y contención del gasto farmacéutico.

Tobar propone “acabar con las mafias de los medicamentos y al mismo tiempo avanzar hacia un modelo más justo de salud”, conquistando el acceso universal e igualitario a la cobertura de las enfermedades de menos prevalencia y mayor costo. Afirma que no es una cuestión de fondos, de conocimientos ni de tecnología, sino que “se requiere voluntad política”. Se sabe que el sistema de salud en Argentina es complejo y complicado cuando se plantea la misión de mejorarlo, pero por algún lado se empieza. Los MAC pueden ser uno de ellos.

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