ECONOMíA › CENTENARES DE PASAJEROS QUEDARON A PIE POR UN CONFLICTO DE LAPA
El miniturismo empezó en Aeroparque
Pasajeros varados, vuelos postergados interminablemente y ausencia de responsables que explicaran la situación. Esta vez, el eje del conflicto no fue gremial, sino la falta de combustible, porque Repsol-YPF le cerró el grifo a LAPA. Al caer la tarde apareció la solución parcial: el Estado paga la nafta hasta el lunes.
Amanecer y anochecer en Aeroparque. Cerca de mil personas que ayer debían viajar a diferentes puntos del país por la empresa LAPA quedaron varadas en el Aeropuerto Jorge Newbery, pasaje en mano, valijas alrededor y chicos inquietos, a la espera de un vuelo. Desde las 4 de la mañana, cuando debía despegar un avión con destino a Iguazú, los pasajeros empezaron a multiplicarse. La suspensión había sido tomada por la empresa por falta de combustible para poner en funcionamiento sus únicos dos aviones a raíz de un conflicto con Repsol-YPF. El primer amague de solución llegó cerca de las 11, cuando el Gobierno montó un operativo de emergencia para que los vuelos suspendidos fueran reprogramados con aviones de la empresa American Falcon y de la Fuerza Aérea. Pero la paciencia de los pasajeros se agotó rápido cuando dos horas después quedó claro que no darían abasto. Mientras cientos continuaban varados, anoche se había llegado a un principio de acuerdo provisorio entre el Gobierno y directivos de LAPA para mantener en operaciones a la compañía, al menos hasta el lunes, cuando en una nueva reunión podría resolverse su situación. En tanto, la empresa quedó inhibida de vender pasajes hasta ese momento.
Sentados en los mostradores de la compañía, arriba de los carritos portaequipaje, en el piso y también en los cortes de la avenida Costanera junto a los trabajadores, la bronca se acumuló a lo largo del día, a medida que pasaban las horas sin que aparecieran respuestas.
El principio de acuerdo se basa en el compromiso de que el Estado pague el combustible necesario para cumplir con los vuelos durante el fin de semana largo, con lo que hoy a las 7 volvería a despegar un avión de LAPA. Por su parte, la empresa se comprometió, a través de su accionista minoritario, Ricardo Arena, a devolver el costo del combustible en un plazo de 90 días como máximo. Así lo acordó ayer con el ministro de la Producción, Aníbal Fernández, y la representante de la Secretaría de Transportes, Alba Tomas Jati. En la reunión también estuvieron presentes directivos de LADE y American Falcon, quienes confirmaron la disposición de sus aviones para el traslado de los pasajeros varados. Se trata de un acuerdo de emergencia y por lo tanto precario, que no garantiza que el cronograma de vuelos establecido para el fin de semana sea cumplido con puntualidad. La solución definitiva podría llegar, o no, el lunes, cuando los representantes de las partes en conflicto vuelvan a reunirse a las 16.30 en el Ministerio de la Producción.
El caos había comenzado temprano, cuando pasajeros y empleados llegaron al Aeropuerto Metropolitano y casi simultáneamente se enteraron de las novedades: todos los vuelos de cabotaje a todos los destinos del país habían sido suspendidos por falta de combustible. Eran las 4 de la madrugada y faltaban varias horas para que apareciera la primera explicación.
A media mañana, la bronca y la tensión crecientes quedaron confirmadas cuando el gerente comercial de LAPA apareció en el hall de Aeroparque custodiado por efectivos de la Policía Aeronáutica. La de Matías Esteras fue la única cara visible de la empresa en todo el día, pero no pudo informar demasiado. Antes de ser agredido por los pasajeros varados y enfurecidos, Esteras llegó a explicar que la suspensión decidida se debía a “un conflicto con Repsol-YPF, porque no acepta los cheques de la empresa y no carga combustible en los aviones”.
A pocos de los pasajeros les importó la explicación cuando lo que querían era una solución definitiva. “Ni siquiera espero una solución, solamente que alguien me diga: Andate a tu casa a tomar mate, porque esto no arranca más”, le gritó Andrea a un empleado de una agencia de turismo enviado con la misión casi imposible de calmar a sus clientes cuando ya llevaban 8 horas de espera. Del otro lado del vidrio, Carlos se sumaba por segunda vez en el día al corte de la Costanera, abajo de la lluvia y con su uniforme de piloto. “Así vine a trabajar a las 4 de la mañana –remarcó mientras sacudía la solapa del saco–, pero no me dejaron. No estoy de paro, quiero volar, quiero trabajar. Esta empresa tiene dueños quedeberían hacerse cargo, pero ya sabemos de quiénes se trata. Todos se borran y acá hay 840 puestos de trabajo”, agregó.
Hasta esa hora, pasadas las 17, sólo habían despegado tres aviones, todos con destino a Iguazú. Más tarde partió uno a Bariloche y se retrasó todo el resto. “Es mentira, no van a salir”, dijo una mujer al pasar mientras emprendía el regreso a su departamento de Flores.
“Es obvio que la decisión es salvar el turismo de fin de semana. Los que vamos a visitar a nuestras familias no estamos ni reprogramados. Creo que paso las Pascuas sola en Buenos Aires”, comentó Carolina, ya casi resignada después de esperar nueve horas que el vuelo a Puerto Madryn sea anunciado. Sin embargo, tampoco se beneficiaron todos los que tenían paquetes turísticos comprados: “ATI no nos deja ir, nos están usando como carne de cañón para ejercer presión. Llamo a la empresa para pedir que me devuelvan la plata pero ellos dicen que no, que nos quedemos todos acá que el avión sale seguro”, protestó Amalia Junce mientras escuchaba al empleado de la agencia de turismo que había llegado al aeropuerto metropolitano con una sola respuesta, repetida hasta el cansancio: “Ya va a salir. Hay que esperar”.
Con horarios que cambiaban a cada rato, la mayoría de los pasajeros se quedó en el hall, algunos dormidos sobre las valijas. Mezclados con ellos, los empleados de LAPA no se movieron en todo el día. Azafatas, pilotos, administrativos, telefonistas, técnicos de todas las áreas, todos volvieron a salir a la tarde a la calle, cortaron la Costanera y prometieron un plan de lucha “siguiendo los pasos de los compañeros de Aerolíneas Argentinas, con carpa, con ocupación del aeropuerto, con corte de calle y con escraches”.
Producción: Paula Pistagnino